UN AÑO LECTIVO ESPECIAL
UN AÑO LECTIVO ESPECIAL
Las clases comienzan en un año en el
que se cumplen 4 décadas del retorno a la democracia. Excepcional oportunidad
para recrear y valorar desde la más temprana infancia a las instituciones y a
la convivencia democráticas, redescubriendo el pluralismo y acentuando la
construcción de ciudadanía.
Las clases comienzan en un año en el
que se cumplen 4 décadas del retorno a la democracia. Excepcional oportunidad
para recrear y valorar desde la más temprana infancia a las instituciones y a
la convivencia democráticas, redescubriendo el pluralismo y acentuando la
construcción de ciudadanía.
La educación es uno de los pilares para el
desarrollo de las naciones. Se trata de una vía que incide directa e
invariablemente en el progreso de una sociedad. ¿Cuántas veces se han escuchado
o escrito frases como esta? En el discurso, el valor de la educación,
paradójicamente, no se discute. Todos los actores sociales coinciden en que se
trata de una faceta central en cualquier sociedad y que deben hacerse todos los
esfuerzos necesarios para que la calidad sea una realidad en el sistema.
Sin embargo, a la hora de verificarse en
los hechos, aquellas bonitas frases quedan en el olvido. Los ejemplos del
deterioro de la educación argentina son sobrados. Acentuados luego de medidas
draconianas tomadas durante la pandemia que cerraron las aulas por largos
meses, con el consiguiente daño a los procesos de enseñanza y aprendizajes,
pese a la enorme labor que hicieron maestros y profesores para desarrollar
estrategias en modo remoto y virtual.
Entre los hechos que desmienten los
edulcorados conceptos sobre la educación se destaca un reciente informe de una
entidad privada. La investigación da cuenta de que, entre los años 2006 y 2020,
la pauta de 6% de recursos presupuestados para educación, solo se cumplió en
tres ocasiones, en los años 2009, 2013 y 2015. Sin ingresar en el debate sobre
la política educativa de los distintos gobiernos, queda claro que la ley que
establece el porcentaje obligatorio para la financiación educativa, lejos está
de ser una realidad constante.
Por cierto, los recursos económicos son
condición necesaria para el funcionamiento del sistema. Pero no suficiente. Los
graves problemas del país afectan seriamente a la escuela en su función
central: enseñar. El sistema educativo continúa siendo el entorno en el que se
manifiestan y tratan de paliar el hambre, la marginación y la exclusión. Éste
no puede convertirse en el único motivo de existencia de la escuela. La
contención de niños y jóvenes es una obligación en tiempos de seria crisis,
pero no por ello se debe renunciar a la igualdad de oportunidades y la calidad
educativa.
Es verdad que debe haber reformas en los
regímenes académicos. En especial en el Nivel Secundario. Pero éstas no pueden
ser guiadas por sesgos ideológicos que reniegan del mérito y de la exigencia.
En este caso, la eliminación de la repitencia es la decisión que más discute en
algunas provincias. Tomada en forma aislada nunca solucionará el problema del
abandono escolar y del seguimiento de las trayectorias de los estudiantes. Las
estadísticas señalan que repetir un año no es garantía de que se enderece el
cursado de un estudiante. Es una estrategia obsoleta que debe ser eliminada,
pero en el marco de un plan integral que lejos esté de pretensiones
proselitistas o facilistas.
Finalmente, las clases comienzan en un año
en el que se cumplen 4 décadas del retorno a la democracia. Excepcional
oportunidad para recrear y valorar desde la más temprana infancia a las instituciones
y a la convivencia democráticas, redescubriendo el pluralismo y acentuando la
construcción de ciudadanía, la internalización de los valores, la conciencia
ética, la integración social y la eliminación de conductas violentes y de
exclusión.
Por todo esto, 2023 puede convertirse en
un ciclo muy especial para la educación argentina.
La educación es uno de los pilares para el
desarrollo de las naciones. Se trata de una vía que incide directa e
invariablemente en el progreso de una sociedad. ¿Cuántas veces se han escuchado
o escrito frases como esta? En el discurso, el valor de la educación,
paradójicamente, no se discute. Todos los actores sociales coinciden en que se
trata de una faceta central en cualquier sociedad y que deben hacerse todos los
esfuerzos necesarios para que la calidad sea una realidad en el sistema.
Sin embargo, a la hora de verificarse en
los hechos, aquellas bonitas frases quedan en el olvido. Los ejemplos del
deterioro de la educación argentina son sobrados. Acentuados luego de medidas
draconianas tomadas durante la pandemia que cerraron las aulas por largos
meses, con el consiguiente daño a los procesos de enseñanza y aprendizajes,
pese a la enorme labor que hicieron maestros y profesores para desarrollar
estrategias en modo remoto y virtual.
Entre los hechos que desmienten los
edulcorados conceptos sobre la educación se destaca un reciente informe de una
entidad privada. La investigación da cuenta de que, entre los años 2006 y 2020,
la pauta de 6% de recursos presupuestados para educación, solo se cumplió en
tres ocasiones, en los años 2009, 2013 y 2015. Sin ingresar en el debate sobre
la política educativa de los distintos gobiernos, queda claro que la ley que
establece el porcentaje obligatorio para la financiación educativa, lejos está
de ser una realidad constante.
Por cierto, los recursos económicos son
condición necesaria para el funcionamiento del sistema. Pero no suficiente. Los
graves problemas del país afectan seriamente a la escuela en su función
central: enseñar. El sistema educativo continúa siendo el entorno en el que se
manifiestan y tratan de paliar el hambre, la marginación y la exclusión. Éste
no puede convertirse en el único motivo de existencia de la escuela. La
contención de niños y jóvenes es una obligación en tiempos de seria crisis,
pero no por ello se debe renunciar a la igualdad de oportunidades y la calidad
educativa.
Es verdad que debe haber reformas en los
regímenes académicos. En especial en el Nivel Secundario. Pero éstas no pueden
ser guiadas por sesgos ideológicos que reniegan del mérito y de la exigencia.
En este caso, la eliminación de la repitencia es la decisión que más discute en
algunas provincias. Tomada en forma aislada nunca solucionará el problema del
abandono escolar y del seguimiento de las trayectorias de los estudiantes. Las
estadísticas señalan que repetir un año no es garantía de que se enderece el
cursado de un estudiante. Es una estrategia obsoleta que debe ser eliminada,
pero en el marco de un plan integral que lejos esté de pretensiones
proselitistas o facilistas.
Finalmente, las clases comienzan en un año
en el que se cumplen 4 décadas del retorno a la democracia. Excepcional
oportunidad para recrear y valorar desde la más temprana infancia a las instituciones
y a la convivencia democráticas, redescubriendo el pluralismo y acentuando la
construcción de ciudadanía, la internalización de los valores, la conciencia
ética, la integración social y la eliminación de conductas violentes y de
exclusión.
Por todo esto, 2023 puede convertirse en
un ciclo muy especial para la educación argentina.