Sigue la violencia en el fútbol de los barrios

Las semifinales del torneo de la Liga Amateur de fútbol de San Francisco volvieron a teñirse de actos violentos. El efecto disuasivo de duras medidas reglamentarias quizás ni siquiera alcance.
Las semifinales del torneo de la Liga Amateur de fútbol de San Francisco volvieron a teñirse de actos violentos que resquebrajan seriamente el espíritu de esa competencia deportiva y amenazan con segarla definitivamente. El relato de los episodios contiene ataques de una parcialidad a otra, golpes a un árbitro que terminó con lesiones serias y anunció que denunciará en la Justicia a sus agresores, decisión del club Sportivo Belgrano de no ceder más sus instalaciones para los partidos de la liga y pedidos de perdón varios por parte de alguno de los clubes cuyos simpatizantes y jugadores tuvieron conductas violentas y también de las autoridades de la Liga.
A casi un año de la vuelta de los certámenes del fútbol barrial, lo acontecido en el estadio Juan Pablo Francia es una regresión que, ciertamente, pone en riesgo la continuidad de este valioso intento de recuperar una tradición deportiva sanfrancisqueña. Porque la Liga Amateur era el marco que reunía a los vecinos en las canchas para disfrutar del fútbol de los barrios. Sin embargo, a poco de andar, la irracionalidad parece ganar la batalla en el marco del evidente deterioro de la vigencia de los valores de la convivencia. Por eso, los hechos de violencia acaecidos han sido demasiado y obligan a una reflexión profunda.
LA VOZ DE SAN JUSTO había advertido desde el vamos sobre este tema de la violencia. Cuando el fútbol de los barrios volvió oficialmente, luego de un corto y exitoso torneo de verano, en esta columna se expresó el anhelo de que "las tardes de fútbol no se vean empañadas por actitudes o hechos que menoscaben el esfuerzo y alejen la alegría de volver a congregarse para disfrutar del fútbol de los barrios".
Lamentablemente, los inadaptados desoyen cualquier aviso. Lo mismo ocurrió con este llamado de atención frente a su presencia en las canchas para que no se produjesen episodios de agresión como los que se verificaron al finalizar una de las semifinales del torneo. Que ya habían ocurrido antes, quizás en menor dimensión, pero habían obligado a la suspensión temporaria del certamen del año anterior.
Lo cierto es que aficionados y jugadores violentos no cuidaron a su liga ni a sus clubes. Al parecer, por más empeño que se haya puesto, la Liga tampoco supo cuidarse del flagelo de la agresividad y la irracionalidad que agobia y preocupa. Doloroso es comprobar que aquella sana intención de recuperar una competencia deportiva tradicional viva estos avatares. Que los vándalos, los golpeadores, los desalmados sigan saliéndose con la suya.
Es verdad que el desvarío excede al fútbol. Es un mal de toda la sociedad. Que se ha resignado a convivir con barrabravas, bravucones, maleducados, golpeadores. Delincuentes que, reunidos en un estadio de fútbol, potencian su accionar destructivo. Por eso, el panorama es complejo. El efecto disuasivo de duras medidas reglamentarias quizás ni siquiera alcance. La disciplina deportiva no se encuadra en el marco de una competición que, por estos hechos, va perdiendo su sentido.