Seguridad: fin y medios

La discusión pasa por las estrategias a emplear. ¿Será el "método Bukele"? ¿O habrá llegado el momento de diseñar una política de Estado en materia de seguridad, alejada de las tensiones partidarias, que revise normas, condene a los responsables y a los cómplices, pero mantenga vigentes las libertades y las instituciones democráticas?
La problemática de la seguridad en la ciudad de Rosario, amenazada por el accionar de las bandas de narcotraficantes, está en el tapete de la discusión pública en los últimos días. Son numerosos y variopintos los personajes que se lanzan a opinar sobre las distintas alternativas que deberían adoptarse para terminar con este flagelo. Del mismo modo, la política en clave electoral brinda declaraciones que abren nuevas polémicas sobre los métodos que deben emplearse para combatir a las mafias del negocio de la droga.
El debate sobre la actualidad de la seguridad en la ciudad santafesina coincidió, hace algunos días, con la difusión de imágenes provenientes de El Salvador en las que se presentaba una nueva y gigantesca cárcel. Se trataba de un video promocional en el que el gobierno de ese país centroamericano mostraba las "bondades" de su política de seguridad y los logros alcanzados. Allí se mostraba a los pandilleros detenidos, integrantes de las temidas "maras", agachados, esposados, sin poder alzar la vista, medio desnudos y agrupados en filas, mientras fornidos guardias los custodian.
De inmediato, dos personajes que pertenecen a la coalición oficialista, alabaron este "modelo". Uno de ellos, fue la máxima autoridad del Ejército en el anterior gobierno kirchnerista, el general Milani. El otro, actualmente ocupa el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni. Este último, calificó a las imágenes como "música para mis oídos". Y afirmó con contundencia: "No tengo ninguna duda de que la solución de la Argentina es el camino que llevó adelante Bukele".
No puede sino elogiarse la capacidad de persuasión del régimen de un pequeño país centroamericano, cuyo presidente consigue sumar muchos apoyos en la región, incluso sumando a dirigentes y funcionarios de fuerzas políticas que durante mucho tiempo tuvieron posiciones garantistas -y hasta abolicionistas de las penas- frente a la realidad de la delincuencia. La puesta en escena de la filmación que llegó de El Salvador tiene todos los condimentos de la cinematografía. Y refleja con claridad hasta dónde llegó la política de mano dura implementada por el presidente Bukele.
Una política que Berni y Milani ponderaron sin que hubiese voces dentro de su espacio político que expresaran otra postura. No tan explícitamente, también hay sectores de la oposición que valoran positivamente lo que se observa en las imágenes. Por cierto, son posturas que, en muchos casos, siguen el humor de la población que tiene expresión especialmente en las redes sociales. Es que la inseguridad y el miedo a perder la vida o los bienes hace nacer sentimientos que van desde hacer justicia por mano propia hasta aceptar la pérdida de libertades esenciales con tal de vivir con algo más de tranquilidad.
Pero surge un motivo para la reflexión. Para lograr este promocionado éxito en su lucha contra las pandillas en El Salvador, el presidente Bukele primero negoció una tregua con los capos mafiosos de las maras. Luego la rompió y declaró el estado de excepción, dispuso detenciones arbitrarias, avanzó sobre la Justicia removiendo a la Corte Suprema, cercenó la libertad de prensa, anunció su reelección pese a que no estaba habilitado por la Constitución, controló las voces opositoras y cooptó a los más serviles y corruptos para lograr sus fines.
Aquí se encuadra el problema. Es un dilema clásico entre el fin y los medios. Porque el objetivo no puede ser otro que terminar con las balaceras, los asesinatos y las extorsiones de los narcos que asuelan Rosario y también otras regiones del país, así como también con la complicidad y el apoyo que reciben desde dentro de instituciones que deberían combatirlos. La discusión pasa por las estrategias a emplear. ¿Será el "método Bukele"? ¿O habrá llegado el momento de diseñar una política de Estado en materia de seguridad, alejada de las tensiones partidarias, que revise normas, condene a los responsables y a los cómplices, pero mantenga vigentes las libertades y las instituciones democráticas?