Sacerdotes en la misión: “En Kenia dicen que los occidentales tienen el reloj, pero ellos tienen el tiempo”
Más que curas, misioneros. El padre Daniel Bertea hizo un parate en su valiosa tarea en África para visitar San Francisco, de donde es oriundo. Junto a otros sacerdotes, Ouino Odhiambo -de Corea del Sur- y el keniata Marcos Im, analizaron la misión de la Iglesia Católica en el mundo.
Contextos difíciles, de pobreza, muchas
veces convierten a religiosos en mediadores, médicos, educadores de niños,
enfremeros..., lo que revela que los misioneros son mucho más que sacerdotes.
El padre Daniel Bertea, sacerdote de la
congregación Misioneros de la Consolata que lleva a cabo una tarea religiosa en
el continente africano, actualmente radicado en Nairobi, la capital de Kenia,
se encuentra de visita en San Francisco, su ciudad de origen donde desde los
primeros días de octubre comparte su tiempo en la Iglesia Nuestra Señora de la
Consolata. Durante su estadía además, recibe a sacerdotes
amigos de su misma congregación que llegaron a nuestra ciudad. Es el caso de
Ouino Odhiambo, un sacerdote de 34 años, oriundo de Kenia y Marcos Im,
sacerdote de 39 años, nacido en Corea del Sur. Luego de tres días de viajes, combinando
avión y transporte terrestre, finalmente el padre Bertea arribó a San Francisco
en las primeras horas de la mañana del 5 de noviembre y permanecerá aquí hasta
el próximo 22. El cura de 53 años, fue ordenado
sacerdote en 1996 luego de cursar su formación religiosa como misionero de la
Consolata durante tres años en Buenos Aires en distintos seminarios; un año en
Colombia como novicio y a partir de allí fue designado en Kenia para culminar
con su formación sacerdotal por cuatro años. Tras volver al país en 1996 para
su ordenación, retornó a Kenia donde se encuentra desde entonces. LA VOZ DE SAN JUSTO visitó la parroquia
Nuestra Señora de la Consolata para dialogar Bertea y sus dos amigos sacerdotes
quienes dejaron sus impresiones acerca de la importancia que para ellos tiene
el carisma misionero a partir del cual desarrollan una importante tarea de
servicio para la Iglesia Católica en distintas partes del mundo. Actualmente me encuentro en una parroquia
y santuario de la Consolata en las afueras de Nairobi. Hace varios años, en
oportunidad de que los misioneros habían sido expulsados a Sudáfrica, hicieron
una promesa de que si volvían todos sanos y salvos le iban a hacer un santuario
a la virgen. Eso es lo que hicieron y allí estoy trabajando. Uno de los desafíos de la vocación
misionera es salir al encuentro del otro y eso se puede lograr en cualquier
lugar del mundo. Es una actitud que ojalá todos podamos mantenerla en todos
lados. Esto me posibilita llevar a la Argentina a muchos países y también
aprender del resto del mundo. Donde estoy trabajando puedo conocer costumbres
diferentes y aceptarlas como una actitud de entrega y confianza en el otro.
Muchas veces, aunque no entienda nada de lo que los demás conversan, prefiero
quedarme allí porque la compañía es más importante que entender y eso termina
generando un vínculo también. Allí hay un dicho que nos señalan a
nosotros cuando nos dicen que 'los occidentales tienen el reloj, pero nosotros
tenemos el tiempo'. De hecho a veces me cuesta cuando los trabajos llevan más
tiempo que el que espero pero por otro lado, está el encuentro entre las
personas que hay que valorar mucho. En estos momentos estamos con una obra en
la parroquia en la que trabajamos llamado Centro Allamano. Allí se compró una
casa colonial y después de más de 80 años hay que remodelar su estructura
porque los espacios no responden a las actividades de hoy. Eso nos ha llevado a
una reconstrucción de ese inmueble con nuevas oficinas y salones pastorales
para catequesis, encuentros y actividades como también estacionamientos que son
muy necesarios por las características viales que tiene Nairobi donde es muy difícil
encontrar sitios para estacionar vehículos. Con toda humildad estamos
solicitando ayuda para todos aquellos que quieran colaborar para esta
iniciativa que estamos llevando adelante allí. Para eso pueden comunicarse con
la representante legal del Instituto Pablo VI, Irene Rosso Un filósofo decía que 'nada nos pertenece
y todo es nuestro'. Eso es interesante porque significa que no nos apropiamos
de nada y estamos listos a ir hacia donde nos necesiten y hacer nuestro ese
lugar. Estar bien en cada sitio depende mucho de la actitud y de la gente que a
uno lo reciba. Gracias a Dios la gente me ha recibido muy bien porque siempre
me hicieron sentir como si estuviera en mi casa más allá de que aceptan que no
necesariamente me comporte como ellos. Un ejemplo de ello es que en algunos
lugares los miembros de una familia se quitan los zapatos al ingresar a una
casa y cuando yo quiero hacer lo mismo, me dicen 'no padre, usted no, usted
pase'. En seguida me preguntan qué como, qué me gusta, aunque en realidad para
mí lo mejor es compartir lo de ellos a la manera de ellos. Eso va conformando
un hogar donde el otro se preocupa por uno haciéndolo sentir bien,
acompañándome siempre. Cada vez que vengo a la parroquia
Consolata hay sacerdotes diocesanos y siempre me han recibido muy bien. Estar
acá y poder concelebrar y celebrar es algo muy lindo. Cuando saben que estoy,
me piden que los acompañe y les cuente cómo es mi vida allá. Al fin y al cabo,
somos todos sacerdotes, diocesanos o misioneros, dedicados a un mismo motivo
que es predicar el Evangelio. Como misioneros nos enriquecemos cuando
compartimos con el otro y de esa manera se relativiza todo lo que se sabe y se
aprendió hasta ese momento. Hay dos tipos de encuentros. El encuentro
directo con el cual se pueden contar experiencias vividas pero más que nada lo
más lindo de todo es poder estar juntos. Muchas veces llega gente cuando estoy
con mi familia y ellos prestan atención a lo que estoy hablando y se mantiene
de esa manera el contacto. Seguro que sí y en esta oportunidad como
en tantas otras en las que tuve la oportunidad de regresar, me gusta agradecer
a San Francisco por su recibimiento y el cariño que me hacen sentir. De igual
manera, quiero agradecer a los misioneros de la Consolata donde uno se siente
como en casa y gracias a los sacerdotes que vienen al Instituto Pablo VI a
brindar atención pastoral. San Francisco le han dado mucho a los misioneros y a
su vez los misioneros le dieron mucho a San Francisco. -Padre
Ouino, ¿qué nos puede decir respecto de la manera en que ejerce su vocación
misionera? Creo que la diferencia entre un sacerdote
misionero y un sacerdote diocesano es la formación que se tiene, pero como
sacerdotes tenemos todos la misma misión: ayudar y acompañar a la gente. La
misión es una pero la manera de llegar a la gente es diferente por la formación
que recibimos. En 2004 empecé el proceso en mi país, en
Nairobi donde estuve por 4 años y después estudié 3 años de Filosofía. Luego
fui al centro de Kenia para hacer el noviciado y al finalizar, fui enviado a
Colombia en 2010. Allí la primera tarea fue aprender el idioma. Desde Kenia
llegué sabiendo hablar inglés y tuve que aprender español desde el principio.
Posteriormente, estudié Filosofía con los Jesuitas y en 2014 trabajé en la
frontera con Ecuador, luego en Colombia y en Perú. En 2015 hice una maestría en
Educación y hoy cumplo 11 meses de ordenación sacerdotal. En diciembre del año
pasado me comunicaron que debía dejar Colombia y fue entonces que llegué a la
Argentina el 12 de mayo y fui a trabajar a Mendoza. Allí conocí a Marcos que
fue el primero que me recibió en el aeropuerto. En la misma Mendoza conocí al
padre Bertea y conocí a su familia también. Desde hace dos años soy sacerdote y llevo
8 años en la Argentina. Anteriormente, estuve como seminarista antes de
promesar el noviciado y aprender el idioma. Un año me llevó la etapa del
noviciado y dos años para estudiar la teología y dos años experiencia misionera
en Tartagal, Salta. Luego me designaron a Mendoza donde trabajé en una
parroquia para después trasladarme a Capital Federal donde vivo actualmente. Él era mi formador y maestro del
noviciado en su último año como profesor allí y a partir de esa experiencia
forjamos una linda amistad. Es una ciudad muy tranquila, la gente es
muy amable. No ha recibido bien aunque seamos extranjeros. Son un pueblo muy
acogedor. La mayoría es alegre y tranquila. -¿Padre
Bertea, dónde está desarrollando su tarea misionera en Kenia?
"Uno de los desafíos de la vocación
misionera es salir al encuentro del otro", afirman los religiosos
-¿Cómo
es trabajar en una comunidad tan diferente a la que tuvo desde que nació hasta
que decidió seguir su vocación misionera?
-¿Cuáles
fueron las cosas que le costaron en la adaptación a una cultura tan diferente?-¿Qué
trabajos llevan adelante en la comunidad en la que reside en Kenia?
-En
este momento está compartiendo sus días aquí con sus amigos sacerdotes
misioneros Ouino y Marcos, de Kenia y Corea del Sur respectivamente. ¿Esta es
una muestra de lo que significa el espíritu misionero de tres amigos de culturas
distintas que comparten un mismo carisma al servicio de quienes lo necesitan?
-¿Como
sacerdote misionero cómo es su relación con el sacerdote diocesano?
-¿Cómo
se vive el reencuentro con su familia?
-Más
allá de su experiencia misionera, imagino que siempre es lindo volver a San
Francisco...
Llegaron de qe Kenia y Corea del Sur
-¿Cómo
fue su formación sacerdotal y misionera?
-Padre
Marcos, ¿cuántos años hace que es sacerdote misionero?
-¿Cómo
conoció al padre Daniel Bertea?
-¿Qué
pudo conocer de San Francisco?