ROSARIO SE DESANGRA
ROSARIO SE DESANGRA
Conmocionada
por el deterioro social y el predominio narco en varios sectores, esta ciudad es el
ejemplo de lo que puede ocurrir en todo el país si en las esferas con poder de
decisión no se toma real conciencia de la grave situación que se vive.
Conmocionada
por el deterioro social y el predominio narco en varios sectores, esta ciudad es el
ejemplo de lo que puede ocurrir en todo el país si en las esferas con poder de
decisión no se toma real conciencia de la grave situación que se vive.
Familiares y Víctimas de la Inseguridad de
Rosario se manifestaron, días atrás, con velas frente a la sede de la gobernación
en esa ciudad santafesina, en reclamo de medidas concretas y efectivas ante la
creciente ola de homicidios, balaceras y asaltos que sufre la ciudad. Se
informó que planeaban acampar hasta recibir respuestas de las autoridades.
La noticia es un reflejo de la grave
situación que vive la ciudad más grande de la vecina provincia, aquejada por el
accionar de las bandas de narcotraficantes que no trepidan en asesinar y
amenazar para continuar manejando su floreciente negocio. Una espiral de
violencia que supera los 40 crímenes en lo que va del año y que no parece tener
ninguna solución.
Mientras tanto, los reproches mutuos entre
los gobernantes provinciales y nacionales agregan confusión y desesperanza. Las
acusaciones entre los funcionarios se repiten con la misma asiduidad que los
asesinatos. Y nadie asoma como capaz de disponer estrategias para terminar con
la violencia atroz que carcome la vida de cientos de miles de rosarinos,
especialmente en los barrios más humildes.
Uno de los familiares que participó en la
manifestación que pedía "iluminar" a Rosario para que comience a salir de esta
ciénaga violenta, graficó, con pesadumbre, pero alguna esperanza, el panorama:
"No tenemos que lograr que nos ganen porque estamos hartos o por el
cansancio. Hay un montón de promesas incumplidas. Hay numerosos casos que no se
siguen en la Justicia. Rosario es la ciudad de los crímenes perfectos. Hay
crímenes donde la Justicia no llega nunca a dar con quienes asesinan a nuestros
seres queridos".
La violencia que se abate sobre Rosario es
un elemento indicativo del rumbo tortuoso
de un país en el que la inseguridad se ha convertido en moneda común. Muestra
como la pérdida del control territorial por parte del Estado es ocupado por las
bandas criminales. El Estado, si ingresa a las zonas críticas, no puede
permanecer allí. Con el tiempo ya ni siquiera logra entrar en determinados
barrios. El poder económico de los narcos corrompe a todos los estamentos de la
sociedad. Y a los que no puede doblegar los amenaza primero y asesina después
si no muestran docilidad. Aquellas imágenes de México y Colombia ya están aquí.
Y llegaron para quedarse si no se asume la real dimensión de lo que está
ocurriendo.
Conmocionada por el deterioro social y el
predominio narco en varios sectores, Rosario es el ejemplo de lo que puede
ocurrir en todo el país si en las esferas con poder de decisión no se toma real
conciencia de la grave situación que se vive. La violencia asuela. Las mafias
de la droga controlan territorios, cooptan a miembros de las fuerzas de
seguridad y a políticos sin escrúpulos, usan a niños incluso para su negocio y
luego los transforman en sicarios.
Mientras Rosario se desangra, los gobernantes
solo discuten entre ellos.
Familiares y Víctimas de la Inseguridad de
Rosario se manifestaron, días atrás, con velas frente a la sede de la gobernación
en esa ciudad santafesina, en reclamo de medidas concretas y efectivas ante la
creciente ola de homicidios, balaceras y asaltos que sufre la ciudad. Se
informó que planeaban acampar hasta recibir respuestas de las autoridades.
La noticia es un reflejo de la grave
situación que vive la ciudad más grande de la vecina provincia, aquejada por el
accionar de las bandas de narcotraficantes que no trepidan en asesinar y
amenazar para continuar manejando su floreciente negocio. Una espiral de
violencia que supera los 40 crímenes en lo que va del año y que no parece tener
ninguna solución.
Mientras tanto, los reproches mutuos entre
los gobernantes provinciales y nacionales agregan confusión y desesperanza. Las
acusaciones entre los funcionarios se repiten con la misma asiduidad que los
asesinatos. Y nadie asoma como capaz de disponer estrategias para terminar con
la violencia atroz que carcome la vida de cientos de miles de rosarinos,
especialmente en los barrios más humildes.
Uno de los familiares que participó en la
manifestación que pedía "iluminar" a Rosario para que comience a salir de esta
ciénaga violenta, graficó, con pesadumbre, pero alguna esperanza, el panorama:
"No tenemos que lograr que nos ganen porque estamos hartos o por el
cansancio. Hay un montón de promesas incumplidas. Hay numerosos casos que no se
siguen en la Justicia. Rosario es la ciudad de los crímenes perfectos. Hay
crímenes donde la Justicia no llega nunca a dar con quienes asesinan a nuestros
seres queridos".
La violencia que se abate sobre Rosario es
un elemento indicativo del rumbo tortuoso
de un país en el que la inseguridad se ha convertido en moneda común. Muestra
como la pérdida del control territorial por parte del Estado es ocupado por las
bandas criminales. El Estado, si ingresa a las zonas críticas, no puede
permanecer allí. Con el tiempo ya ni siquiera logra entrar en determinados
barrios. El poder económico de los narcos corrompe a todos los estamentos de la
sociedad. Y a los que no puede doblegar los amenaza primero y asesina después
si no muestran docilidad. Aquellas imágenes de México y Colombia ya están aquí.
Y llegaron para quedarse si no se asume la real dimensión de lo que está
ocurriendo.
Conmocionada por el deterioro social y el
predominio narco en varios sectores, Rosario es el ejemplo de lo que puede
ocurrir en todo el país si en las esferas con poder de decisión no se toma real
conciencia de la grave situación que se vive. La violencia asuela. Las mafias
de la droga controlan territorios, cooptan a miembros de las fuerzas de
seguridad y a políticos sin escrúpulos, usan a niños incluso para su negocio y
luego los transforman en sicarios.
Mientras Rosario se desangra, los gobernantes
solo discuten entre ellos.