Protestas y desaceleración económica
Junto con demandas como la falta de movilidad social, desigualdad en el ingreso, corrupción y las constantes alzas en el costo de vida son las principales motivaciones de las álgidas protestas de las últimas semanas en América Latina.
América latina en particular, pero también otras regiones del mundo son escenarios de masivas protestas ciudadanas. El dato es elocuente: los reclamos de las distintas poblaciones son variados y determinados muchas veces por aspectos culturales. Sin embargo se puede encontrar un denominador común, según los especialistas.
Se trata de la desaceleración o, directamente, el estancamiento de la economía mundial, que se entremezcla con otras demandas como la falta de movilidad social, la desigualdad en el ingreso, la corrupción de los gobernantes y las constantes alzas en el costo de vida, entre otras.
A principios de esta década, la primavera árabe detonó varios regímenes autoritarios de los países del norte de África y Medio Oriente. Solo en Túnez consiguió relativo éxito al restablecerse las formas democráticas. Más acá en el tiempo, el año pasado, los chalecos amarillos en Francia constituyen un antecedente singular porque se las protestas -muchas de ellas violentas- se dieron en un país desarrollado. Este año, en Sudamérica prácticamente no hay país en el que no hayan existido movilizaciones, con Chile hoy acaparando los titulares de la prensa. En El Líbano debió renunciar su primer ministro. En Asia se esparcen las huelgas, las marchas y algunos disturbios.
Los análisis de la prensa mundial procuran comprender estos fenómenos. Y muchos observadores llegan a la conclusión de que el colapso del crecimiento económico está detrás de todo esto. Se publicó hace pocos días que el Fondo Monetario Internacional redujo drásticamente su estimación para 2019, advirtiendo que "la economía mundial está en una desaceleración sincronizada", creciendo a "su ritmo más lento desde la crisis financiera mundial".
Fareed Zakaria, unescritor y periodista indo-estadounidense, especializado en temas de relaciones internacionales argumentó en The New York Times sobre el tema. "Cuando el crecimiento colapsa, -sostuvo- aumentan las ansiedades, especialmente entre la clase media que se siente apretada, enfurecida por la corrupción y la desigualdad, y tiene la capacidad de expresar su ira". En Chile "los disturbios están sucediendo en una atmósfera de expectativas disminuidas. No hace mucho, ese país era la economía estrella de América Latina, con un crecimiento del 6% en la década de 1990 y del 4% en la década de 2000. En los últimos cinco años, el crecimiento ha promediado el 2 por ciento".
Y agregó que "la depresión se extiende mucho más allá de América Latina. Líbano, otro sitio de protestas, ha visto caer el crecimiento al 0 por ciento. Incluso los países más ricos del mundo se ven afectados. José Luis Daza, administrador de fondos en Nueva York, señala que las naciones del Grupo de los Siete han crecido a la mitad de la tasa en la última década, como lo hicieron en los últimos 20 años". Lo mismo ocurre con China cuya economía dejó de crecer a tasas astronómicas.
Estas reflexiones no alcanzan por cierto a explicar todos los sucesos. Pero quizás ayuden a comprender que detrás de las masivas movilizaciones se acumulan expectativas frustradas, desigualdades intolerables, privilegios escandalosos, corrupción perenne y una permanente sensación social de estar cerca del naufragio. Siempre han existido estas variables. Pero quizás se hacen más visibles cuando el crecimiento económico no existe.