Por un candado para el delito
La sensación de impotencia que genera la seguidilla de robos en escuelas tiene que obligar a alguna reacción policial. Es hora de que la vigilancia se centre con más atención en los establecimientos educativos.
"Ya no sabemos dónde poner más candados y cadenas, nada los detiene ya que rompen los elementos de seguridad para poder entrar, una vez adentro, rompen y se llevan lo que encuentran a mano". Estremece la frase, pronunciada por directivos y docentes de la Escuela N° 1199 provincia de Santa Fe de Frontera. Está imbuida de una impotencia profunda y se convierte en un manifiesto que reclama el fin de las agresiones contra un centro educativo.
Robar es un delito. Robar y vandalizar una escuela también lo es. Pero al mismo tiempo es un signo palpable de la lamentable situación de deterioro educativo, cultural, moral y socioeconómico que vive nuestra sociedad y que se expresa en actos repudiables a simple vista, pero repetidos ante la pasividad de los organismos del Estado que tienen responsabilidad en repeler este tipo de situaciones.
Que un establecimiento educativo sufra 10 robos en 45 días es un hecho que, por lo menos, debiera llamar la atención de las fuerzas de seguridad en Frontera. Es un fracaso estrepitoso de quienes tienen esa responsabilidad, incapaces de diseñar vigilancia y estrategias de inteligencia para prevenir más asaltos y dar con los responsables. El último ocurrió hace pocos días cuando el portero ingresó a la escuela, se encontró con que estaban rotas las puertas que habían sido reforzadas con candados y rejas y notó que faltaban las electrobombas que abastecen de agua al edificio escolar. Además, los delincuentes rompieron la cañería y arrancaron los cables para poder sustraerlas. Los directivos de la escuela creen que el ingreso se produce por el tapial, "los portones no han sido forzados, creemos que ingresan por el tapial, una vez dentro del patio se mueven con toda normalidad y utilizan distintos elementos para cortar las puertas y romper los candados, en esta ocasión ingresaron por una ventanita que es diez por diez centímetros".
Esto derivó además en que debieran suspenderse las clases ya que no estaban dadas las condiciones de infraestructura y sanitaria mínimas para que los chicos concurran al establecimiento, hecho que agrega un condimento negativo más a esta retahíla de sucesos lamentables a los que parece no encontrarse antídoto.
La sensación de impotencia que genera este tipo de episodios tiene que obligar a alguna reacción policial. Es hora de que la vigilancia se centre con más atención en la Escuela 1199, así como también en los demás establecimientos de Frontera. Porque es inadmisible que el accionar de los delincuentes continúe impune. La comunidad educativa de la citada escuela merece ser protegida y escuchada en sus reclamos. Porque son lógicos, porque no puede admitirse un atropello más, porque no pueden perderse más días de clase y porque quienes son responsables de la comisión de estos delitos deben ser detenidos y puestos a resguardo detrás de un candado, el mismo que rompen de manera tan impune arruinando el esfuerzo de una escuela que procura denodadamente inculcar enseñanzas y valores a los niños de Frontera.