Para no quemar el futuro
Desolación y tristeza son los sentimientos de los cordobeses que hemos otra vez asistido a un incendio dantesco en nuestras sierras. Mientras en el mundo entero se analizan y discuten medidas contra el cambio climático, hay factores que sí son factibles de atender en la necesaria tarea preventiva que requiere la realidad que se vive.
Desolación y tristeza son los sentimientos de los cordobeses que hemos otra vez asistido a un incendio dantesco en nuestras sierras. La devastación producida por dos focos en los bellísimos valles de Calamuchita y Paravachasca ha colocado a estos siniestros en el tope del listado de los más voraces y destructivos.
Casi un centenar de cabañas y viviendas de otro tipo fueron arrasadas por las llamas. El dato, por sí solo, demuestra la gravedad de lo ocurrido. Lo único positivo ha sido que no se debieron lamentar víctimas fatales ni heridos, aun cuando el fuego alcanzó niveles más que dramáticos que exigieron una ardua labor de bomberos y vecinos que se sumaron a colaborar.
Quienes conocen del tema han sostenido que la jornada del miércoles 18 de agosto fue una de las peores que registra la larga historia de incendios forestales en las sierras cordobesas. Quizás no fueron los más grandes. La extensión de tierra quemada no llegó a las proporciones de otros siniestros. Pero la destrucción casi entera de una villa veraniega es algo que no se había observado hasta ahora.
Ante ello, como en cualquier siniestro similar la investigación acerca de cómo comenzó el fuego adquiere trascendencia porque se necesita conocer con claridad su origen. Se habla de un acto humano intencional en un caso. En el otro, se supone que todo se inició con la caída de un poste de una línea eléctrica de media tensión. En el primer hecho, los organismos responsables del Estado tienen la obligación de dar con los responsables. En el segundo, aparece nítida una cuestión que merece tener prioridad: la prevención de los incendios implica el mantenimiento adecuado de toda la infraestructura que, potencialmente, pueda convertirse en germen del fuego.
Es que la sequía intensa en varios meses del año, el viento furibundo de algunas jornadas y la presencia de vegetales secos altamente combustibles no pueden evitarse. Se afirma que, lamentablemente, se agravarán en el futuro como consecuencia del cambio climático. No es ninguna sorpresa que el fenómeno del calentamiento global aumenta la frecuencia y extensión de los incendios. Los bosques se están quemando en todas las geografías del planeta en una escala quizás nunca vista.
Sin embargo, mientras en el mundo entero se analizan y discuten medidas contra el cambio climático, hay factores que sí son factibles de atender en la necesaria tarea preventiva que requiere la realidad que se vive. No se trata de adjudicar culpas. Sí de poner el acento en que, por ejemplo, el mantenimiento de la infraestructura que potencialmente puede provocar fuego y la educación ambiental de las personas son acciones que deben ser sistemáticas para no quemar el futuro.