Mujer: equidad e igualdad
Ninguna sociedad puede llamarse así si acepta mansamente la inexistencia de oportunidades similares para varones y mujeres, las distintas remuneraciones por el mismo trabajo, la ridiculización de la condición femenina o la utilización de su imagen como objeto sexual.
El Día Internacional de la Mujer es una fecha que se celebra en numerosos países del mundo. Cuando las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para celebrar su día, pueden contemplar una tradición de no menos de noventa años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo. Resulta por lo tanto muy significativo que buena parte de la población mundial reflexione, al menos un día, sobre la condición femenina y su permanente búsqueda de equidad en la vida social, muchas veces inexistente como consecuencia de prácticas culturales ancestrales, algunas de ellas muy alejadas de lo que hoy se considera en el ejercicio de los derechos humanos.
La fiesta en la que se reivindica a la mujer ha venido mutando a lo largo de los años. El Día Internacional, afirma la ONU, se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre. La idea surgió al final del siglo XIX, que fue, en el mundo industrializado, un período de expansión y turbulencia, crecimiento fulgurante de la población e ideologías radicales. Más adelante, se matizó lo radical de la propuesta y se transformó en una jornada de reflexión y acción en torno a las desventajas sociales del sexo femenino. En la actualidad, nuevamente parece estar teñida de ideología y hasta genera controversias por algunas propuestas que basan todo su contenido en una igualdad inexistente entre los sexos, dejando de lado una palabra más concreta para graficar las reivindicaciones: equidad.
Hablar de igualdad de sexos es erróneo. No hay igualdad, existe complementariedad. La naturaleza así lo marca. A lo largo de los años, en aras de la reivindicación de la mujer han sido numerosas las actitudes que terminaron atentando contra la naturaleza femenina, hasta el punto de pretender que mujeres y varones sean lo mismo. No lo son.
La equidad es el trato imparcial entre mujeres y varones, de acuerdo a sus necesidades respectivas, ya sea con un trato equitativo o con uno diferenciado pero que se considera equivalente en lo que se refiere a los derechos, los beneficios, las obligaciones y las posibilidades. Por ejemplo, sostienen algunos expertos, el objetivo de lograr la equidad entre los sexos, a menudo exige la incorporación de medidas específicas para compensar las desventajas históricas y sociales que arrastran las mujeres. En este sentido, la equidad permitiría equilibrar la vida social donde es una realidad innegable que la mujer sigue aún postergada. En tiempos como los que vivimos, incluso sufre la degradación, la humillación y la vejación a su condición por imperio de unas prácticas machistas, antihumanas y violentas. El destierro de estas situaciones es condición esencial para que la mujer alcance estándares de equidad social.
La equidad supone la eliminación de la explotación del sexo femenino. Ninguna sociedad puede llamarse así si acepta mansamente la inexistencia de oportunidades similares para varones y mujeres, las distintas remuneraciones por el mismo trabajo, la ridiculización de la condición femenina o la utilización de su imagen como objeto sexual. Estos son algunos de los aspectos que llevan a la discriminación, la violencia y la segregación contra la mujer en este difícil tiempo.