Maduro: un líder ilegítimo
El no reconocimiento internacional al nuevo período de gobierno que asumirá el presidente venezolano abre las puertas a una situación pocas veces experimentada en la región. En este contexto, existe el peligro de que Venezuela y su gobierno ilegítimo se conviertan en escenario de una disputa internacional de proporciones e imprevisibles derivaciones.
Los cancilleres del grupo de Lima ratificaron que es ilegítimo el nuevo mandato que pretende asumir este 10 de enero el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. En consecuencia, la gran mayoría de los países latinoamericanos, con la excepción de México -no sorprendente pero sí lamentable-, han establecido con claridad una declaración democrática que debe tener peso a la hora de hablar de la situación del excéntrico y totalitario régimen que gobierna desde Caracas.
Por cierto, este pronunciamiento de los cancilleres del continente poco le importará a un gobierno que desprecia la democracia y somete a sus ciudadanos a una cruel realidad que los obliga al éxodo. Los cientos de miles de venezolanos que pugnan diariamente por salir de su país son la elocuente demostración del fracaso rotundo de lo que se pretendió llamar la revolución bolivariana, pero que se ha transformado en una dictadura deplorable.
El diario caraqueño El Nacional, que debió dejar de salir en papel debido a las restricciones impuestas por el régimen, afirmó recientemente en su portal web: "Nicolás Maduro nunca ha tenido legitimidad. Desde su designación como candidato, tras la muerte de Hugo Chávez, todo su recorrido ha estado marcado por sistemáticas y descaradas violaciones de la Constitución. Como han repetido algunos de los más notables expertos en derecho constitucional: desde el primer momento, Maduro se instaló fuera de los límites de la legitimidad".
En este punto, se puede especular sobre qué significa que un gobierno o un líder político tengan la condición de legítimo. La historia de la filosofía política ha brindado numerosas versiones de qué significaría este concepto. Varios nombres surgen a la hora de un análisis inicial al respecto: Max Weber y Jurgen Habermas, entre otros.
El primero, que vivió entre fines del siglo XIX y principios del XX, profundizó el pensamiento filosófico aplicado a la política y, de acuerdo a lo que observó en su tiempo, sostuvo que la existencia de un orden legítimo supone el funcionamiento de instituciones políticas que son consideradas como justas, válidas y razonables por los dominados, no importa las características que ellas adquieran. Estableció que legitimidad y legalidad irían de la mano. Y su pensamiento habilitó la instauración de regímenes legales pero totalitarios que llevaron, por ejemplo, la guerra total en Europa. Habermas, más contemporáneo y exponente de la Teoría Crítica que forjó la Escuela de Frankfurt, señala que la legitimidad va acompañada del reconocimiento. Es decir, no solo debe ser legal la dominación política sino que debe estar acompañada de una idea moral acerca de la convivencia, en donde se reconozca la importancia de elementos tales como la Justicia, los derechos humanos, los procedimientos electorales y el respeto a las libertades, entre otros aspectos.
Este simple recuento de ideas de dos filósofos que han sido y son muy influyentes en la generación del pensamiento político demuestra que Maduro es un líder totalmente ilegítimo. Porque, yendo a Weber, abandonó la legalidad al suprimir la voluntad del pueblo y anular el funcionamiento de la Asamblea Nacional cuyos integrantes habían sido elegidos por el voto popular. Y, retomando a Habermas, su régimen lejos está de ser reconocido por la gran mayoría de los venezolanos, que pugnan por sobrevivir día tras día y toman la decisión de expatriarse porque no reconocen a un gobierno que desprecia los principios centrales de la convivencia democrática. Asimismo, tampoco es aceptado por gran parte de los países de la región.
El no reconocimiento internacional al nuevo período de gobierno que asumirá el presidente venezolano abre las puertas a una situación pocas veces experimentada en la región. En este contexto, existe el peligro de que Venezuela y su gobierno ilegítimo se conviertan en escenario de una disputa internacional de proporciones e imprevisibles derivaciones.