Lo cautivó el lado más humano de la medicina y hoy es abanderado de la carrera
Orgullo de San Francisco. Juan Manuel Rivoire, joven de 23 años que ostenta un promedio de 9,09 y cursa la etapa final de la carrera de Medicina en la UNC, fue elegido el mejor estudiante de esa casa de altos estudios, un logro que lo enorgullece y nos enorgullece a todos. La educación pública, las prácticas en el Hospital Iturraspe y el impacto de la pandemia en la universidad.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Juan Manuel Rivoire es sanfrancisqueño y a los 23 años está próximo a convertirse en uno de los egresados de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Pero su logro no termina ahí, sino que también su puntaje académico de 9,09 le permitió ser en 2021 el abanderado de la prestigiosa casa de altos estudios.
Su capacidad, inteligencia y responsabilidad lo posicionaron entre los mejores de su promoción. Fue a finales del secundario cuando supo que quería estudiar medicina; si bien no sabía del todo lo que significaba, confió en una corazonada y en el consejo de la profesora Laura cuando tuvo que decidirse.
Hoy realiza las prácticas en el Hospital "J. B. Iturraspe", el cual no conocía y afirma que lo sorprendió y enorgulleció por el alto nivel del equipo médico, no solo profesional sino también humano. Antes pasó por el Hospital San Roque en la "docta" pero el Covid-19 obligó a interrumpir su formación práctica.
Primero en la universidad y ahora en el hospital, Juan confirmó su motivación: "La medicina se relaciona mucho con la idea de servicio, de que se puede ayudar siendo médico, hacer un aporte a la sociedad; se puede ejercer desde lo humano y no solo desde lo científico".
Lo que nunca hubiese imaginado es que un virus que se convertía en pandemia iba a marcar su última etapa de la carrera para reafirmar la vocación.
No se halla en otra forma de ejercer la profesión que no sea cerca del paciente, sin "ese contacto humano, porque de otra manera, no le veo sentido", a la medicina confiesa, con la idea de poder contener a alguien en situación de vulnerabilidad, y hacer todo lo posible por mejorar su condición, desde la empatía y no solo desde la respuesta a ciencia cierta.
El tiempo es sabio. No fue casualidad que antes de la universidad eligiera cerrar un taller de oratoria leyendo -con túnica blanca incluida- un discurso de Mahatma Gandhi, que predicaba eso de "ponerse en los zapatos del otro" para terminar con "las miserias y malos entendidos en el mundo".
-¿De niño querías ser médico? ¿Qué despertó tu pasión por la medicina?
Hay gente que desde muy chico sabe qué quiere ser en la vida. Yo no lo tuve tan claro de niño, lo supe en los últimos años del colegio secundario cuando empecé a pensar qué estudiaría y hasta hice un curso de orientación vocacional. Siempre me gustaron las ciencias naturales, pero al momento de decidir sentí que encajaba en varias carreras; además de medicina o biología, en ingeniería o abogacía, sin embargo, sentía que si iba en esa dirección, me iba a faltar ese contacto con lo humano y lo social; el contacto con el otro.
De apoco fui confirmando que medicina era lo mío, aunque fue un proceso paulatino, sobre todo porque al inicio de la carrera uno ve mucha teoría, pero ya a medidos del cursado me di cuenta que era por acá. Ese descubrimiento no se dio en un momento puntual.
Juan Manuel Rivoire regresó a San Francisco para realizar la práctica de la carrera en el Hospital Iturraspe.
Del aula al hospital
Realizando las prácticas en el Hospital Iturraspe, Juan corroboró lo que sospechaba cuando empezó a estudiar. Que la medicina le encanta. Y "cuando algo te gusta, lo hacés con pasión", cuenta.
La materia que más le gustó fue fisiología humana, de hecho, es ayudante en la cátedra. La docencia es otra puerta que analiza para progresar en la profesión.
Segundo de tres hermanos, hijo de una ingeniera y docente y de un contador, se siente feliz por su logro. Pero, sobre todo, agradecido. "Mi familia disfruta de ver que yo pueda hacer lo que me gusta, el resultado de tantos años de esfuerzo. Mis familiares y amigos están más contentos que yo. Yo no caigo todavía", dice con modestia el dueño del premio que significa portar la Bandera Argentina de tu facultad.
Revela que estos cinco años fueron duros, pero no se queja. Jura que volvería a hacer lo mismo: "No me veo en otro traje que no sea el de médico".
Entre horas eternas entre apuntes de fórmulas, enfermedades, huesos y órganos, Juan pudo encontrar tiempo para seguir disfrutando del deporte, los amigos -los de antes y los que hizo en Córdoba-, la música y los fines de semana en San Francisco, donde aprendió a tocar el violín e integró la orquesta juvenil municipal; asistió a talleres de arte plástico, entre otros hobbies.
"Nunca estudié para la nota, sino para ser un buen profesional. Eso es algo que me pasó desde siempre: ya en la secundaria me decían 'vos Juan estudias para el 10' y en mi caso no es así, uno estudia para tener el mayor conocimiento posible y luego eso se ve reflejado en las calificaciones", se explaya.
"Es una hermosa carrera. Con esfuerzo, tiempo y dedicación, se puede. Tardará un poco más o un poco menos, pero no es imposible", reflexiona.
El mejor entre los mejores
"Ser abanderado es un orgullo y a la vez fue una sorpresa", expresa Juan, que se enteró del reconocimiento en un acto virtual.
"Nunca esperé llegar a la bandera en una universidad tan grande, con tanta gente capaz, tan estudiosa. Que el ingreso sea difícil, hace que en la carrera todos tengan un muy buen nivel", añade este jovencito que alanzó la misma distinción en el secundario y nunca tuvo un aplazo en la libreta.
En tanto, "la bandera que quiero llevar es la del trabajo en equipo, la de escuchar al otro, no ver al paciente como una carga, pensar cómo se está sintiendo, priorizar el buen trato y nunca creerme superior, así me gustaría que sea siempre la medicina", explica.
Juan prefiere despegarse de esa imagen de "chico diez", de ser "bueno en todo" lo que se propone hacer, como lo describen quienes más lo conocen. Lejos de ser una presión, él se lo toma como un halago de los que "me quieren mucho" y pone un límite entre la autoexigencia y la expectativa de los demás. "Soy autoexigente, pero nunca demasiado, no me lastimo".
De sus grandes maestros asegura que aprendió que "independientemente de todos los estudios y diploma que uno pude tener, nunca debe olvidarse ser buena persona ante todo, porque eso no se aprende en ninguna universidad".
Comprobar que los médicos cumplen también una función que los corre del costado científico hacia uno más humano, lo terminó de convencer de que su futuro estaba en el ámbito de la salud.
El valor de la educación pública
Rivoire hizo el jardín, la primaria y la secundaria en la Escuela Normal Superior "Dr. Nicolás Avellaneda". La educación pública fue una elección familiar, que la entendió como una escuela de vida, porque en ella se refleja en toda su vasta diversidad.
"Me siento orgulloso de haberme formado en la educación estatal en todos los niveles. Nunca pensé la posibilidad de estudiar en la parte privada. Mis padres nos inculcaron a mis hermanos y a mí que así conoceríamos distintas realidades y que allí todos somos iguales".
En la masividad de la UNC, Juan sabía que podía llegar temprano a una clase y sentarse tranquilo a esperar que comenzara pero también, casi ni encontrar un banco si llegaba tarde. También sabe que siendo médico le depara una vida de constante estudio mientras se trabaja o se está de guardia, día y noche atendiendo a los pacientes, y a veces, prácticamente sin descanso.
Recibirse en pandemia
-¿Cómo es transitar el final de la carrera en pandemia?
Por suerte, en 2020 pudimos continuar cursando y rindiendo de manera virtual; los profesores trataban de alguna manera llevar los conocimientos a la práctica a través de casos clínicos o videos. No obstante, en algunas materias perdimos esas prácticas pero hoy las estoy recuperando en el hospital de San Francisco. Personalmente, lo que más me costó fue haber perdido el contacto durante un año con mis compañeros y amigos de Córdoba.
-Por otro lado, el Covid visibilizó el trabajo, a veces invisible, de los médicos.
Trajo a la luz el gran trabajo que hace todo el personal de salud, médicos, enfermeros, todos, pero en realidad es algo que siempre estuvo ahí. Me gusta esa frase que se repitió el año pasado: "Ni héroes ni villanos: solo médicos". Los y las trabajadoras de la salud siempre estuvieron, tal vez hoy su rol es más apreciable. Es un trabajo más, pero hay que reconocer que es una profesión muy sacrificada, quizá no tan valorada desde el aspecto económico. Hay que estar dispuesto y preparado para ejercerla.
-Exige un esfuerzo personal y económico...
No conozco a ningún médico pobre, pero son muchos años de estudio, de especialización y a veces eso no se ve reflejado en los salarios.
-Quien sigue una carrera que comienza pero que nunca acaba, sabe que el camino no será fácil... ¿Qué pensás de la "meritocracia", un concepto muy escuchado en estos tiempos?
No creo que deba hablarse de la meritocracia como algo que está mal, porque en definitiva muchos logros que alcancemos en nuestra vida dependerán de cuestiones personales, del esfuerzo, de las ganas que le pongamos al estudio o al trabajo. Pero también es cierto que no todos tenemos las misas posibilidades.
-No todos parten del mismo punto, y no siempre aplica eso de que si no se llega es porque uno no se esforzó.
Es algo utópico pensar que vamos a nacer todos con las mismas oportunidades, aunque el Estado debería hacer que así sea.
Hoy Juan pone todas sus energías en la práctica que lo ayudará a decidirse en qué especialidad cursar la residencia, y aclara que a la hora de inclinarse por una, la vocación pesará más que bolsillo.
Especializarse en el área clínica encabeza la lista de sus preferencias. "Estoy analizando opciones. No me veo haciendo una especialidad en la que esté lejos del paciente, o que pierda ese contacto humano, porque si no, no le veo sentido a la carrera que elegí", asegura.
"Me gustaría hacer la residencia en al hospital de alguna ciudad más grande, por el nivel y complejidad de casos que uno puede ver allí", sigue.
-¿Qué es para vos ser un buen médico?
Ante todo, debe tener empatía y sensibilidad en el vínculo médico/paciente. No digo que vas a llegar a ser su amigo, pero sí a comprenderlo. Y por supuesto, tener ganas de aprender, de no dejar de estudiar, de especializarse, actualizarse. Es una profesión muy exigente.
- ¿Hay algún lugar en el que te gustaría desarrollar tu profesión en el futuro?
Estoy en un proceso de descubrimiento, tal vez me gustaría hacer más consultorio, no viviría haciendo emergencia o tampoco adentro de un quirófano.