Libre comercio en América del Norte
México, Estados Unidos y Canadá consiguieron actualizar, no sin esfuerzo ni obstáculos, su proceso de intercambio comercial. Es una experiencia importante para analizar y, si cabe, imitar en sus mejores aspectos por estos lares.
Los tres países de América del Norte
firmaron un nuevo acuerdo de libre comercio que reemplaza al que rigió durante
casi 15 años. El flamante TLC entre México, Estados Unidos y Canadá surgió
luego de varios meses de tensión entre los tres gobiernos, azuzada por la verborragia
irrefrenable de Donald Trump, el actual habitante de la Casa Blanca.
El nuevo régimen comercial se llamará Usmca (en alusión a los tres países firmantes), en lugar de Nafta (TLC, en español). El cambio de nombre era una condición de la Administración Trump. La prensa mundial resalta declaraciones de los máximos responsables políticos de la negociación quienes señalan que el texto creará un mercado libre, un comercio justo y fortalecerá el crecimiento económico en la región.
El logro que significa este pacto en América del Norte remite de manera directa la comparación hacia el sur del continente. Aquí, en medio de incertidumbres cada vez más frecuentes tanto en lo económico como en lo político, el Mercosur navega en aguas turbias y los gobiernos no aciertan con la estrategia para que el libre comercio regional sea una efectiva realidad. Es más, ya existen los que hablan del fin del tratado firmado en los años 80 en virtud de las nuevas realidades que están dictaminando los procesos electorales, especialmente el de Brasil.
Lo cierto es que se temió que el TLC también corriese la misma suerte, debido a las bravuconadas permanentes del presidente de los Estados Unidos hacia sus pares. Más allá de las disputas políticas, la actualización del acuerdo firmado hace casi un cuarto de siglo le permitirá a México, por ejemplo, salvar casi el 80% de sus exportaciones hacia las dos potencias norteamericanas en los próximos años. Si bien no elimina los aranceles impuestos por Washington a Canadá para sus exportaciones de acero y aluminio, el gobierno de Trudeau recibió la garantía de que no se impondrán otros tributos a las importaciones de automotores y autopartes, elemento que hasta último momento fue objeto de negociación. Que Canadá haya salido airoso de esto, así como México lo ha conseguido con algunas áreas de su economía, despeja el panorama hacia el futuro en esta región.
Si bien existen variaciones importantes en torno a condiciones que Estados Unidos impuso y que fueron concedidas por los demás países, no cabe duda de que se trata de un acuerdo sensato y surgido de negociaciones que fueron más allá de las estridencias verbales. América del Norte consiguió actualizar, no sin esfuerzo ni obstáculos, su proceso de intercambio comercial. Es una experiencia importante para analizar y, si cabe, imitar en sus mejores aspectos por estos lares.