Las vacaciones y la prevención
El verano ha llegado para beneplácito de buena parte de las familias del país que habían añorado el tan ansiado período de descanso anual. Algunas partieron o partirán rumbo a destinos turísticos, otras permanecerán en la ciudad y en los pueblos de la región. Sin embargo, en todos los casos se impone la necesidad de compartir algunas ideas en torno a la prevención que debe ser permanente para evitar que la temporada estival coquetee con la tragedia.
Algunos veranos parecen estar signados por el dolor, los accidentes y la imprevisión. Las consecuencias negativas de esta situación se miden en vidas humanas y en cuantiosas pérdidas materiales que luego son muy difíciles de reparar. A veces se producen por la imprevisión y negligencia en los controles de los sitios donde nuestros jóvenes se divierten. Otras, por la falta de mecanismos preventivos adecuados ante situaciones que se producen en cada temporada estival y, por ello mismo, deberían estar aceitados.
Cuando se producen estos acontecimientos, no existe una única causa. Varios factores confluyen para que se verifiquen situaciones que se tornan dramáticas para algunos, ya sea por impacto de la fuerza de la naturaleza como por la irresponsabilidad humana que juega un rol importante en determinados episodios.
En este marco, la lista de infortunios veraniegos es larga: incendios en campos y bosques, personas ahogadas en ríos, costas marítimas o simples piscinas hogareñas, deshidratación, siniestros de tránsito y excesos de alcohol y drogas, entre otras problemáticas afligentes, la integran.
Es verdad que existen esfuerzos oficiales en varias provincias para detectar las conductas riesgosas y evitar que se tornen causantes de problemas mayores. Sin embargo, resta mucho por hacer en la materia. Por ejemplo, buena parte de los ahogamientos en ríos serranos de nuestra provincia se producen porque las víctimas se bañan en zonas no habilitadas o bien porque no existen o no se respetaron las señales que así lo indican. La sensibilización en este tema es fundamental y ningún mensaje de advertencia está de más.
Al mismo tiempo, la costumbre de ir detrás de los acontecimientos climáticos es una falencia siempre presente. La escasa prevención frente a la irrupción de las tormentas furiosas con las que el verano castiga a nuestra región sigue estando presente. Entonces, los daños se multiplican ante la imprevisión teñida de negligencia. Y una vez que el viento o la lluvia han pasado, las consecuencias se notan y son muy perjudiciales si no se adoptaron las medidas del caso. Entonces, queda en el ambiente social la sensación de indefensión.
Que los riesgos inevitables del verano sean mínimos es una tarea conjunta que exige responsabilidad ciudadana y, fundamentalmente, capacidad de anticipación por parte de los organismos oficiales competentes en esta materia. Será complicado evitar problemas si estos dos aspectos no fluyen en la misma dirección