La violencia en el fútbol infantil
En el país no puede admitirse que el fútbol para los niños se convierta en otro ámbito de agresión, de reyertas y hasta de muerte.
Una sucesión de noticias difundidas por los medios masivos volvieron a poner en escena una de las manifestaciones más serias de la crisis social y moral que atraviesa la Argentina desde hace mucho tiempo. Un joven entrenador de fútbol juvenil murió luego de ser agredido cobardemente por un familiar de un jugador del equipo contrario. Otro espectador le pegó a un joven que gritó un gol. Y un padre no escatimó violencia para atacar a una madre rival en la tribuna de un partido de fútbol infantil.
Estos hechos, y muchos otros que se producen en el fútbol infantil, en el de salón o en cualquier otro evento similar son representativos de una inconducta cada vez más generalizada, en la que la violencia se naturaliza y la agresión pasa a formar parte de la escena diaria. No sólo se desvirtúa el sentido más puro del deporte. También se esfuma todo lo positivo que la pasión por el fútbol puede generar. Violencia. Solo violencia parece imperar en determinados espacios de reunión social, especialmente si existe una pelota para dividir.
El problema es que aquellos episodios lamentables que se citaron líneas arriba no son aislados. Constituyen la norma en muchas ligas de fútbol infantil y juvenil, en la que los protagonistas verdaderos son los adultos de mal comportamiento, quienes brindan un ejemplo perverso para los más pequeños. Así, el deporte más popular en este caso, deja de ser un instrumento para promover una mejor vida a miles de niños o adolescentes y alejarlos de la calle para convertirse en otro espacio de violencia, agresión y hasta muerte.
En nuestra ciudad han ocurrido sucesos, si no tan graves, por lo menos preocupantes. Vienen sucediendo desde hace tiempo en algunas canchas del fútbol infantil aun cuando es conocida la ímproba tarea de la Liga de Baby Fútbol, por ejemplo, en el rechazo de estas actitudes, su condena y las sanciones ejemplificadoras. Sin embargo, el deterioro de valores en el que está inmersa la sociedad impide, por momentos, que las buenas intenciones prevalezcan.
Las advertencias no alcanzan al parecer. Los frecuentes llamados a la cordura tampoco. En el país no puede admitirse que el fútbol para los niños se convierta en otro ámbito de agresión, de reyertas y hasta de muerte. El tan reclamado imperio de la ley también debe aparecer por las "canchitas" y su aplicación debe darse con todo el rigor. Pero esto solo será el principio del camino: educar a los adultos sobre la manera de comportarse cuando sus hijos disputan un encuentro deportivo no es tarea fácil. Gracias a estos lamentables hechos, el deporte para la niñez y la adolescencia va dejando de ser un instrumento formador en la convivencia para transformarse en otro elemento de disrupción grave en el tejido social.