La realidad del trabajo infantil
Nuestra editorial de hoy.
Más de 700 mil son los chicos de 5 a 15 años que
realizan trabajo infantil en la Argentina (el 9,4% del total). Estas cifras se
dieron a conocer en la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida
del Trabajo Infantil, con sede en Buenos Aires y son el resultado de la
Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (Eanna) 2017 -elaborada
por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social junto con la OIT,
Unicef y otros organismos.
El resultado del trabajo estadístico era esperado
por las autoridades nacionales para encarar programas públicos que tiendan a
reducir el drama del trabajo infantil y a evitar la explotación que esto
supone. La gravedad de la problemática
va de la mano con la escasez de posibilidades de vastos sectores sociales y del
deterioro poblacional reflejado en indignantes cifras de pobreza y
marginalidad.
Hace poco más de una década, en 2006, la misma
encuesta había determinado que en el país trabajaba el 7 por ciento de los
niños de 5 a 13 años y el 20 por ciento de los adolescentes de entre 14 y 17
años. En el mismo sentido, "de los 250 mil niños argentinos que trabajaban en
1998 se ha pasado a 1,5 millones de niños trabajadores".
Este último número es el que recuerdan los
actuales funcionarios nacionales cuando
sostienen que el trabajo infantil se redujo casi a la mitad. Y afirman
que los motivos pueden ser la continuidad en políticas públicas, la aplicación
de la legislación que impide que los menores sean explotados laboralmente y la
Asignación Universal por Hijo, entro otros factores.
Si bien puede establecerse que los parámetros han mejorado, la enorme cantidad de niños que trabajan continúa siendo un dato que agravia la conciencia social. Mucho más cuando la última encuesta ha revelado que la mayoría de los menores tareas domésticas intensivas, por sobre labores económicas o de autoconsumo.
Estas tareas domésticas son las de limpieza, cocina o arreglos de la casa, el cuidado de hermanos o de otras personas que viven en el hogar que demandan mucha dedicación horaria a los menores y restan tiempo para el estudio o el esparcimiento. En este punto, se aclaró que no todas las tareas que los chicos hacen su casa pueden clasificarse como trabajo infantil. "Cuando participan en actividades estimulantes, tareas voluntarias u ocupaciones que no afectan su salud ni su desarrollo personal, ni interfieren con su educación, ello puede generalmente considerarse positivo. Por ejemplo, ayudar a los padres en el hogar", se indicó.
En definitiva, el flagelo del trabajo infantil continúa teniendo fuerte incidencia en el país. Tiene múltiples causas y se manifiesta también en algunos hogares, donde son los menores los encargados de llevar adelante la casa muchas veces. Un niño explotado será un adulto resentido, marginado. La sola existencia del trabajo infantil entre nosotros debe mover a la acción. Debe generar ideas y estrategias que permitan revertir la tendencia y terminar con una situación que agravia y denigra la condición humana.