La preocupación por la canasta escolar
Se publicó en este diario que la canasta escolar en San Francisco tendrá un incremento de entre 15 a 30 por ciento en los precios con relación al año anterior. Útiles escolares, uniformes y mochilas ocupan un lugar preponderante en la preocupación de las familias al comenzar febrero, ante la inminencia de un nuevo ciclo lectivo.
Esta circunstancia determina situaciones muy variables en las
familias. Pero en todos los casos, el análisis de los precios de los textos, útiles,
uniformes y otros enseres fundamentales para la vida escolar asoma en cada
hogar casi como una cuestión excluyente. Se hacen números, se recorren
comercios y se verifica en cada caso la calidad y duración de los elementos, así
como se vierten constantemente recomendaciones sobre el cuidado que los
estudiantes deben tener para que "duren" todo el año.
Esto determina, sin dudas, que la economía familiar sufre un golpe que puede ser mayor o menor de acuerdo a las posibilidades de cada hogar, pero que ocupa y preocupa a los padres, convencidos de que los materiales de apoyo a la enseñanza son indiscutibles auxiliares a la hora de procurar una mejor educación para sus hijos, hecho imprescindible para que el futuro social tenga alguna perspectiva beneficiosa.
Así las cosas, varias son las perspectivas sobre las cuales debería moverse el tema de la canasta escolar en un contexto económico delicado, marcado por la suba constante de precios. Por un lado, el Estado tiene la obligación de atender las necesidades de los sectores más vulnerables, aportando para que se puedan encontrar útiles de calidad a precios accesibles para los bolsillos menos pudientes. Los acuerdos con las cámaras de fabricantes fueron siempre beneficiosos en este sentido y se aguardan anuncios en esta materia. Por otro lado, gremios y otras asociaciones intermedias trabajan de manera constante para facilitar la compra de los enseres de la canasta escolar a sus afiliados. Lo hacen con distintas estrategias, pero siempre con la mirada puesta en el bien común.
Pero la canasta escolar inicial no incluye a los textos escolares que deben adquirirse cuando los docentes presentan sus respectivas asignaturas. Y en este punto, una situación negativa es recurrente: la falta de libros de texto escolares debido a su alto costo o a que no se consideran esenciales para la vida escolar. Esto es, la calidad de confección de la mochila determina su precio, pero la utilidad de este elemento debiera ir de la mano con la calidad del material que lleva dentro, esencial para que el conocimiento se difunda y las capacidades de los estudiantes se desplieguen.
El sistema escolar se ha acostumbrado a la industria de las fotocopias y los resúmenes. La tasa de libros por alumnos -sean en papel o digitalizados- es una de las más bajas de Latinoamérica hoy. Es un detalle en el que poco se repara, pero vital si se pretende elevar los niveles educativos en el país. Los libros deben volver a las mochilas de los estudiantes primarios y secundarios. El esfuerzo del Estado, los comerciantes, las entidades intermedias y los padres de familia tendría que confluir hacia el objetivo de lograr una canasta escolar con materiales de calidad a precios accesibles, pero que contemple como esencial la inclusión de libros y textos imprescindibles para el aprendizaje correcto y eficaz.