La extinción de especies y la agenda política
Es de magnitud considerable destrucción de la biodiversidad llevada adelante por la expansión de la frontera agrícola y el desmonte irracional en algunas provincias.
La noticia publicada en los medios nacionales brinda datos que son preocupantes para el futuro de la fauna autóctona argentina: el yaguareté podría desaparecer de las yungas en los próximos 50 años; del cardenal amarillo quedan apenas 47 ejemplares; la población de la ranita del pehuenche mendocina se halla en extinción por las sequías, y el cauquén colorado peligra por las prácticas de caza. Estas cuatro especies, junto al venado de las pampas y a la mojarra desnuda, son las más amenazadas.
En medio de la vorágine de la vida cotidiana quizás no se tome noción concreta del riesgo que para los ecosistemas supone la extinción posible de éstas y otras especies animales, muchas de ellas -como el yaguareté- verdaderos íconos representativos del país en el mundo. Por ello, una política de conservación integral se requiere de manera urgente para evitarlo.
El caso del yaguareté es el más claro ejemplo de las complicaciones existentes. Las principales causas de desaparición de esta bella especie son el desmonte y la caza furtiva. Como el animal debe escapar, también los accidentes en las rutas y su muerte cuando se acerca a poblados alimentan el raleo. Pero la amenaza de desaparición de las yungas y selvas en el noreste argentino no desaparece, con lo que las advertencias de los conservacionistas caen muchas veces en saco roto.
La agenda política, surcada por muchos y variados desafíos, no incluye -al menos en una primera instancia- a este tema en las prioridades actuales. Es de magnitud considerable destrucción de la biodiversidad llevada adelante por la expansión de la frontera agrícola y el desmonte irracional en algunas provincias. Pero no se vislumbran acciones decididas para dar vuelta la historia en esta cuestión, más allá de algunas expresiones de deseos que solo pueden considerarse como manifestaciones de buena voluntad por parte de los gobiernos.
Es más, bastante más importante es la tarea de Organizaciones No Gubernamentales que, con apoyo retaceado y en ocasiones nulo, trabajan arduamente en procura de mantener el hábitat de la fauna autóctona y proteger a los animales que pueden desaparecer si no se cambia el rumbo.