La creación de un vivero municipal
Puede robustecer la gestión del arbolado urbano a partir de un diagnóstico exhaustivo del tema, de una reforestación para otorgar sustentabilidad y mejorar la calidad de vida, al tiempo que brinda un servicio de educación ambiental frente a la lucha contra el cambio climático.
Suena repetitivo. Pero nunca está de más enfatizar la importancia que el arbolado urbano tiene para la calidad de vida de los habitantes de una población, independientemente de sus dimensiones geográficas y sus particularidades culturales. El árbolcumple funciones notables: su presencia reduce los ruidos y la contaminación atmosférica, genera pequeños espacios vitales para las aves, suaviza la temperatura ambiente y genera bienestar a los vecinos porque embellece la estética urbana, entre otras acciones favorables. Es fundamental para la lucha contra el cambio climático, ya que es una forma natural de capturar el dióxido de carbono de la atmósfera.
Por ello, entre las más salientes demandas ciudadanas se ubica la necesaria prioridad que debe darse a la creación de más espacios verdes y a la reforestación de las calles. El rol de los vecinos en la cuestión es muy importante, pero a veces requiere de planificadas acciones del Estado local para que la presencia del árbol en la ciudad sea una realidad grata. Una gestión integral del arbolado en la ciudad merece ser una de las prioridades de la próxima campaña electoral. Existen, en la historia reciente, experiencias muy significativas que tienen que ser capitalizadas, así como acciones actuales que podrán sustentar las iniciativas de las autoridades que surjan de los comicios de este año.
Entre ellas, merece destacarse el anuncio reciente de la creación de un vivero municipal que se emplazará en terrenos aledaños al Hogar de Ancianos Diehl de Sienra y en el que se plantarán árboles urbanos y nativos. Según lo anticipado, el vivero tendrá diversas funciones. Además de convertirse en un nuevo atractivo para la comunidad, será proveedor de especies para reforestar diversos barrios de la ciudad.
El trabajo del vivero debe estar enmarcado en una política integral de la cuestión del arbolado en la ciudad. Para mejorar el criterio a la hora de seleccionar las especies que deben plantarse en las calles y espacios verdes, por ejemplo. Así también, en la generación de nuevos hábitos de la población, permitiendo que el vecino se acerque y participe en la reforestación ciudadana. Por cierto, un emprendimiento de este tipo cumple una función esencial en materia de educación ambiental, ayuda a la conservación de la biodiversidad y fortalece las prácticas sustentables.
Estas metas parecen estar contempladas en el proyecto anunciado. Se afirmó que el vivero, además de proveer, va a generar conciencia sobre las particularidades de los árboles que se pueden plantar en la ciudad. Se organizará asimismo una metodología de reposición de ejemplares dañados o enfermos y podrá trabajarse en materia educativa colaborando con los distintos establecimientos escolares sanfrancisqueños, entre otras acciones.
Es plausible, por lo tanto, la creación del vivero municipal. Porque puede robustecer la gestión del arbolado urbano a partir de un diagnóstico exhaustivo del tema, de una tarea intensiva de reforestación orientada a que se cumplan el objetivo de otorgar sustentabilidad y mejorar la calidad de vida, al tiempo que brinda un servicio de educación ambiental cuya trascendencia es invalorable y está fuera de discusión frente a la necesidad de aportar a la lucha contra el cambio climático.