Indignación y desesperanza
El fallo del caso Mariana Ellena deja aquellas sensaciones negativas, abruma ante la cristalización de la iniquidad y la sinrazón, pero no habilita la resignación social. La ley debe cambiar. El reclamo no puede cesar.
El Tribunal Superior de Justicia de la provincia rechazó el recurso de casación presentado por la familia de Mariana Ellena para cambiar la sentencia a "dolo eventual", y de este modo negó la posibilidad de que los involucrados en la muerte de la joven sanfrancisqueña vayan a prisión. Los jueces del TSJ ratificaron así la pena dictada en octubre de 2015 por la Cámara Cuarta del Crimen, en la que se acusó a Gustavo Lucca por "conducción peligrosa" (por la "picada" callejera) y se le impuso 2 años y 4 meses de prisión condicional. En tanto que sobre Catriel Bertorello, hijo de un conocido cantante folklórico de la capital cordobesa, cayó la pena de "conducción peligrosa" y el "homicidio culposo" de Mariana, toda vez que en el juicio quedó comprobado que cruzó en rojo el semáforo de Chacabuco y Corrientes, en setiembre de 2011, y atropelló a la profesora de educación física que volvía a su casa.
No por esperada la noticia deja de causar sensaciones negativas. La muerte de una joven siempre lastima, hiere a la comunidad que la vio nacer. Mucho más si las circunstancias son tan absurdas como en este caso. Pero además, luego de un largo y desgastante proceso judicial aparecen la indignación y la desesperanza.
Indignación porque no es posible comprender cómo, a esta altura de los tiempos, la ley ignora y evita obviedades sobre las que cualquier lego en derecho advierte por aplicación del sentido común. Se afirma que los textos legales no permiten avanzar sobre otras interpretaciones, lo cual es verdad. Pero nada se hace en ámbitos judiciales para insistir ante el Poder Legislativo en que se modifiquen. Y, mucho menos, en el Congreso Nacional o las legislaturas provinciales donde buena parte de quienes ocupan bancas no parecen estar preocupados por defender la vida en todas sus formas y sí por mantenerse dentro de un sistema que, por momentos, huele fétido.
Ante la constatación de estas circunstancias, la irritación inicial da paso a la desesperanza. Como bien ha afirmado el padre de la joven fallecida, asoma el azoro ante la constatación de que "la vida en este país no tiene valor". Y de que las víctimas de sucesos tan penosos casi que hasta aparecen como responsables de haber tenido la desgracia de cruzar o transitar una calle en un momento determinado. Es inaudito que, en el intento de argumentar los fallos judiciales de este caso se apele a que el hecho ocurrió en una esquina poco iluminada y debido a que Mariana llevaba vestimenta de colores oscuros.
Para peor, la sentencia del Superior Tribunal asomó a la luz pública cuando en Rosario una picada similar se cobró la vida de un humilde trabajador. El calvario de los familiares volverá a repetirse, mientras la letra fría de la ley sigue sin cambiarse ante la indolencia de quienes tienen la responsabilidad hacerlo. El fallo del caso Mariana Ellena deja aquellas sensaciones negativas, abruma ante la cristalización de la iniquidad y la sinrazón, pero no habilita la resignación social. La ley debe cambiar.
El reclamo no puede cesar. En San Francisco, Mariana, su familia y tantas otras víctimas de episodios similares son ejemplo y sustento sólido para que persista la exigencia de la modificación de la legislación y de la aplicación de una verdadera Justicia.