Ideologización del dolor
La banalización del dolor de la sociedad argentina que hizo la vocera presidencial configura una actitud rastrera, escandalosa, que, por fortuna, ha merecido un amplísimo rechazo. Además de pedir perdón, la renuncia o el pedido de hacerlo por parte de sus superiores, sería una actitud esperable.
"Cuéntame qué es para ti el dolor y te diré quién eres". La frase fue escrita por el escritor y filósofo alemán Ernst Jünger, pensador de raíz nacionalista y conservadora en sus comienzos que luego fue muy crítico con los movimientos políticos autoritarios. La frase está contenida en el libro "Sobre el dolor" publicado en 1934, en el que ya se advertía la deriva totalitaria del nazismo.
Siguiendo con la filosofía, la también alemana Hannah Arendt, aplicando al caso del criminal nazi Adolf Eichmann, acuñó la idea de la banalidad del mal por la cual las personas "normales" pierden la capacidad de juicio y los encuadró en tres grupos: los nihilistas (descreídos, resentidos), los "ciudadanos normales" (el hombre masa) y los dogmáticos (que se aferran a una postura heredada).
Aplicando estos parámetros filosóficos a la realidad, se puede alegar que la lamentable expresión vertida por la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, en el sentido de que las piedras colocadas en la Plaza de Mayo como homenaje y recuerdo a los fallecidos por el Covid fueron obra de "la derecha", deja en evidencia su incapacidad de juicio provocada por el dogmatismo que hasta parece renegar del dolor que provocó el Covid. Y nos dice quién es.
Aunque el video en el que pronuncia la frase fue borrado inmediatamente de sus redes sociales y la vocera se enroscó en explicaciones intrincadas para salir del brete e intentar alguna defensa, estos conceptos ya pertenecen a la retahíla de expresiones inauditas que revelan cinismo, descaro y falta de respeto para con el sufrimiento de los familiares de más de 130 argentinos que perdieron la vida durante la pandemia. En un primer momento intentó victimizarse, señalando que lo borró para no recibir los ataques de esa misma "derecha". Luego, ante la constatación de que el cuestionamiento se extendía, procuró salir del paso con un pedido de disculpas que no asomó como sincero.
Además de pedir perdón, la renuncia o el pedido de hacerlo por parte de sus superiores, sería una actitud esperable. Sin embargo, terminará siendo un episodio trivial más, pero repudiable de todos modos, desplegado por un gobierno que profanó las piedras colocadas en un primer homenaje, que prohibió despedir a los muertos, realizó fiestas en el más alto nivel del poder mientras mantenía encerrados a los ciudadanos y mostró el mismo dogmatismo ideológico cuando debió adquirir vacunas, además de priorizar la vacunación de sus funcionarios y amigos del poder antes que a quienes efectivamente estaban en situación de riesgo de vida.
En este tiempo complejo e incierto, desuela constatar cómo las dogmáticas categorías ideológicas nublan y hasta suprimen la capacidad de juicio. Esta banalización del dolor de la sociedad argentina configura una actitud rastrera, escandalosa, que, por fortuna, ha merecido un amplísimo rechazo. La vocera presidencial nos ha dicho quién es cuando nos contó qué es el dolor para ella.