Hace rato que dejó de ser honorable
Hace tiempo que la integridad escasea en algunos ámbitos. Hace rato que episodios propios de una caricatura establecen que la palabra honorable no se ajusta a la realidad del Congreso de la Nación.
El deplorable episodio protagonizado por un legislador oficialista salteño en plena sesión virtual de la Cámara de Diputados de la Nación ha dado mucha tela para cortar. Desde las repercusiones institucionales más serias hasta los memes -característica de esta época signada por las pantallas- que ridiculizan aún más lo insólito de la actitud y de las explicaciones de alguien que parecía no tener ningún problema de culpa.
El diputado que se mostró en cámara en un acto erótico con quien dijo ser su pareja finalmente renunció a su banca, luego de dar explicaciones insensatas como por ejemplo señalar que en el norte del país la conectividad tiene muchos problemas. Puede ser que así sea, pero no se conoce ninguna iniciativa, ni proyecto, ni gestión del protagonista de este penoso suceso para reclamar o activar acciones gubernamentales dirigidas a mejorar la situación que solo denunció luego de exponerse de manera grotesca frente a todo el país.
La renuncia fue el corolario de un proceso rápido en el que habría sido determinante la presión de sus pares de la Cámara, seguramente más preocupados por la reacción de la opinión pública que por establecer modos de funcionamiento del Congreso que se ajusten a la responsabilidad institucional que debería asumir. Aunque vale destacar la reacción de las autoridades de Diputados que, inmediatamente, aplicaron el artículo 188 del reglamento que establece la formación de una comisión para investigar las faltas de los miembros de la cámara y decidir la sanción. La dimisión del diputado salteño despejó el panorama.
¿En verdad volverá a tener vigencia aquello de que "muerto el perro se acaba la rabia"? Por lo pronto, varias consideraciones pueden plantearse. La primera es que el funcionamiento virtual de la Cámara de Diputados -y también del Senado de la Nación- es una afrenta a los millones de ciudadanos argentinos que día a día hacen salen a trabajar y se exponen al virus que domina nuestras vidas. Mientras tanto, en la comodidad de sus hogares, los legisladores participan de una especie de reality show, protagonizando episodios que promoverían a la carcajada si no fuese porque supuestamente allí deberían debatirse temas importantes para la vida de este país en permanente crisis. Pero en el mismo momento de la discusión se cambian de ropa, toman bebidas alcohólicas, se desperezan en su cama, duermen una siesta, están más atentos al teléfono que a lo que se discute, se cortan las uñas, colocan una fotografía cuando no quieren estar en la sesión y llegan al extremo de exhibirse en escenas de corte erótico con su pareja. Total, si algún reproche se recibe, la culpa es de la tecnología.
Volver a la presencialidad es una obligación de las Cámaras legislativas de todo el país. Lo que posiblemente no ocurrirá porque quienes las integran se hallan mucho más cómodos en la virtualidad, mientras la cuarentena eterna se lleva puestas las aspiraciones de gran parte de la sociedad y las instituciones que dicen defender son atacadas por la aprobación de proyectos que responden a intereses personales o sectoriales y no procuran el Bien Común.
El nombre oficial de las cámaras del Congreso de la Nación lleva la palabra "honorable". En primer lugar, esta denominación hace referencia a la honestidad, la decencia, el decoro y el honor. Situaciones como las comentadas lejos están de responder a estos significados. Pero además, la palabra honorable parecería implicar que solo los legisladores lo son. Si bien queda claro muchos de ellos lejos están de serlo, asoma como un adjetivo que remite a una superioridad mal entendida.
Mariano Moreno, en La Gaceta de Buenos Aires, allá en los primeros tiempos de la Patria escribió: "Si me considero igual a mis conciudadanos, ¿por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo?". Y agregó que "soy un ciudadano, sin derecho a otras consideraciones que las que merezca por mis virtudes". Hace tiempo que la integridad escasea en algunos ámbitos. Hace rato que episodios propios de una caricatura establecen que la palabra honorable no se ajusta a la realidad del Congreso de la Nación.