Enseñanza que deja el caso de “Chocolate”
El resonante y doloroso caso del perrito "Chocolate" puso en el tapete, quizás como nunca antes, un debate público necesario acerca del cuidado que reciben los animales.
El resonante y doloroso caso del perrito "Chocolate" puso en el tapete, quizás como nunca antes, un debate público necesario acerca del cuidado que reciben los animales en nuestra ciudad. Y estableció con claridad que el rechazo social al maltrato es generalizado. El repudio a la agresión al cachorro llegó hasta instancias nacionales pues fueron varios los medios de comunicación que se hicieron eco del tema en otras latitudes.
La sociedad se vio conmovida por el terrible estado en el que encontraron al animal que esta madrugada falleció. Las fotografías fueron elocuentes, mostraron cómo la crueldad humana puede llegar a límites insospechados. Aunque es preciso también remarcar que algunas reacciones que se difundieron terminaron generando situaciones indeseables para personas que nada tuvieron que ver con el caso, lo que también es lamentable.
Es que la propagación actual de los mensajes, sin filtro en su mayoría, a través de las redes sociales permite por un lado instaurar la conciencia de que es imposible seguir tolerando maltratos a animales como el que sufrió "Chocolate". Quedó demostrado el interés de la ciudadanía por el asunto. Y estableció, quizás, un límite que evitaría que las cosas se desmadren en este punto. La tolerancia cero con los que agreden cruelmente a los animales es hoy una postura ampliamente mayoritaria. Por el otro, al ser un instrumento tecnológico usado por personas, también se pudieron observar conductas de las peores que puede asumir un ser humano.
Estas dos caras bien contrapuestas de una misma moneda permiten tomar partido rápidamente por una de ellas. La primera. Y a partir de allí insistir en el reclamo de que la Justicia haga su parte y de que se contemplen políticas oficiales para proteger a los animales indefensos. Es verdad que en los últimos años se han modificado leyes que agravaron las penas para quienes cometen este tipo de actos de violencia irracional. Pero al mismo tiempo resta mucho por hacer para que el maltrato animal deje de ser un azote social.
Desde otro costado, no puede menos que preocupar esta violencia hacia los animales, que bien puede ser una manifestación evidente de que la agresión humana no encuentra límites en determinadas realidades. Esto impele a la ciudadanía a una reflexión profunda sobre las maneras de relación que se están entablando en nuestras sociedades. En cómo la violencia -en todas sus manifestaciones- parece haberse naturalizado.
Tolerar, dejar pasar, hacer caso omiso a este triste episodio significará que la sociedad resignará la posibilidad la convivencia armónica. El contrato social despedazado en los últimos años se manifiesta también en este tipo de situaciones lamentables. La víctima de la barbarie en este caso fue un perro y la Justicia debe imperar para que los responsables sean sancionados como la ley estipula. En el mismo sentido, como una enseñanza de aprendizaje impostergable, no hay que olvidar que niños, mujeres y ancianos también son objeto de afrentas tanto o más graves, merecedoras del unánime repudio de los seres humanos que todavía pretenden comportarse como tales.