Elecciones
En medio de esta realidad difícil en la que se esparce el pesimismo y la indiferencia, los cordobeses tenemos hoy la ocasión más propicia para reflotar aquel entusiasmo por la cosa pública, por la discusión de los temas de interés común y por la búsqueda en conjunto de una vida mejor.
Una vez más los cordobeses ejerceremos hoy el derecho al sufragio, práctica que garantiza la institucionalidad y da voz al pueblo en la elección de sus representantes. Merece repararse en la trascendencia que este acto de ciudadanía responsable tiene para la vida en comunidad. La democracia supone el voto popular y a partir de él se consolida, se fortifica, se experimenta, se vive. No obstante, la instancia de hoy es condición necesaria pero no suficiente. Hace falta compromiso en la construcción del bien común, determinación en la búsqueda de soluciones a los problemas de la comunidad y perseverancia en el respeto a las obligaciones, derechos y garantías establecidos en los textos constitucionales, entre otros elementos.
La realidad actual del país no ofrece perspectivas para el optimismo. La situación económica es muy angustiante y las respuestas políticas no son las esperadas. Sin embargo, no cabe duda de que la esperanza en un cambio que mejore la calidad de vida de la ciudadanía crece cada vez que se realizan elecciones. Es por ello que la apuesta se redobla y, aunque luego las cosas sigan complicadas, la expresión popular es, sin dudas, la principal herramienta para el cambio.
A decir verdad, no se ha observado entusiasmo en la población por este nuevo acto electoral. Muchos factores serían los generadores de este panorama. Puede atribuirse a que la participación popular es, por fortuna, una costumbre ya instalada en el país. Pero también se observa cansancio, hastío y preocupación ante la falta de respuestas que permitan aliviar la carga en materia económica y brindar algo más de seguridad a la población.
El desencanto se evidenciará con más nitidez en los comicios para elegir autoridades nacionales, pero también está presente en la elección de hoy, de donde saldrán los nombres de los dirigentes que gobernarán la provincia y la ciudad por los próximos cuatro años. Las razones de la apatía y la desconfianza asoman en todos los análisis y se repiten en cada acto electoral. Un listado de estos factores incluye la crisis de representatividad del sistema político actual, la persistencia de listas de candidatos que no surgen de la voluntad de los adherentes a una agrupación, la cada vez más frecuente adhesión a conductas autoritarias que no respetan el pluralismo, la disgregación de partidos políticos hoy convertidos casi en sellos, la "borocotización" permanente de algunos dirigentes y el uso permanente de recursos mediáticos visuales a través de la televisión y las nuevas tecnologías que muchas veces surte un efecto anestésico. Y además está la grieta. En Córdoba también existe. Quizás con menos virulencia producto de la sensatez y prudencia de cierta dirigencia ante las extemporaneidades de otros sectores.
En medio de esta realidad difícil en la que se esparce el pesimismo y la indiferencia, los cordobeses tenemos hoy la ocasión más propicia para reflotar aquel entusiasmo por la cosa pública, por la discusión de los temas de interés común y por la búsqueda en conjunto de una vida mejor. Para ello es necesaria la participación a través del voto que tanto costó conseguir en esta Argentina de vaivenes pronunciados. Una elección abre expectativas y renueva algunas esperanzas. Es el, entonces, momento de reafirmar la convicción democrática para que Córdoba sea, otra vez, el rostro anticipado de nuestro país.