El valor del Nacional de Baby
No sólo es una competencia deportiva. También es una oportunidad única para la convivencia, la confraternización y el resurgimiento de los valores.
Está llegando a su fin una nueva edición del Campeonato Nacional de
Baby Fútbol, organizado por la liga de nuestra ciudad. Se trata, sin dudas, del
mayor evento del deporte infantil que, como es ya tradicional, se vive todos
los veranos en San Francisco. Y no sólo es una competencia deportiva. También
es una oportunidad única para la convivencia, la confraternización y el resurgimiento
de los valores más sublimes que se encarnan en la práctica deportiva.
El esfuerzo de los dirigentes del Baby Fútbol tiene recompensas sublimes que se reflejan en el rostro risueño y alegre de un niño que termina su participación en la liga jugando a otro nivel y compitiendo de la mejor manera. Pero también viviendo una experiencia singular, pues los jugadores locales y sus familias son las anfitrionas de niños provenientes de todas las regiones del país e incluso del exterior. Este solo dato muestra cabalmente la importancia del Nacional, porque es allí donde se manifiestan aquellos principios que son el mejor aprendizaje para la vida.
A más de cuatro décadas de su instauración como evento deportivo que marca los veranos sanfrancisqueños, el Nacional de Baby Fútbol permite realzar la convivencia, el diálogo fraterno, la competencia bien entendida, la alegría por jugar y el esfuerzo organizativo puesto al servicio de los verdaderos protagonistas que son los chicos. Las historias de amistad que se han forjado entre sanfrancisqueños y foráneos a lo largo de todo este tiempo son la mejor demostración de que el trabajo vale la pena.
Es verdad que el clima no siempre ha sido favorable. Es cierto que también este año ha jugado un rol importante y generado trastornos que alteraron la organización y causaron malestar porque las instalaciones de algunos clubes se vieron anegadas y así se arruinó en parte la labor ímproba para presentarlas en las mejores condiciones. Sin embargo, la voluntad férrea de los adultos responsables en los clubes, con el acompañamiento de los padres, pudo más que la incómoda lluvia y superará seguramente cualquier temporal.
También es cierto que el tejido social está dañado y no por las precipitaciones. Y que esta lamentable situación puede determinar en algún caso situaciones no deseables, especialmente con la conducta de algunos espectadores fuera de los campos de juego. Sin embargo, se trata de resabios de conductas impropias, muy minoritarias y fácilmente identificables. La enorme mayoría de los adultos y niños protagonistas de esta fiesta la viven como tal y se esfuerzan por hacer de San Francisco un ámbito de hospitalidad y fraternidad en la semana del torneo.
A escasas horas de que finalice una nueva edición del Nacional, es preciso rescatar el esfuerzo y la dedicación de la dirigencia, la participación entusiasta de entidades intermedias, el valor del trabajo de los padres y la alegría siempre renovada de los pibes. Hace más de 40 años que no se trata sólo de jugar un rato al fútbol. Esta es la excusa válida para rescatar, valorar y poner en vigencia los principios de convivencia que el deporte es capaz de exhibir.