El Señor de la fotografía
José Curiotto repasa 70 años de carrera artística en un recorrido demarcado por la pasión y las ganas de reinventarse.
"Todavía recuerdo el rostro de la primera foto carnet que tuve que tomar", cuenta José Curiotto antes de que la entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO comience a llevarlo por el laberinto de su historia. Y es que mientras unos recordamos en palabras, algunos lo hacen a través de olores que los llevan a un momento preciso y otros en canciones que le marcan una época determinado, los fotógrafos recuerdan -obviamente- en imágenes.
Pero esa primera foto carnet no fue el inicio de su carrera. Antes, estuvo años aprendiendo y llevando a cabo diferentes tareas en el laboratorio que más tarde se convertiría en suyo. Fue ese día a día en los pormenores del oficio lo que lo llevó a enamorarse de la fotografía.
Hoy, más de 70 años después de la primera vez que ingresó al estudio, Don José es parte de la historia de la fotografía de San Francisco. No sería exagerado asegurar que "es" la historia de la fotografía en nuestra ciudad.
"Me apasionó tanto la fotografía que quise dejar todo para dedicarme a ella"
Entre aquellos inicios de retocar positivos a convertirse en un fotógrafo laureado a nivel internacional, pasaron cientos de historias, miles de rollos y millones de clicks. Pero a sus 86 años tiene la paciencia y la pasión intactas para hacer su mejor autorretrato, esta vez, en palabras.
Es que nunca dejó la cámara guardada en un cajón. Al contrario: su espíritu inquieto nunca descansa y hace unos años la curiosidad lo llevó a descubrir una técnica que considera propia y sigue emocionándose hasta las lágrimas con lo que genera en el espectador (hoy en las redes sociales) y más allá de que la mayor parte de su tiempo la pasa en Villa Carlos Paz alza la voz entrecortada para pedir mejores condiciones para los expositores en nuestra ciudad.
Amor al primer disparo
Corría 1948 cuando, con 15 años, José ingresó al estudio que por entonces se llamaba "Luz y Sombra". Comenzó haciendo "de todo un poco", pero sobre todo aprendiendo. Cuando empezó a descubrir la magia del oficio ya nunca lo abandonó: "Me apasionó tanto la fotografía que quise dejar todo para dedicarme a ella. Por suerte no lo hice porque la educación después me sirvió para el negocio".
Pero en ese entonces la tarea no era tan sencilla como ahora y antes de tomar una cámara, había otros conocimientos que adquirir. "Pasé por todas las facetas. En ese entonces se empezaba por el retoque de positivos, que era tapar rayitas y puntitos en las fotos. Se utilizaban lápices o pinceles con pelo de marta y anilina. Después pasé al retoque de negativos y a los tres meses ya hacía el trabajo más fino: había aprendido rápido", rememora.
"Todavía recuerdo el rostro de la primera foto carnet que tomé. ¡Qué susto tenía ese día!".
El escalón siguiente sería pasar a darle color a las fotografías. Sobre esos días recuerda que se pasaba "horas y horas pintando. Usábamos una anilina especial, había un color para el rostro, otro para las mejillas, otro para los labios. Así le dábamos color a las fotos una por una".
Finalmente, luego de dos años de arduo trabajo en tareas complementarias al acto de fotografiar, por fin le llegó el momento. "Era una hazaña para mí. Todavía recuerdo el rostro de la primera foto carnet que tomé. ¡Qué susto tenía ese día!".
A medida que se adentraba en el oficio más crecía su interés y su curiosidad. Devoraba las revistas especializadas, lo poco que le llegaba a la ciudad. "Me gustaba ver qué hacían retratistas de otros países. Puedo decir que tengo la escuela de los fotógrafos famosos de otros países que yo admiraba en aquella época".
Siempre fue autodidacta: "Aprendí solo, viendo revistas, leyendo, viendo y haciendo".
Más tarde le ofrecieron ir al laboratorio y no lo dudó porque le interesaba conocer el proceso completo. "Hoy el fotógrafo compra una cámara que es automática y que te mide la luz y la distancia. No se pinta más, no se trabaja en el cuarto oscuro. Hoy el fotógrafo tiene que aprender a usar una sola máquina. Antes teníamos que aprender a copiar, a revelar, a trabajar en la oscuridad, con una mínima luz y saber cuándo estaba a punto la fotografía", explica.
Es que, en esos tiempos, la fotografía se dividía en 5 suboficiones: retocador de positivos, retocador de negativos, iluminador, retrato y laboratorio.
"Devoraba las revistas especializadas, lo poco que le llegaba a la ciudad. "Me gustaba ver qué hacían retratistas de otros países. Puedo decir que tengo la escuela de los fotógrafos famosos de otros países que yo admiraba en aquella época".
Recuerda con una sonrisa que cuando empezó a tomar fotos las familias enteras que llegaban al estudio a retratarse se sorprendían: "Vos nos vas a sacar la foto", le preguntaban asombrados por su juventud.
Su primera participación en una suerte de competencia fue en la peña fotográfica cordobesa y todos se sorprendieron por la calidad de sus trabajos.
Obtuvo el segundo puesto pero le contaron que peleó reñidamente por el primero. "Para mí era un triunfo porque yo no era nadie, ni los conocía. Ellos vinieron, me buscaron y nos hicimos muy amigos. Algunos siguen hasta hoy con la fotografía", recuerda con cariño.
Los reconocimientos comenzaban a llegar y cada uno de ellos era tanto una satisfacción como una sorpresa para José.
En el salón del retrato entre Argentina y Uruguay de 1969 obtuvo el primer puesto y en Buenos Aires -cuando retiró el premio- percibió el asombro que despertaba su trabajo: "Fotógrafos famosos, que habían expuesto en Estados Unidos y Europa no podían creer que sus retratos no hubieran ganado. Ellos estaban acostumbrados a fotografiar a gente famosa y no podían creer que un retrato mío hubiera ganado. Yo era joven y no me conocían".
Pedro Ottero era representante de Agfa y recibía más de 100 imágenes por día de fotógrafos de todo el país y la mayoría terminaba durmiendo eternamente en un cajón. Pero a Curiotto le hizo una confesión: "Cuando llegó la suya dije 'epa, esto es otra cosa'. Ahí me comprometió para que haga una muestra en Buenos Aires".
Pero no solo sorprendía su talento para retratar, sino también la calidad de su impresión. En Buenos Aires le preguntaban quién le copiaba las fotos y él no entendía: "Si yo era el expositor, obviamente la impresión la hacía yo, pero en otros ámbitos no era así".
Internacional
Otra gran satisfacción fue cuando una prestigiosa revista especializada de Miami reconoció su talento en una de sus ediciones. La publicación diseñaba los números con un año de anticipación ya que la selección e impresión de las fotografías debía ser perfecta.
Pero obviamente había una limitación: solo publicaban 3 imágenes por fotógrafo. Cuando Curiotto envió un set recibió como devolución la llamada del director y la sorpresa de que como excepción incluyeron 14 de sus fotografías (casi todas las que había enviado) en un mismo número. "Me cayeron las lágrimas de la emoción", asegura.
"Me di siempre el gusto de traer la última tecnología. El primer equipo que entraba al país, era para Curiotto".
A la vanguardia
Cuando pasó a ser el dueño del negocio, Curiotto continuó paralelamente su carrera artística pero sin descuidar lo comercial: "Me di siempre el gusto de traer la última tecnología. El primer equipo que entraba al país, era para Curiotto".
"Eso sucedió tres veces. El equipo que está ahora en el negocio y a mi nombre lo recibí directo desde Japón. No había salido al mercado y cuando lo presentaron en Orlando dijeron que Curiotto ya tenía uno que estaba funcionando. Siempre tuve lo mejor que había", comenta orgulloso.
A la obsesión por la perfección siempre le sumó la inquietud por buscar nuevos horizontes. Entonces, fue "saliendo" del retrato: comenzó a tomar fotos en exteriores con el mismo éxito. Recibió premios y distinciones de todo tipo y su trabajo lo llevó a ser nombrado como Artista Internacional por la Federación de Fotografía con sede en Bruselas.
A lo abstracto
A medida que fueron los años y los viajes comenzaron a hacerse más difíciles, José comenzó a experimentar con el estilo compositivo. Cuenta que recibió elogios hasta de pintores, que son los amos de esta técnica.
Pero no se quedó allí y dio un paso más adentrándose en lo abstracto. "Cuando tengo ganas y estoy inspirado empiezo a hacer cosas. Así llegué a esta técnica que puedo decir que es mía. No he visto algo parecido en todo el mundo. Es otra satisfacción a esta altura de mi vida estar haciendo algo moderno, abstracto", comenta.
Aun esta altura de su vida se siente entusiasmado: "Descubrí una técnica que me impactó. Me sorprendí a mí mismo. Supuse que si me gustaba a mí le tenía que gustar al público. Y así fue. En las últimas exposiciones que hice acá en el museo fueron mayormente con fotos abstractas, más allá de que hubiera algún elemento figurativo. Usé tela, plumas, vidrios".
Al adentrarse en este mundo descubrió que es posible llegar a diferentes públicos: "El que sabe analizará color, equilibrio, esos factores. Pero el que no sabe se irá contento porque pasó un momento placentero. De eso se trata esta fotografía: de jugar son las sensaciones del espectador".
Un nuevo mundo
Fiel a su estilo de quedarse en un lugar, José decidió abrir un perfil en Facebook donde acepta todas las solicitudes que le envían. Allí, cada tanto, sube sus trabajos e interactúa con el público.
Descubrió una nueva manera de conmoverse y conmover. Es que le llegan comentarios de todas partes del mundo y al contarlo se quiebra, lo invade la emoción. "Es otra satisfacción de tantas que me dio la fotografías, hoy tengo amigos de todo el mundo. Nunca dejaré de agradecerle a esta profesión que amo tanto desde el primer día que la conocí", expresa con un nudo en la garganta.
Las lágrimas de su rostro muestran emoción y no es difícil trazar un puente imaginario hacia el momento en el que sacó su primera foto para descubrir que la pasión sigue intacta.
Un pedido desde el corazón
Curiotto dedicó un tramo especial de la fotografía para hacer un llamado a las autoridades de nuestra ciudad y pedir mejores condiciones para los artistas locales que deseen exponer en el museo local. "Lo tengo que decir. Yo hace unos años estoy viviendo prácticamente en Carlos Paz. Hice dos exposiciones y les encantó. En una sala que es un encanto, por la iluminación y las comodidades. A esos trabajos no los expuse acá porque los valoro mucho, son un esfuerzo, son una creación mía y no puedo colgarlos en un lugar donde tenés que llevarte las lámparas y ni un electricista ponen a tu disposición. Me tocó inaugurar exposiciones y que no haya ni un representante de la municipalidad. Yo en Carlos Paz inauguro y está el director de Cultura felicitándome y diciéndome que le jerarquizo la sala", cuenta.
Mensaje a las autoridades: "Que lo entiendan: la cultura es el progreso de los pueblos y no puede faltar"
Luego añade: "Sentís que hay una diferencia enorme, lamentablemente tengo que decirlo. A través de esta nota les pido a las autoridades, a la gente de Cultura que mejoren, que pongan las luces que corresponden. Hice tres exposiciones en Rafaela y allá tienen todas las luces a la distancia que corresponde. Acá hay obras mitad en la luz mitad en la sombra, reflectores a 4 metros. Esto es Cultura, para mí, para el pintor, para el que cuelga un trabajo. Que lo entiendan: la cultura es el progreso de los pueblos y no puede faltar. Se invierte en tantas cosas y que dejen la cultura así descuidada, que un expositor tenga que ir a comprar las luces es una vergüenza".