El mérito de estudiar
La llegada de esta primavera decreta la celebración de un Día del Estudiante atípico. El ambiente social no es festivo. Quizás sea una buena oportunidad para también generar la reflexión. Porque, además de alegría y vitalidad, el estudio es un oficio y sigue siendo una actitud digna de mérito.
Será un día del Estudiante distinto, extraño. La alegría en las plazas no se podrá observar. Algunas pantallas "resolverán" -si cabe el término- la situación. Pero nada será igual en este año en que la pandemia ha destrozado los rituales y esfumado la noción de tiempo y espacio. Nuestros estudiantes, desde los más pequeños hasta los que se forman en alguna profesión u oficio, han debido adaptarse a esta realidad y sortear innumerables inconvenientes. En su gran mayoría contaron con el apoyo de docentes y padres, pero también con su esfuerzo personal y su dedicación.
Aunque el vocablo sea vilipendiado hasta por el propio presidente de la Nación y se sucedan expresiones ideologizadas con intereses no siempre explícitos, seguirá existiendo el mérito de estudiar y capacitarse. Mucho más en este tiempo. Porque nuestros estudiantes hoy están superando las adversidades y demostrando que el esfuerzo personal es un atributo clave aun cuando las oportunidades no sean las mejores.
Si algo ha enseñado este largo período de edificios cerrados y vacíos, es el valor de la escuela como espacio de encuentro, de socialización. El compartir entendido como distribuir el conocimiento a todos por igual. La tecnológica acrecentó brecha y disminuyó la posibilidad de que las oportunidades sean iguales. Pero esta situación es endémica en el país. Se fue perdiendo como consecuencia del deterioro notable de los aspectos socioeconómicos y culturales en las últimas décadas. Entonces, aquellas expresiones presidenciales acuñan una verdad que es justificada con una falsedad. La igualdad de oportunidades no se consigue rechazando el mérito de esforzarse. Por más posibilidades que tenga, "el más tonto de los ricos" -según la expresión del primer mandatario- las dilapidará porque no será capaz de aprovecharlas.
En latín, el sustantivo "studium" significaba "empeño", "afición", "afán" (sobre todo, afán de aprender "studium discendi"). El verbo studeo significaba "poner empeño". Entonces, desde tiempos inmemoriales estudiar exige esfuerzo y dedicación. También disciplina. Sin ella, el conocimiento y la ciencia serían imposibles. Claro que esto resulta difícil de asumir cuando se viven tiempos en los que gana terreno la cultura de lo efímero, lo fácil y lo divertido y en la que algunos gobernantes que no son capaces de brindar igualdad de oportunidades se justifican rechazando una verdad de Perogrullo: la que establece la validez del esfuerzo personal para alcanzar metas propuestas.
La llegada de esta primavera decreta la celebración de un Día del Estudiante atípico. El ambiente social no es festivo. No hay mucho entusiasmo. El pesimismo peligrosamente va dando paso a la desesperanza. Aquellas manifestaciones juveniles de otros años permitían aliviar las tensiones y aflorar las emociones. Hoy no las veremos. Serán virtuales. Quizás sea una buena oportunidad para también generar la reflexión. Porque, además de alegría y vitalidad, el estudio es un oficio. Que requiere de herramientas y método. Y si bien en la superficie no se refleja, estudiar sigue siendo una actitud digna de mérito.