El desastre de los incendios
Córdoba está viviendo una de las temporadas de incendios más graves de su historia. El daño es inconmensurable. El desastre es un flagelo que exige más prevención, más recursos y más atención. Voluntades para combatirlo sobran.
La provincia de Córdoba está viviendo una de las temporadas de incendios más graves de su historia. Las llamas devoran pastos y bosques en gran parte del territorio cordobés ofreciendo los espectáculos tristes que se han podido observar en las pantallas y mostrando el coraje y la decisión de bomberos voluntarios y vecinos de las áreas afectadas para luchar contra un fenómeno de proporciones dantescas.
Como contrapartida, también muestra la degradación humana al más bajo nivel con la detención de varias personas acusadas de ser las iniciadoras de los siniestros. Algunas por negligencia grave. Otras directamente por su conducta aviesa, antisocial y criminal de encender el fuego con la intención notoria de provocar este enorme daño a la fauna, la flora y los bienes.
Hace pocos días, en esta columna, se advirtió sobre la dimensión particular de la temporada de incendios rurales en la provincia y, especialmente en nuestra región. Se hizo alusión a la estrechez de recursos de nuestros bomberos voluntarios que afecta la capacidad de acción de quienes tienen la misión social de salvar vidas y bienes amenazados por la sucesión casi interminable de incendios de pastizales totalmente secos. Además, se señaló que los pronósticos no avizoraban una cercana finalización de la sequía, con lo que el panorama puede agravarse en el futuro cercano.
Pues la gravedad de los incendios que arrasaron las sierras y a otras regiones de Córdoba constata la pertinencia de aquellas advertencias. Más de 50.000 hectáreas ya han sido devoradas por el fuego. Es 2020 el año con mayor afectación por incendios desde el 2013, cuando más de 152.000 hectáreas fueron arrasadas por las llamas generando un impacto ecológico y económico cuyas consecuencias se siguen arrastrando en la actualidad y se potencian con este nuevo desastre que sucedió.
Frente a la magnitud de las pérdidas, viene a traer algo de alivio la decisión del gobierno de la provincia de declarar Zona de Desastre Agropecuario a los sectores afectados por los incendios. Esto implica exención en el pago del impuesto inmobiliario rural como beneficios crediticios, según se indicó oficialmente. Al mismo tiempo, los afectados podrán acceder a los beneficios del fondo nacional de Desastres. También, la administración provincial relevará los daños en postes, alambrados y animales muertos, para "tomar las medidas necesarias y atender esta situación". Asimismo, habrá subsidios para las familias en los casos en los que hayan visto perjudicados los bienes muebles y/o bienes inmuebles tanto para viviendas, comercios o cabañas de uso turístico.
Estas medidas traerán algo de tranquilidad. Pero persiste la angustia de perder todo, de luchar infructuosamente contra la fuerza del fuego y de no poder resguardar un ambiente único. Cada incendio de este tipo demandará décadas de restauración. El daño es inconmensurable. El desastre de los incendios es un flagelo que exige más prevención, más recursos y más atención. Voluntades para combatirlo sobran.