Ejemplos de una concepción del poder
Quedó expuesta una concepción del poder y del reparto de los cargos que desde hace décadas marca el tiempo de la política argentina: no importa la capacitación o la idoneidad. De nada vale.
"Ni a una embajada, ni a trabajar con un
intendente". La frase se destinó al ex ministro de Producción, Matías Kulfas,
luego de que protagonizara un revuelo político por sus opiniones sobre la
licitación del conducto que debería traer gas desde Vaca Muerta. El entredicho
con la vicepresidente de la Nación terminó con su expulsión del gabinete
nacional, quedando demostrado que el destierro político es el horizonte para
quienes se atreven -equivocados o no- a desafiar a la máxima autoridad de la
coalición gobernante.
"¿Es información o una interpretación
suya?", se le preguntó al titular de la Agencia Federal de Información, Agustín
Rossi, cuando afirmó que "serían instructores de vuelo" los iraníes que volaron
junto a venezolanos en el avión que por estos días es motivo de ardua polémica
en el país. La respuesta descolocó: "Es mi deducción", e intentó un razonamiento
de "regla de tres simple" para explicar cómo llegó a esbozar este razonamiento. Los dos hechos tienen una raíz común. El
otorgamiento de cargos en el Estado no tiene correlación con aptitudes, méritos
o idoneidad. Sí con obediencia siempre debida y con una concepción del manejo
del poder que requiere sumisión casi absoluta a quien o quienes tendrían el
liderazgo, a sus directivas y a sus alineamientos políticos. El ex ministro de la Producción no tuvo
una gestión exitosa. Los índices económicos así lo marcan. Ni siquiera acertó
cuando expuso sus diferencias respecto de la licitación del gasoducto,
expresando dudas sobre especificaciones técnicas que estaban bien planteadas en
el pliego de condiciones. Pero no se lo eyectó del cargo hasta que osó cuestionar
decisiones de funcionarios alfiles de la titular del Senado. El titular de inteligencia del Estado
asumió hace pocos días y ya está envuelto en un escándalo debido a
ineficiencia, negligencia o complicidad -cualquier calificativo cabe hasta
tanto se esclarezca el caso del avión-. Peor aún. Rozó el ridículo al expresar
una "deducción personal", siendo que debería ser el funcionario más informado
sobre el viscoso suceso. Exhibió de este modo falta de idoneidad para un cargo
tan sensible al que accedió, luego de regresar del destierro al que había sido
enviado tiempo atrás por haber desafiado también, aunque de modo tímido, las
órdenes del poder partidario. Otro botón de muestra: su antecesora en el
cargo, que tampoco protagonizó una gestión positiva, fue nombrada embajadora en
Israel, en reemplazo de un funcionario que fue condenado por corrupción. Por
cierto, mantuvo su adhesión incólume al poder dentro de la coalición y fue
premiada pese a su explícita ineficacia. Si es posible abstraerse de las valoraciones
que pueden hacerse en el relato de estos casos, queda expuesta una concepción
del poder y del reparto de los cargos en el Estado, que desde hace décadas
marca el tiempo de la política argentina: no importa la capacitación o la
idoneidad. De nada vale. Solo alcanza con adular y mostrarse servil a los
dictados de quien afirma "tener los votos".