Economía, finanzas y confianza
Las finanzas débiles de un Estado que desde hace décadas es irresponsable y gasta más de lo que puede volvieron a crujir estos días. Recuperar la confianza se transforma en un imperativo para devolver las necesarias estabilidad y certidumbre.
Los nuevos cambios en el gabinete nacional conocidos el fin de semana y las expectativas sobre los días que vendrán en materia de finanzas abren la puerta a un sinnúmero de especulaciones. Desde siempre, este tipo de noticias se producen mientras se navega en aguas agitadas, en momentos en que la lucha política se hace encarnizada y en tiempos en los que la preocupación de la opinión pública se acrecienta.
Estos tres últimos elementos se dieron con precisión durante las últimas semanas. Algunos errores evidentes en el diagnóstico económico y en su comunicación, así como el voluntarismo del que hicieron gala todos los funcionarios desde el mismo momento de su asunción volvieron a agitar las aguas y determinaron que se volviesen a vivir coyunturas en las que la incertidumbre reinó. Al mismo tiempo, la lucha política se mantiene con un voltaje muy alto que impide encontrar puntos de encuentro. Y, para más, la confianza, valor esencial en cualquier sistema económico libre, se ha deteriorado.
Por esto, son muchos los conocedores del tema económico que dudan si con un simple cambio de nombres las cosas podrán volver a sus cauces naturales. No obstante, es una reacción frente a los desafíos de la realidad y está bien que así sea, aun cuando lo que sobrevendrá dirá hasta qué punto han sido correctos. Por lo pronto, los límites que la realidad le plantea al equipo económico no se relacionan directamente con el nombre de algún funcionario sino con la desconfianza de esa construcción que se denomina mercado.
El economista norteamericano Hyman Minsky, fallecido hace dos décadas, postuló que la estabilidad, en materia financiera, termina por desestabilizar. Esto significa que las crisis se generan en épocas en las que supuestamente hay bonanza económica. Aplicando esta teoría, quizás el discurso de que todo iba a estar mejor en poco tiempo mediante la vía del gradualismo y la sensación de que así parecía ocurrir, terminó siendo la semilla del momento actual.
La confianza, ese valor que establece la reputación y la credibilidad de una persona, una institución o un Estado se ha resquebrajado notoriamente. No se pensó en el gobierno que así pudiese suceder. Y, entonces, se llega a este nuevo instante culmen de la vida económica y política del país, donde retornan al primer plano las circunstancias negativas que fueron atacadas tímidamente, si lo fueron.
La mano invisible de los mercados que predijo Adam Smith hace varios siglos ha reaparecido con fuerza. Las finanzas débiles de un Estado que desde hace décadas es irresponsable y gasta más de lo que puede volvieron a crujir estos días. Recuperar la confianza se transforma en un imperativo para devolver las necesarias estabilidad y certidumbre.