Diálogo necesario pero casi imposible
El gobierno nacional convocó a un acuerdo con los sectores de la oposición. Más allá de eso, todo apunta a que esta nueva convocatoria significará otro fracaso. Porque la historia así lo demuestra. No obstante, son vitales para el futuro los acuerdos básicos que la democracia argentina no ha sabido construir en todos estos años. El consenso es el fruto del diálogo. Por lo que mantener la esperanza en que la dirigencia modifique parámetros de acción.
El gobierno nacional, acuciado por una tormenta económica que sigue amenazando la realidad de la Argentina preelectoral, convocó a un acuerdo con los sectores de la oposición, en el que se pretende suscribir 10 puntos básicos para asegurar estabilidad hasta los comicios de octubre.
El llamado fue interpretado de diversas maneras, según fuese la vereda ideológica en la que se está parado en este momento complicado del país. Para algunos es una necesidad impostergable. Para otros, una estrategia de marketing. Varios piensan que se trata de una reacción a las encuestas que no le aseguran el triunfo al oficialismo nacional. Mientras que otras voces establecen que esta propuesta debió haberse realizado mucho antes, cuando el gobierno tenía el capital político y la credibilidad para hacerlo.
Lo cierto que es que la convocatoria al diálogo político y a un acuerdo sobre políticas de Estado duraderas es una práctica antigua que no ha dado nunca frutos positivos. Hacer memoria en este caso ayuda a esclarecer lo que ocurre y a proyectar lo que podría suceder si se mantuviesen los mismos comportamientos del pasado.
En noviembre de 2001, cuando ya preveía una crisis tan grave como la que se vivió, el gobierno nacional convocó a una concertación con los sectores empresarios, sindicales, religiosos y sociales del país. Se pretendió alcanzar "un gran acuerdo intersectorial" en el que se depusieran "los intereses mezquinos". Un año después, con el auspicio de la Iglesia, se propuso el "Diálogo Argentino", un documento cuyo texto proponía temáticas centrales que debían ser acordadas como políticas de Estado. El 25 de Mayo de 2004, el entonces presidente Néstor Kirchner, invitó a construir un espacio de diálogo enriquecedor porque, según él mismo dijo, era necesario "reivindicar la política como instrumento de cambio, como ámbito natural para la discrepancia enriquecedora, como espacio para la expresión de las verdades siempre relativas". Y manifestó que los políticos de las distintas vertientes "deben construir entre todos una verdad superadora".
Los años pasaron y la realidad política exhibió lo que siempre se sospechó: los llamados al diálogo en este país son palabras vacías. Además, la grieta política e ideológica creció hasta niveles exasperantes. El capricho de pretenderse dueño de la verdad prendió en prácticamente toda la dirigencia, pese a que en el discurso se prometían otro tipo de actitudes.
Lo cierto es que todo apunta a que esta nueva convocatoria significará otro fracaso. Porque la historia así lo demuestra. Y porque la inminencia de los tiempos electorales lo impediría. No obstante, son vitales para el futuro los acuerdos básicos que la democracia argentina no ha sabido construir en todos estos años. El consenso es el fruto del diálogo. Por lo que, aun en estas circunstancias no propicias, convendría mantener la esperanza en que la dirigencia modifique parámetros de acción. Allá por 2002, cuando el país atravesaba la peor crisis, la convocatoria del Diálogo Argentino describía una realidad que sigue existiendo, aún con más fuerza: "Hay una sociedad que masivamente reclama cambios y una democracia que deberá brindar los caminos y mecanismos adecuados para las transformaciones".