DESAGRADABLES ECOS DEL PASADO
DESAGRADABLES ECOS DEL PASADO
La incertidumbre ha ganado un espacio importante y la carga
simbólica negativa marcada por la historia argentina en su relación con el FMI
se hace presente en toda su dimensión.
La incertidumbre ha ganado un espacio importante y la carga
simbólica negativa marcada por la historia argentina en su relación con el FMI
se hace presente en toda su dimensión.
Crisis financiera. La definición de la realidad actual del país
partió del propio presidente de la Nación cuando anunció la intención de su
gobierno de recurrir al Fondo Monetario Internacional para superarla, pidiendo
un préstamo. La noticia fue un sacudón enorme en una coyuntura marcada por una
corrida cambiaria de proporciones y el aguzamiento de un déficit fiscal que se
mantiene muy elevado y se torna, por momentos, de insostenible permanencia.
Según las metas trazadas por el gobierno nacional, la política
gradual definía que el déficit fiscal (antes del pago de intereses) disminuía
un punto por año. Esto es, al 3,2% este
año y se alcanzaría un cierto equilibrio fiscal recién en 2021. Pero la deuda
con los capitales privados producto de numerosas alquimias financieras crecería
en proporciones importantes hasta el mismo año para comenzar a bajar gracias al
crecimiento productivo que se lograría.
La actual administración eligió no alarmar con el estado en el que
recibió el país. No lo hizo en su momento, intentó establecer estrategias de
crecimiento bien diferenciadas del anterior régimen y consiguió el apoyo
popular expresado en las urnas en octubre pasado. Es una verdad incuestionable
que el origen de esta crisis se remonta a los desaguisados cometidos por el
gobierno anterior. Pero no es menos atribuible a la metodología gradual llevada
adelante en algunos aspectos de la vida nacional, la que se contradice con los
ajustes severos que se impusieron en otras áreas como por ejemplo el sistema
tarifario.
Las opiniones del arco político, luego de esta jugada intempestiva
y quizás improvisada de la administración Macri, discurren entre la sensatez de
algunos y la visión apocalíptica de los más exaltados. Se observa aquí con
claridad el denominado Teorema de Baglini, un diputado radical de la década de
los años 80, cuya expresión más conocida es que cuando más se acerca un
político al poder más se aleja del cumplimiento de sus promesas de campaña y,
al mismo tiempo, quien sabe que no puede acceder al poder enciende su discurso
y lo lleva a los extremos para pintar una realidad dramática que muchas veces
no tiene asidero.
Las advertencias en torno a esta situación financiera que preocupa
fueron muchas. Además de algunas medidas que avivaron el fuego, el error más
serio de los actuales gobernantes fue no
haber previsto los acontecimientos. La cualidad de atisbar lo que vendrá fue
propia de los estadistas en otros tiempos. Hoy es una condición indispensable
para cualquier gerente de empresa, muchos de los cuales hoy son funcionarios de
alto rango. Por esto, la incertidumbre
ha ganado espacio importante y la carga simbólica negativa marcada por la
historia argentina en su relación con el FMI se hace presente en toda su
dimensión.
El diario inglés The Economist, hace algunos meses, alertó en un
artículo sobre la posibilidad de la crisis financiera que irrumpió otra vez en
la vida nacional: "Argentina está muy lejos de la agitación de 2001, pero la
combinación actual de precios al alza, presiones salariales y la desconfianza
del peso tienen desagradables ecos del pasado". Con la noticia de que la
Argentina acude otra vez al FMI, crecieron de manera exponencial las
reverberaciones relacionadas con la triste historia de un país que en contadas
ocasiones se dignó a hacer sus deberes como corresponde.
Crisis financiera. La definición de la realidad actual del país
partió del propio presidente de la Nación cuando anunció la intención de su
gobierno de recurrir al Fondo Monetario Internacional para superarla, pidiendo
un préstamo. La noticia fue un sacudón enorme en una coyuntura marcada por una
corrida cambiaria de proporciones y el aguzamiento de un déficit fiscal que se
mantiene muy elevado y se torna, por momentos, de insostenible permanencia.
Según las metas trazadas por el gobierno nacional, la política
gradual definía que el déficit fiscal (antes del pago de intereses) disminuía
un punto por año. Esto es, al 3,2% este
año y se alcanzaría un cierto equilibrio fiscal recién en 2021. Pero la deuda
con los capitales privados producto de numerosas alquimias financieras crecería
en proporciones importantes hasta el mismo año para comenzar a bajar gracias al
crecimiento productivo que se lograría.
La actual administración eligió no alarmar con el estado en el que
recibió el país. No lo hizo en su momento, intentó establecer estrategias de
crecimiento bien diferenciadas del anterior régimen y consiguió el apoyo
popular expresado en las urnas en octubre pasado. Es una verdad incuestionable
que el origen de esta crisis se remonta a los desaguisados cometidos por el
gobierno anterior. Pero no es menos atribuible a la metodología gradual llevada
adelante en algunos aspectos de la vida nacional, la que se contradice con los
ajustes severos que se impusieron en otras áreas como por ejemplo el sistema
tarifario.
Las opiniones del arco político, luego de esta jugada intempestiva
y quizás improvisada de la administración Macri, discurren entre la sensatez de
algunos y la visión apocalíptica de los más exaltados. Se observa aquí con
claridad el denominado Teorema de Baglini, un diputado radical de la década de
los años 80, cuya expresión más conocida es que cuando más se acerca un
político al poder más se aleja del cumplimiento de sus promesas de campaña y,
al mismo tiempo, quien sabe que no puede acceder al poder enciende su discurso
y lo lleva a los extremos para pintar una realidad dramática que muchas veces
no tiene asidero.
Las advertencias en torno a esta situación financiera que preocupa
fueron muchas. Además de algunas medidas que avivaron el fuego, el error más
serio de los actuales gobernantes fue no
haber previsto los acontecimientos. La cualidad de atisbar lo que vendrá fue
propia de los estadistas en otros tiempos. Hoy es una condición indispensable
para cualquier gerente de empresa, muchos de los cuales hoy son funcionarios de
alto rango. Por esto, la incertidumbre
ha ganado espacio importante y la carga simbólica negativa marcada por la
historia argentina en su relación con el FMI se hace presente en toda su
dimensión.
El diario inglés The Economist, hace algunos meses, alertó en un
artículo sobre la posibilidad de la crisis financiera que irrumpió otra vez en
la vida nacional: "Argentina está muy lejos de la agitación de 2001, pero la
combinación actual de precios al alza, presiones salariales y la desconfianza
del peso tienen desagradables ecos del pasado". Con la noticia de que la
Argentina acude otra vez al FMI, crecieron de manera exponencial las
reverberaciones relacionadas con la triste historia de un país que en contadas
ocasiones se dignó a hacer sus deberes como corresponde.