Cumbre que no aportó mucho
Las cumbres de presidentes que se llevan adelante en varias partes del mundo casi nunca ofrecen como resultado decisiones que impacten rápidamente en sus pueblos. La última, celebrada por los mandatarios de América en Lima, Perú, no fue la excepción.
Las cumbres de presidentes que se llevan adelante en varias partes del mundo casi nunca ofrecen como resultado decisiones que impacten rápidamente en sus pueblos. Por el contrario, casi todas terminan con declaraciones de buenas intenciones sobre las que nada se hace hasta que llega el próximo encuentro. Así es la sensación que la opinión pública tiene de estas reuniones al más alto nivel que no alcanzan a satisfacer las expectativas.
La última cumbre de presidentes de América en Lima, Perú, exhibió las mismas características, aun cuando algunos aspectos salientes hayan establecido parámetros que pueden ser considerados como provenientes de una nueva etapa en el continente. La ausencia de dos mandatarios polémicos como el norteamericano y el venezolano le quitaron atractivo desde el punto de vista mediático. Sin embargo, las turbulencias internas de varias naciones han sido motivo de discusión, tanto pública como en las sombras.
Lo que asoma como un fenómeno que no puede eludirse es el que algunos analistas estiman como la vigencia del populismo como estrategia para gobernar. Arrinconados por las urnas o por las calamidades que supieron generar en sus respectivos pueblos los gobiernos que prometían el socialismo del siglo XXI, se estaría dando paso a otra clase de populismo, "de derecha", afirman algunos. Ejemplos como la vigencia de los seguidores de Fujimori en Perú, de Uribe en Colombia o también el surgimiento de una fuerza similar en Brasil o la candidatura de López Obrador -un dirigente al que aún no se lo puede encasillar, pero que tiene una verba incendiaria- en México, parecen confirmar esta sensación. Casi todos estos sectores están subyugados por la controvertida personalidad del presidente de Estados Unidos, cuyos gestos y acciones tienen inmediata repercusión en todo el mundo, aunque no respondan a la lógica con la que se movió siempre la potencia del norte.
Las críticas al régimen de Venezuela fueron masivas en Lima. Casi nadie se excusó para cuestionar la realidad del país caribeño, azotado por la ineficacia de un gobierno que hace mucho dejó de ser democrático y que coloca a sus ciudadanos en una situación de penuria constante. Incluso algunos países que eran aliados del chavismo, como Ecuador por ejemplo, han virado hacia otra dirección, alejándose de los postulados cercanos que defendieron ambos gobiernos durante muchos años.
Para más, los casos de corrupción que siguen sacudiendo al mundo de la política en el continente no brindan la ocasión de prever grandes lineamientos para el futuro. La detención del ex presidente brasileño Lula Da Silva y los escándalos ocurridos en Perú poco antes de la cumbre que derivaron en la renuncia del anterior mandatario son elocuentes ejemplos de que buena parte de la preocupación de la clase dirigente latinoamericana pasa por este tema.
En definitiva, se desarrolló otra cumbre de las Américas. Pero, como se señaló al comienzo, poco dejó en materia de previsiones para el futuro inmediato.