Cien años, similares desencuentros
La reflexión sobre el desastre que significa cualquier conflicto bélico se impone. Porque la discordia, la intolerancia, la xenofobia y la tentación autoritaria rompen los puentes de la cooperación entre los pueblos y son la semilla de tragedias que, con la tecnología de hoy, serían catastróficas.
Paris, la capital de Francia, fue la ciudad elegida por los
líderes mundiales para conmemorar los 100 años del final de uno de los
conflictos bélicos más sangrientos y dramáticos de la historia: la Primera
Guerra Mundial. Se trató de una contienda en la que murieron 21 millones de
personas, modificó las fronteras europeas y tuvo una resolución bastante
controvertida con el Tratado de Versalles, origen de nuevas controversias que
terminaron generando las condiciones para que regímenes totalitarios que
volvieran a encender la mecha.
Pasado un siglo, y luego de intentos de avanzar en la unidad del viejo continente y de forjar una era de prosperidad para el mundo, el resurgimiento de los nacionalismos extremos parece reabrir los desencuentros que terminaron en las guerras más dramáticas del siglo XX.
Esto fue evidente en el encuentro de los líderes de las potencias mundiales en Paris. El presidente de Francia y la primera ministra de Alemania, siempre protagonistas adversarios en las guerras citadas, insistieron en la recreación de los valores surgidos luego de la muerte en los campos de batalla y una vez reinstaurada la paz. Emmanuel Macron llamó a "rechazar la fascinación por el repliegue, la violencia, por la dominación. El nacionalismo extremo es lo contrario al patriotismo. Es la traición. La humillación, el espíritu de revancha, las crisis económicas han alimentado el crecimiento de los nacionalismos y los totalitarismos", dijo. Al poner en guardia al mundo contra "el curso trágico" que la historia puede adoptar, el mandatario francés insistió en "aumentar nuestra esperanza en vez de oponer nuestros miedos", en estos tiempos de grave tensión global.
La advertencia del actual presidente de Francia no encontró eco positivo en algunos líderes políticos. El caso del mandatario norteamericano es el más conocido. Pero no el único. Porque si bien el mundo de hoy es un poco más estable que el de hace un siglo y cuenta con entidades multilaterales que -con todas sus falencias- procuran trabajar para la paz, no es posible desconocer que está deteriorado el orden global surgido luego de la Segunda Guerra Mundial. Basta dar cuenta de la existencia de regímenes con tintes autoritarios en muchos países europeos, de las posturas actuales de Estados Unidos, Rusia y China y de la desvalorización de los entes internacionales, así como del estancamiento o ruptura de los procesos de integración.
Han transcurrido cien años del fin de la Primera Guerra Mundial. Con todos los cambios ocurridos, sorprende que los desencuentros actuales tengan alguna similitud con los que originaron aquella conflagración. Por esto, la reflexión sobre el desastre que significa cualquier conflicto bélico se impone. Porque la discordia, la intolerancia, la xenofobia y la tentación autoritaria rompen los puentes de la cooperación entre los pueblos y son la semilla de tragedias que, con la tecnología de hoy, serían catastróficas.