Abel Olmedo, nuevo director del Cottolengo: “San Francisco es una ciudad familiera”
Aferrado a sus costumbres del Paraguay y cerca de los fieles y el grupo humano de la congregación Don Orione, revaloriza el concepto de "familia" mientras mantiene vivo los proyectos del padre Edgardo y piensa en el voluntariado para acercar las obras a la comunidad sanfrancisqueña.
El párroco paraguayo Abel Olmedo llegó hace un mes a nuestra ciudad para hacerse cargo de la dirección del Pequeño Cottolengo Don Orione.
El sacerdote recibió en la casa parroquial de la Iglesia San Carlos Borromeo a LA VOZ DE SAN JUSTO para contar sus nuevos proyectos y aseguró que continuará con la labor religiosa del padre Edgardo Crotti apuntando siempre a profundizar la dimensión carismática y el voluntariado.
Antes de empezar la charla, se lamentó que en épocas de coronavirus no poder compartir la bebida de su tierra que es el tereré, que en la cultura guaraní significa amistad. "Un buen mate siempre es bienvenido para despertarse por la mañana. Luego, por la tarde y si el calor lo amerita, un tereré es lo mejor pero el de Paraguay es diferente. Aquí los argentinos lo toman con jugo, nosotros lo consumimos con un preparado de hierbas naturales y mucho hielo", explicó padre Olmedo.
Es simple pero con un carisma excepcional. Parece tímido y de voz baja aunque está dispuesto a sus 34 años a llevar adelante esta dirección, que tiene a su cargo 50 internados.
En estos primeros días se lo nota calmo y no deja de agradecer a la comunidad y al equipo de trabajo de la parroquia y del Cottolengo que lo acompañan en este proceso de adaptación. "Cuando me dijeron que venía a este lugar, me quedé tranquilo. El hecho de poder compartir la experiencia carismática que nos dejó Don Orione tanto a los laicos como a los curas nos hace familia y eso es lo que me hace sentir San Francisco; la cordialidad y la atención de una comunidad acogedora, amable y muy familiera".
Seguir adelante
El padre Abel se mostró optimista con la posibilidad de continuar la obra empezada por su antecesor a pesar de la fuerte crisis que se está atravesando nuestro país.
"No hay que apresurarse o adelantarse. Tengo que ver la marcha de la comunidad y me voy metiendo de a poco para no malograr lo que ya se hizo. El Cottolengo está en marcha y hacer un movimiento brusco puede perjudicarlo", explicó.
"Este mes fue enriquecedor poder meterme a fondo en la casa de los internados y poder ir trabajando codo a codo con aquellas personas que tienen trayectoria en la institución. A uno eso lo deja tranquilo encontrarse con este equipo de trabajo, con una labor hecha por Edgardo, con un equipo organizado que acompaña".
Las obras empezadas son la remodelación casi total del edificio de la institución que comenzó el padre Edgardo el año pasado con los dormitorios que están a punto de finalizar. Todavía faltan los baños, sala de internación, enfermería, comedor y la galería del sector femenino. "Este proyecto tiene un costo aproximado de 12 millones de pesos y lo importante es que se está solventando completamente con las ganancias del Cottolengo gracias a venta de pastelitos, cenas y colectas. Estoy tranquilo porque hay una comunidad que me respalda", aseguró.
Difícil situación
Con referencia al trabajo con los internos con discapacidad, Olmedo reconoció que en la Argentina estamos avanzados con una ley que contempla a este grupo humano mientras que no ocurre lo mismo en su país. "Allá no hay una ley como en la Argentina y es el pueblo paraguayo el que sustenta el Cottolengo con un mínimo aporte del Estado".
Sin embargo, no dejó de reconocer la difícil situación económica que atraviesan algunas sedes. "Muchas instituciones están frente a un retraso del pago de Pami por hogarización desde el mes de septiembre de 2019. Este es un tema que nos preocupa pero ya se va a solucionar".
A lo empezado, hay que aportarle lo nuevo y este cura piensa en mantener vivo el espíritu de Don Orione a través de la profundización del mensaje del Cottolengo y el voluntariado. "Se insiste mucho en que los cottolengos y nuestras obras tengan un área de pastoral donde podamos profundizar la dimensión carismática de Don Orione. Ahí es donde uno tiene que actuar, reforzar porque cuando se deja de hablar, se va perdiendo con el tiempo. Ese va a ser mi desafío pero también potenciar el voluntariado de jóvenes para llevarlo a la comunidad e invitar a otros".
De Paraguay a San Francisco
Nacido en un pueblo llamado Villa Albín, al sur de Paraguay el 10 de mayo de 1985, Olmedo es uno de diez hermanos de una pareja de trabajadores rurales aferrados a la palabra de Dios. "Mi mamá ayudaba en una catequesis y mi padre es muy religioso también", comentó.
Su proceso vocacional comenzó gracias a la tarea de su mamá como catequista para el Pequeño Cottolengo Don Orione en Paraguay. Ella le acercó el mensaje pero todavía no era fuerte su acercamiento a Dios.
Por cuestiones de estudios de sus hermanos y él, la familia se mudó a la ciudad de Pilar, la capital del departamento de Ñeembucú.
Los primeros pasos religiosos lo dio su hermano mayor Pedro, diocesano; quien lo invitó a descubrir la Palabra. "Cuando estaba en casa y el ya era religioso, venía a casa y hablaba de la experiencia de misión y de los servicios que hacía a la comunidad. De a poco, eso fue llegando a mí hasta que un día mi hermano me invitó a vivir la experiencia de un retiro vocacional y allí entré en la duda, saber qué me pedía Dios Entonces decidí seguir por ese camino para que Dios me llamara y así fue. La constante en mi vida fue ir descubriendo gracias a la duda, los pasos que Dios va dando en la vida de uno".
"En el clero fui descubriendo como es la vida diocesana pero la vida de los curas es más solitaria porque viven en una parroquia; nosotros los religiosos conformamos comunidades y ser de una familia numerosa, no iba a ser una buena forma de vida la soledad. En ese momento de decisión, con la vocación religiosa y la cuestión comunitaria, recordé lo que decía mi mamá sobre el Cottolengo y fue entonces que hice el `enganche´", explicó el religioso.
En 2005 comenzó a seguir la obra de Don Orione y tres años después llegó a la
Argentina con la experiencia del noviciado. "Hace tres años y medio que me ordené como sacerdote luego del proceso formativo en la ciudad de Buenos Aires junto a los jesuitas. Fue el 13 de agosto de 2016", expresó.
Sin posibilidades de trabajar en Paraguay y con experiencias en México, llegó la oportunidad de San Francisco, una ciudad que conoció de pasada pero que hoy se convirtió en su casa. "El año pasado cubrí algunas misas y visité el lugar pero conocí poco. En estos cambios se nos consulta si uno quiere tomar el desafío de estar al frente de una nueva comunidad. Allí llegó la propuesta. Uno como hijo de Don Orione, sabe que San Francisco es un lugar de caridad y de importante trabajo, además de la repercusión social que genera. Para mí, es un desafío enorme pero lindo para poder crecer como persona y religioso", finalizó.