Otro dilema que trajo la pandemia
En este tiempo dominado con la pandemia del coronavirus se discute, con fervor militante en algunos casos, sobre si la prioridad es la salud o la economía. Mientras tanto, la humanidad se enfrenta hoy a otra situación en la que debe elegirse entre dos alternativas que deberían formar parte siempre de la existencia
Luego del atentado de Al Qaeda a las torres gemelas de Nueva York en 2001, el mundo occidental se sumió en un debate para solucionar un dilema que apareció de inmediato: el que enfrentaba a la necesidad de garantizar la seguridad ciudadana con las libertades públicas y personales. Distintas fueron las respuestas, pero lo cierto es que de acuerdo al régimen político imperante en cada país, la libertad de las personas se vio más acotada bajo el paraguas que brindaba la necesidad de enfrentar al terrorismo internacional.
En este tiempo dominado con la pandemia del coronavirus se discute, con fervor militante en algunos casos, sobre si la prioridad es la salud o la economía. Mientras tanto, la humanidad se enfrenta hoy a otra situación en la que debe elegirse entre dos alternativas que deberían formar parte siempre de la existencia. Es más solapado este debate, pero está apareciendo. Y contrapone a la libertad ya no con la seguridad sino con la salud pública.
Así, la realidad de los últimos cien días demuestra que se han restringido numerosas libertades en función de preservar la salud pública frente a la emergencia. No hay reparo en ello, porque si la vida es el principal valor a defender siempre. De este modo, en prácticamente todo el mundo se limitaron derechos esenciales como los de circulación, trabajo y reunión por citar algunos ejemplos. En nuestra región todavía persisten varias prohibiciones, todas ellas implementadas en función de la primacía de la salud.
Por caso, los puertos secos en los ingresos a distintas poblaciones que impiden a transportistas llevar la mercadería hasta su destino final y obligan a una complicada logística de las empresas, acotados márgenes horarios para el ejercicio de distintas actividades laborales o recreativas, la prohibición de apertura para varios ámbitos sociales y la imposibilidad de circular libremente. En este último punto llamó la atención por estos días la decisión del gobierno de Santa Fe de realizar un seguimiento estricto de cualquier persona que sea autorizada a ingresar a su territorio. Cualquier autoridad municipal, a través de una herramienta tecnológica, podrá verificar si una personaestá circulando por una zona permitida o cuáles son los motivos que lo movilizan. Esto significa que se hace un seguimiento permanente de cada una de las personas que ingresan y egresan de la provincia para tener un control de cada una de las situaciones que justifican su circulación.
Frente al delicado cuadro de situación derivado de la cuestión que aflige a la salud pública hoy, este tipo de medidas no recibe muchos cuestionamientos. El problema surgiría si estos nuevos instrumentos de control continúen monitorizando los movimientos de las personas luego de finalizada la crisis sanitaria. Habrá que advertir que el dilema finalizará cuando la cese la pandemia. Porque es posible que, en determinadas mentes y círculos de poder, se justifique el temor a nuevas amenazas biológicas para mantener o generar controles tecnológicos que mantengan o profundicen las prohibiciones, restrinjan la libertad y cercenen los derechos individuales y sociales.