Jóvenes, grupos y motos
Los últimos fines de semana en la ciudad ofrecieron paisajes que hace bastante tiempo no se observaban. Es central que quienes tienen la misión de controlar el tránsito, extremen las decisiones para contener algunos excesos que se han observado. La subestimación del peligro no puede existir en este caso porque están en juego vidas humanas.
Los últimos fines de semana en la ciudad ofrecieron paisajes que hace bastante tiempo no se observaban. La eliminación de varias restricciones a la circulación de personas en el ejido urbano permitió que mucha gente salga a dar un paseo o a encontrarse con familiares y amigos en espacios al aire libre o en los bares y restaurantes. Lo mismo ocurre con la circulación de vehículos. A la tradicional "vuelta del perro" que volvió con fuerza en los bulevares céntricos, se suman otros sitios urbanos en donde por momentos hay congestión durante los fines de semana.
En este contexto, sobresale y genera preocupación la enorme cantidad de motocicletas que transitan por estas avenidas y calles. Grupos de jóvenes montados en rodados poderosos y también de pequeña cilindrada irrumpen a veces con mucha vehemencia, a velocidades altas, zigzagueando entre los automóviles y con escaso cumplimiento de normas viales, así como del uso del casco protector.
Estos verdaderos "enjambres" de motocicletas generan una alteración evidente. Que no se tradujo aún, por fortuna, en accidentes severos. Pero sí en situaciones inesperadas que deben ser resueltas en el momento, apelando a la pericia de los conductores y también apostando a que el azar permita zafar de una circunstancia delicada.
Muchas de las motocicletas conducidas por estos grupos de jóvenes son vehículos notablemente ágiles y veloces. También muy peligrosos si no se conducen con la precaución exigida o no se adoptan las medidas de seguridad pertinentes, entre las que se destaca el uso del casco. Otras, han sido preparadas para desarrollar mayor velocidad. Casi todas, tienen escapes libres, lo que produce un ruido atronador cuando todas juntas aparecen en el tránsito de los fines de semana.
Este fenómeno que ha vuelto a presentarse requiere de la atención de las autoridades municipales. Porque está claro que la motocicleta es un vehículo muy utilizado en San Francisco, pero también que quien la conduce tiene diez veces más posibilidades de perder la vida en un accidente que el que guía un automóvil, de acuerdo a las estadísticas de la Asociación Luchemos por la Vida. Muchos de los adolescentes y jóvenes que se trasladan en grupos por las calles sanfrancisqueñas no parecen comprender la necesidad de extremar las medidas de resguardo de la vida propia y la de los demás.
Se dirá que es un fenómeno juvenil. Y que esta edad de la vida implica también una cierta desaprensión acerca de los riesgos que se enfrentan. Sin embargo, si algo positivo se puede sacar de este tiempo tan especial que vivimos es que el valor del cuidado de la vida apareció en toda su dimensión, más allá de cualquier especulación acerca de las medidas sanitarias adoptadas.
Por eso, suena oportuno advertir sobre el fenómeno de la circulación de grupos de motoqueros que, a veces, no respetan las normas. Es vital que estos jóvenes comprendan los peligros a los que se enfrentan. Y es central que quienes tienen la misión de controlar el tránsito, extremen las decisiones para contener algunos excesos que se han observado. La subestimación del peligro no puede existir en este caso porque están en juego vidas humanas.