“Hay una gran necesidad de soltar el cuerpo, de darle espacio y lugar al encuentro con el otro”
La sanfrancisqueña Romina Martelotto se convirtió en una cara conocida de la danza africana, que se hace fuerte en las sierras cordobesas como exponente del cuerpo en libertad, de expresión colectiva de "encuentro con el otro" y de lucha para proteger los bosques y los derechos de las mujeres.
Los tambores suenan y los pies marcan fuerte cada paso. La presencia se hace notar con el movimiento brusco de los cuerpos. El espectador se apropia del ritmo y sin pensarlo, se convierte en uno más de ellos, a los que ve en un escenario casi a su altura, que los pone a la par.
Es un baile intenso, de creatividad colectiva, que hace mover y sudar. Es el grito de los pueblos africanos que arengan con su danza, la expresión que la sanfrancisqueña Romina Martelotto, radicada en Unquillo, elige desde hace diez años para hacer oír su voz y la de todo un pueblo en defensa de los derechos sobre los bosques y tierras forestales y también por los derechos de la mujer.
Ella integra la agrupación Wongai, exponente de una danza que abre el corazón y las emociones de cualquiera, que es sinónimo de libertad.
"La danza africana está muy ligada a la música, específicamente a la percusión. Para mí, es una forma de defender la tierra porque tiene la fuerza necesaria y es una puerta que me permite trasmitir un mensaje y encontrar un lugar propio donde puedo ser yo misma, rompiendo moldes y encontrando mi espacio dentro de un contexto", afirma Romina, que se mudó a Córdoba a estudiar RR.HH pero una corazonada la llevó a investigar la danza afro y hoy es docente, además de bailarina de distintos espacios y escenarios, como el de Coquín, adonde este verano llegó junto a Milena Salamanca.
- La danza, en tu caso, es una forma de protesta en la lucha para defender la tierra y otras causas.
Sí, la danza africana está muy ligada a la tierra al igual que la mayoría de las danzas populares como el folclore, el carnavalito o cualquier otra que represente a un pueblo. Hay una conexión especial de la mujer en convivencia con el ambiente. Se ve cada vez más a la mujer en esa lucha, porque ella está siendo protagonista con su lucha. Se está rompiendo con el pasado y repensando las ideas.
-¿Y esto se nota más en el lugar que elegiste para vivir?
Acá, en las sierras, las mujeres tienen un lugar muy importante y se nota en cada proyecto que se lleva adelante o en la misma forma de vivir. Nos estamos empoderando y en la lucha colectiva estamos haciendo valer nuestros derechos. La mujer está saliendo a la calle con más voz y hay un apoyo social fuerte.
- ¿Te considerás una feminista?
Pertenezco al colectivo que realiza intervenciones artísticas en las marchas y encuentros feministas donde tratan de manifestarse en post de la lucha que llevamos adelante las mujeres. Participo también junto al grupo "Malamberas por el derecho a decidir", que seguramente se pronunciará el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer" y fecha en que el reclamo femenino se hará sentir en todo el país.
- ¿Qué mensaje buscás dar con la danza?
La danza genera impacto. Una marcha en sí ya es fuerte porque va por la reflexión. Eso, estimulado por la música y el cuerpo en movimiento, hace que el otro que está observando y compartiendo ese momento, pueda interpretar el mensaje de otra manera y modificar su pensamiento.
- ¿Es un desafío defender una expresión de otra cultura?
Siempre es un desafío apropiarse de algo que no es propio pero que se siente como tal, que se toma como una identidad. Estoy muy ligada a la música y la danza popular y de esa manera a la expresión artística africana. En ese proceso de apropiarse entra en juego mi capacidad de aportarle mi impronta a la danza africana.
"La danza es una forma de defender la tierra", afirma Romina
-¿Cómo definís a Wongai?
Significa "Vamos" en un dialecto africano. En el unipersonal que llevo adelante en teatro bajo el nombre de "Migrar" hay una revelación de situaciones que viven las comunidades africanas como los senegaleses que viven en nuestro país, donde lo que se busca es hacer una reflexión de su vida en la Argentina. La vida ilegal, los prejuicios y la convivencia cultural que se genera entre el pueblo argentino y estas minorías.
-Participaron del Festival Nacional de Folclore de Cosquín junto a Milena Salamanca.
Ella nos convocó porque quería una propuesta de danza y tambores, y quería que haya un baile africano. Ahí fue que generamos ensayos y encuentros que nos permitieron vivir una hermosa experiencia.
-Es un baile que fue sumando adeptos en los últimos años. ¿A qué lo atribuís?
Hay una gran necesidad de soltar el cuerpo, de darle espacio y lugar al encuentro con el otro, como un espacio de recreación y de salud, porque hoy en día, con la tecnología el cuerpo se pone en una actitud pasiva y es la danza la que estimula el organismo, la respiración y otras cuestiones que vamos perdiendo con la vida tan acelerada que llevamos. Es un momento que permite te disfrutar mientras escuchás música.
- ¿Qué significa la danza africana en tu vida?
Practico danza desde chica pero fue en el año 2009 cuando la danza africana se convirtió en parte de mi vida profesional. Bailar llegó a mí de manera intuitiva, sin saber cómo, pero hacía tiempo que me daba vueltas por la cabeza practicar esta danza en particular. Había un interés de hacer algo diferente y me encontré con dos espacios de danza de este tipo y no me alejé nunca más.
- ¿Cuándo lo descubriste?
Fui a estudiar Recursos Humanos a Córdoba y descubrí la danza afro. Hoy doy clases en diferentes instituciones educativas y llevo la danza a personas de todas las edades y con diferentes capacidades, pero siempre con una mirada social.
- A una década del comienzo, ¿cuál es el balance?
La danza africana está muy ligada a la música, específicamente a la percusión, donde hay tambores. Para mí, es una forma de defender la tierra porque tiene la fuerza necesaria y es una puerta que me permite trasmitir un mensaje y encontrar un lugar propio donde puedo ser yo misma, rompiendo moldes y encontrando mi espacio dentro de un contexto. Ahí me encuentro con una realidad a la que no soy ajena y la danza se convierte en un canal de comunicación y expresión que encuentra un lugar crítico y creativo.
Algo de mí
Nombre: Romina Raquel Martelotto
Edad: 34 años
¿Qué te hace feliz?: estar en el lugar que elijo y la danza
¿Un TOC?: moverme mientras hablo, especialmente en momentos de mucha euforia.
¿Qué da miedo?: Dejar de escucharme y la esclavitud mental.