Washington tampoco es Oslo
Lo que se vive hoy en la Argentina tiene un parangón muy similar con lo que desde el comienzo de su gestión, pero en especial durante los últimos días, vive el poderoso presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
La conmoción política y judicial por el caso de los cuadernos de
las coimas que involucran a ex funcionarios de la administración anterior y a
prominentes empresarios del país sigue discurriendo por una serie de carriles
disímiles. Algunos bien encaminados y transitados con seriedad. Otros, plagados
de obstáculos, negaciones, chicanas, ironías y falsedades.
Se pensará que estas últimas actitudes son propias de ciertos dirigentes políticos que viven en Buenos Aires, no en Oslo, aludiendo al discurso de la ex presidente de la Nación en el Senado cuando se discutió la autorización para que allanen sus domicilios en el marco de la referida causa judicial. Pero lo que se vive hoy en la Argentina tiene un parangón muy similar con lo que desde el comienzo de su gestión, pero en especial durante los últimos días, vive el poderoso presidente de los Estados Unidos.
Hace pocos días, un abogado de Trump, Michael Cohen, se declaró culpable de fraude fiscal y violaciones de financiamiento de campaña en Nueva York, citando en su reconocimiento que el presidente conocía varias de las maniobras por él ejecutadas. Lo mismo hizo Paul Manafort, ex presidente de campaña de Trump, quien fue condenado por ocho de 18 cargos por fraude fiscal y bancario en el Estado de Virginia.
El relato de The New York Times parece "calcado" al de varios periódicos argentinos: "El martes por la noche, el público estadounidense recibió un asombroso momento de pantalla dividida que involucraba a dos personas: el ex jefe de campaña de Trump fue condenado por un jurado federal en Virginia por múltiples delitos, al mismo tiempo que el abogado personal del presidente se declaró culpable en una corte federal de Nueva York y admitió su propio y prolongado rastro de criminalidad, confesando que había cometido al menos algunos de los crímenes "bajo la dirección" del propio Trump". Es decir, un político muy cercano al presidente norteamericano fue condenado a prisión y su propio abogado, al admitir su responsabilidad en varios delitos, lo involucró bajo juramento en varios de ellos.
La respuesta del hoy habitante de la Casa Blanca fue la misma de siempre. Los hechos no ocurrieron, existe una persecución contra su persona desde el comienzo de su gestión, se está frente a un engaño para impedir que se cumpla la voluntad del pueblo, hay una caza de brujas, la prensa, el principal enemigo, miente y los rivales políticos están también implicados en numerosos actos sospechosos de corrupción.
El prestigioso periódico neoyorquino finalizó un editorial sobre el tema señalando que "para una caza de brujas, la investigación judicial ya ha ensartado a un número notable de brujas. Solo las mejores brujas, se podría decir". El parecido con algunos aspectos de la realidad argentina actual es notable. Aunque un mal de muchos se convierte en consuelo de tontos, queda claro que Washington tampoco es Oslo.