Vivir donde la ciudad regala una curiosidad
La ciudad resguarda algunas perlitas que parecen pasar desapercibidas para muchos pero no para quienes viven a metros de ellas.
A la sombra del árbol más antiguo
La Plazoleta del Algarrobo cumplió este mes siete años de su creación. El espacio resguarda una especie de algarrobo blanco que según los especialistas ya supera los 160 años y es considerado el árbol más antiguo de San Francisco.
Los Aguirre, vecinos de la centenaria especie arbórea, lo consideran parte de la familia y trabajaron mucho para su resguardo.
A un nuevo aniversario de ser considerado un espacio de interés municipal, este aguarda por su cartel identificatorio que no volvió a colocarse luego de que sea retirado para su arreglo.
El algarrobo blanco que se erige con su enorme tronco y ramas interminables en calle Perú 926, se roba las miradas de los transeúntes.
En estos momentos, el prosopis alba no está florecido, está oscuro y desprende las pequeñas hojas que le quedan. Todas ellas caen sobre su terreno, la Plazoleta del Algarrobo, y la vereda de los Aguirre, que son sus vecinos desde hace 34 años cuando compraron el terreno para edificar su casa.
La Plazoleta del Algarrobo, en calle Perú
926.
"Este árbol es parte de nuestra familia, pero no podemos mantenerlo. Se tiene que hacer cargo el municipio", dijeron los vecinos de barrio Vélez Sarsfield.
La plazoleta hoy "parece un baldío abandonado porque la municipalidad solo corta los yuyos. Colocaron dos bancos y nada más. Si bien no está muy visible es una plazoleta y tendría que ser cuidada de la mejor manera. Además hace unos cinco años existía un cartel donde se describían detalles del algarrobo pero lo sacaron y no lo volvieron a colocar".
La lucha por mantenerlo
Jesús Aguirre y su familia velaron por el mantenimiento del árbol centenario desde hace mucho tiempo. "Tras una vieja publicación de Juan Carlos Brook en LA VOZ DE SAN JUSTO sobre el árbol en los años '80, durante la administración municipal de Jorge Luis Bucco, se hizo el proyecto de ordenanza para considerar al algarrobo de interés municipal, pero no tuvieron en cuenta que está sobre dos propiedades privadas que pertenecía al señor Druetta y a mí", aclaró.
"Fue durante el gobierno de Hugo Madonna -ordenanza Nº5470/97- que se indemniza a mi vecino y este espacio del algarrobo pasó a pertenecer al municipio", recordó Aguirre.
El segundo round en la pelea por la pertenencia de este árbol siguió con el pedido de que el municipio mantenga la plazoleta y que el árbol no sea retirado de ese sitio.
"El 8 de abril de 2010, durante la intendencia de Martín Llaryora se consideró al árbol de interés municipal y se la llamó Plazuela del Algarrobo", concluyó el vecino.
En la calle más estrecha
La calle Lavalle es considerada la más angosta de San Francisco, también sus veredas. Allí, los vecinos sortean los obstáculos de caminar en cada cuadra y estacionar el auto, ya que se permite de ambos lados.
Para ellos, las puertas de los vehículos que se abren sin prestar atención y las maniobras de los conductores pueden ser la causa de accidentes que se repiten a diario, pero la "callecita" no deja de ser una anécdota pintoresca.
Claudia vive sobre la calle más angosta de la
ciudad
"Acá cada dos por tres escuchás la frenada o los autos que al esquivar a otro sus conductores propina alguno que otro insulto", sostuvo Benito Peralta, propietario de un lavadero en calle Lavalle al 200.
Este vecino tiene su negocio allí desde hace 12 años y cada vez que quiere ingresar el auto asegura que "hay que ser un experto al volante". "Si un auto se aproxima hay que dejarlo pasar, sino 'te lleva la puerta!", advirtió el hombre.
"Las veredas y la calle son muy angostas. Algo que no se ve en ninguna otra parte de la ciudad", afirmó.
La vereda donde se camina solo
La calle Lavalle comienza en bulevar 9 de Julio, en barrio Consolata, y se extiende hasta Juan Díaz de Solís, en barrio Jardín. Pero el tramo comprendido entre Salta y Paraguay -hablamos de Lavalle al 400-, parece ser el más complicado, por su extrema angostura.
En esa cuadra vive Claudia Mercol desde hace tres años, quien demostró que apenas puede pasar de una persona a la vez caminando por la vereda. "Es muy angosto todo. Cuando querés abrir la puerta del auto, ya estás adentro de tu casa", bromeó.
Mercol agregó que "cuando quiero salir con paraguas caminando hacia bulevar 9 de Julio, tengo que bajar a la calle porque no paso".
Más allá de los inconvenientes que la estrechez de esta arteria puede ocasionar, los vecinos aseguran que "es una calle hermosa; Lavalle está cerca de todo, aun cuando el tráfico sea insostenible. Hay que saber conducir para pasar por aquí. Otra cosa buena es que al no tener prácticamente vereda, no barrés", concluye con humor Claudia.