Una puerta hacia el pasado, Jorge el “señor de los candados”
Jorge Cravero fue uno de los coleccionistas más importantes de San Francisco, convirtió esa actividad en su propio oficio hasta su muerte. Hoy su familia mantiene vivo un legado que comenzó con un regalo de padre a hijo.
Por Ivana Acosta
Cada casa tiene su propia historia, cuando se cierran las puertas de un hogar difícilmente pueda conocerse qué cuestiones se entretejen por dentro. Ésta es la de Jorge Cravero un hombre que no está más en este mundo pero cuyo legado permanece intacto.
¿Quién era Jorge, qué hizo? En realidad la pregunta debería ser al revés, porque fue un ávido coleccionista de llaves, billetes, monedas, estampillas, lapiceras, plumas, minerales, balanzas, relojes, focos, sifones, clavos, amperímetros, cucharitas, mates, candados y más. Pero también moldeó sus propias ideas y las materializó.
Hoy todo yace en su casa o gran parte de ello, se transformó en un noble legado. En el perfecto museo "George Simon Ohm" quien hizo un hallazgo importante en el área de la electricidad y por cuyo descubrimiento el Ohmio, la unidad de resistencia eléctrica del sistema internacional lleva su nombre.
Hace algunos años conocí a su esposa quien fue mi primera profesora de matemática en el colegio secundario. El tiempo pasó y siempre su casa era paso obligado en mi camino para alcanzar las grandes avenidas de San Francisco.
En algunas ocasiones vi a Jorge con su mascota caminando y su compañera a su lado. Nunca faltó el saludo, la sonrisa. Sin embargo, esta es una historia un tanto triste que obliga a empezar por ese camino de la muerte para conocer al "señor de los candados".
El inicio
La historia de Jorge se escribe desde hace muchos años, fueron 59 de vida terrenal, pero sus objetos que son su propio legado lo mantienen "vivo" dentro de esas colecciones que tanto lo apasionaban.
Todo comenzó con un candado que le regaló su padre siendo apenas un joven y de allí en más no paró nunca. A eso se le sumaron lapiceras, plumas, monedas, billetes - incluso ejemplares de la Segunda Guerra Mundial - llaves, relojes, balanzas, clavos, minerales, entre otros. Todo está a la vista.
En el medio de su afán por conocer, por construir su propio lugar en el mundo y las colecciones, a Jorge le llegó el amor. Junto con su compañera se conocieron siendo jóvenes, a los 18 años de ella y mientras estudiaba el profesorado de Matemática en el colegio Inmaculada Concepción. Quien sería su esposo se convirtió en profesor y técnico electricista.
Los distintos encuentros en casa de algunos amigos en común, los unieron en el amor y la vida. Siendo los dos profesores se casaron y formaron una familia que se completa con dos hijas, hoy profesionales.
A lo largo de sus 59 años de vida, Jorge se desempeñó en Epec, fue técnico electricista y profesor en el Ipet 50 "Ing. Emilio F. Olmos", de las materias Dibujo Técnico y Tecnología de la Electricidad. Además de colaborador incansable del Centro Vecinal de barrio Iturraspe.
Sin embargo, si algo describe a este hombre sorprendente que conozco a través de su legado es que fue coleccionista. Resultó ser una persona ávida de conocimiento, audaz para conseguir redondear las ideas que permanentemente diseñaba en su mente.
Su compañera de vida atesora en el patio de luz la cascada con el agua cayendo en corte tijera, diseñadas exclusivamente por su esposo.
Sus tesoros
Lo que comenzó con un candado se transformó en un motivo de búsqueda y colección permanente. LA VOZ DE SAN JUSTO pudo recorrer su museo personal con miles de objetos, entre los que se hallan 3550 candados y 2500 llaves, todos fotografiados y catalogados con una posición exacta.
No todo fue recopilación, también Jorge construyó cosas preciosas y completó otras tantas. En la entrada del garaje del hogar sorprende un soldado romano. "La base la hizo para apoyar al soldado romano que trajo desde Campana", comenta su esposa.
A los costados hay dos escudos uno griego y otro romano, diseñados y esculpidos por Jorge quien planificó hasta el mínimo detalle.
Alrededor hay distintas balanzas de tipo industrial, amperímetros, focos, cartelería alusiva al peligro por el voltaje y hasta algunos recuerdos que le obsequiaron sus amigos entrañables de Epec.
Hay otros objetos imponentes alrededor, primero dos faroles de 800 kilogramos que son una réplica exacta de los que se podían ver en el chalet de La Campana, ubicado en Garibaldi e Iturraspe. Primero Jorge hizo un molde de telgopor, a los cuales acopló y fundió en hierro.
También hay otra réplica de un farol que es parte de la municipalidad.
Tras un cristal transparente se puede observar un pequeño patio de luz. La cascada ameniza la charla, su esposa comenta que las piedras fueron colocadas una a una, de tal manera que encajaran perfectamente. El agua hace un corte tijera diseñado exclusivamente por Jorge.
En el living - comedor la historia sigue. Hay grandes relojes con sus péndulos en permanente funcionamiento en los alrededores de la sala. Aparecen también dos grandes columnas en mármol de carrara puro, ¿Cómo las consiguió? Estaban en el taller de un amigo que las rescató de la demolición de la vieja catedral. Una de ellas incluso exhibe una rajadura propia del daño que sufrió antes de llegar a manos de Jorge, quien la reparó.
Hay una pequeña habitación al fondo. Ahí están todos sus candados algunos con su llave original. Antes de llegar a ese lugar está el patio que transmite una sensación de tranquilidad y bienestar.
Campanas, columnas de hierro, una enamorada del muro recubre otros preciosos objetos que Jorge colgó. Todo fue diseñado por él, incluso hay mariposas en el reborde del patio y algunas pinturas donde está el tanque de depósito de agua. La fuente le da un toque de distinción al lugar.
La despedida
En ese patio comienza la despedida, queda atrás la habitación preferida de Jorge y pasamos por ese patio de luz donde su esposa reconoce sentirse más a gusto.
El matrimonio se despidió hace cinco años. Fue en 2012 cuando luego de varios años de recuperación por un episodio cardíaco Jorge no pudo salir. Tenía 59 años pero su corazón estaba dañado.
Todo empezó a los 55 cuando en 2007 sufrió un grave episodio cardíaco, se trataba de una arritmia genética que le descubrieron. Un día tuvo una parada brava. Esa arritmia derivó en un paro cardiorrespiratorio.
Se necesitaron 45 minutos para reanimarlo, pero la hipoxia había hecho estragos. Su función cognitiva quedó gravemente afectada, y fue en cierta forma como empezar todo de nuevo.
De allí hasta su muerte convivió con un desfibrilador. Luego de una internación Jorge no salió. Su esposa rememora que fueron "dos respiros suaves" y que alcanzó a decirle: "Quedate tranquila que estoy re bien".
Su
compañera comentó una anécdota de cuando Jorge se estaba reponiendo. Frente a
un vecino una vez le exclamó, "¡Viste qué linda es! Ella es mi esposa". Sí
Jorge, la única pieza irremplazable de ese gran museo que construyó.
Los
faroles son una réplica exacta de los que posee el chalet La Campana. Tienen un
peso de 800 kilogramos cada uno.
En
barrio Iturraspe, la casa también es un museo a cielo abierto