Una mandala gigante crece en el centro
A la paloma y los caracoles ahora se suma esta figura espiritual que busca cambiar la energía y la cultura local. Solo con piedras y vidrios, Luis Ferreyra, un artista local sigue construyendo cómo puede una gran galería urbana.
Todos esperan
que salga el sol, no solo para que mejore el clima aun si hiciera frío, sino
también para que la Estación Terminal de Ómnibus vuelva a brillar. Sucede que
en la pared que está en el lateral sobre Bv. 9 de Julio a metros de Juan B.
Justo, un profesor de Bellas Artes hizo dos vitrales, cuyas pequeñas piezas
vidriadas al chocar con los rayos solares llenan de color el sector.
La historia LA VOZ DE SAN JUSTO la pudo conocer de primera mano, cuando el hombre estaba sentado en la vereda patinando y pegando los trozos de vidrios uno a uno alrededor del segundo dibujo.
Ya hizo una paloma, con caracoles que lo rodean y le dan vida a una parte del paredón, ahora se suma una mandala gigante que busca atraer buenas energías para quienes la vean y pasen por el sector.
Su deseo es convertir esa pared que habitualmente tiene pintadas políticas o consignas sociales en un gran mural urbano lleno de este tipo de dibujos que irradien luz, en tiempos donde a veces la oscuridad amenaza con apoderarse de todo.
Aunque es difícil encontrarlo allí, su autor es Luis Ferreyra, de 73 años, que se dedica al mosaiquismo. Es amante de la vitrofusión y además es profesor de Bellas Artes, incluso llegó a ejercer como docente en la Escuela Superior "Raúl G. Villafañe" (Esba) de nuestra ciudad.
Su trabajo volvió a cobrar vigencia ahora pero comenzó en 2017 cuando pidió permiso - como pocos lo hacen - para iniciar con su sueño de hacer un pequeño paseo urbano cultural en aquella pared siempre pintada.
La mandala de Luis Ferreyra es la continuación de un sueño del artista de redecorar la pared como una galería urbana
Un gran mural
En 2017, allá por el mes de agosto cuando el sol comenzaba a sentirse más fuerte avecinando la pronta llegada de la primavera, Luis comenzó a dibujar una paloma que tenía debajo una serie de caracoles.
Todo el dibujo estaba construido con pequeños trozos de vidrio y otras piedras que él mismo seleccionó y juntó con el tiempo. Lo hizo "por amor a lo que le gusta hacer" para embellecer la ciudad desde su hobby y profesión.
La actividad después la suspendió porque tenía que volver a juntar material y también porque el trabajo apremia y hay que sobrevivir. Así fue pasando el tiempo, aparecieron pintadas políticas y el hipocampo se mantuvo intacto.
Ahora, un año y medio después, Ferreyra halló el material necesario y puso en marcha la continuidad del proyecto. Su sueño de un gran mural cultural sigue en pie, ahora le sumó una gran mandala combinada entre piedras y vidrios que quieren cambiarle la energía a quienes la vean cuando pasen por el costado frente a la Terminal.