Una cooperativa le da un cachetazo a la discriminación
Las "Mujeres Emprendedoras" forjaron este proyecto mientras concurrían a la iglesia por catequesis. Todas compartían la misma necesidad de trabajar, pero las puertas se les cerraban más rápido por ser de la ciudad de Frontera, por eso se unieron para romper esa barrera y pisar firme como grupo de servicios de limpieza.
Por Ivana Acosta | LVSJ
El cooperativismo es un reflejo de cómo pequeños grupos pueden contrarrestar las enormes diferencias que causa el sistema capitalista, pero también rompe con las barreras de la exclusión social y los prejuzgamientos.
Como doctrina y filosofía el cooperativismo se cimienta en los valores compartidos, el apoyo mutuo y la unión en pos de un fin común. Solo así las inequidades del sistema pueden al menos dejar de ser estructuras de un cemento tan fuerte que se llega a sentir imposible de romper.
Acá entonces entendiendo esto es que un grupo de mujeres que viven en la ciudad de Frontera decidieron formar la cooperativa Mujeres Emprendedoras para romper las cadenas y obtener trabajo e independencia laboral.
Nacida en 2017, con una pausa causada por frustraciones ajenas a sus motivaciones, siguen adelante buscando insertarse laboralmente y hacerlo desde la formalidad. Lo que piden es una oportunidad y como hacerlo desde lo individual se transformó en una "misión imposible" se unieron para cambiar sus destinos.
"Nos conocimos la mayoría en barrio San Javier por las actividades de la iglesia de Fátima. Esto surge en repuesta a la necesidad de trabajo que tenía la mayoría. Hoy y en ese entonces cuesta ser de Frontera y que no te contraten por eso. La mayoría son jefas de familia", contaron reunidas con la distancia prudencial.
Un eslabón fundamental entre ellas fue el fallecido padre Víctor Balangero que "cuando empezaron a trabajar en el barrio con las familias les hizo ver el valor del trabajo y lo importante que es una familia para tenerlo". Las mujeres agradecen su sano consejo: "No tanto asistencialismo y más trabajo".
Sus primeros encuentros fueron producto de ventas y bingos lo que les permitió en su momento comprar alimentos para repartir entre todas. Después llegó una mejor consolidación del grupo y así comenzaron a ofrecer los servicios de limpieza con la etiqueta "Mujeres emprendedoras".
"Siempre charlábamos cuando nos juntábamos en la catequesis sobre las inquietudes y necesidades. Con las ventas en algún momento compramos mercadería, armamos bolsones y los repartimos entre todas, por ejemplo", dijeron.
Vorágine de ideas
De a poco entonces fue tomando forma la idea de formalizar una cooperativa porque no solo querían salir del pasó sino "porque a futuro también darles a sus hijos seguridad y que así cada una tenga su trabajo y puedan llevar el pan a su casa".
Todas esas primeras ideas que son el cimiento de la cooperativa surgieron de las propuestas que modelo Leonor Moreno, la anfitriona de la casa. A ella la conocimos mientras trabajaba en la repartición de kits alimentarios en la Escuela primaria 1001 donde se desempeña como asistente escolar.
"En un momento - contaron las cooperativistas - pensamos en un micro emprendimiento, pero necesitábamos espacio y no lo teníamos. En la cooperativa la organización y el trabajo era lo más importante y abarca desde los 18 años sin edad en adelante. Se trabaja diferente por eso nos pusimos en camino para formar la cooperativa", agregaron.
Hoy son 10 mujeres las que están reunidas y sus edades van desde los 19 a los 49 años. Cada una asimismo va buscando otros trabajos para solventarse económicamente, lo cual no es fácil porque la situación sanitaria ha complicado muchísimo las cosas para los trabajadores.
Primeros tiempos
"¿Hace mucho viste?", pensó una al pasar cuando recordaron que sus primeros pasos los dieron en 2017. Hubo un breve lapso de tiempo donde no tuvieron actividad, pero eso no las frenó. Por el contrario, empezaron de nuevo y eso sirvió para llegar a este punto donde en poco tiempo serán formalmente una cooperativa.
"Lo primero fue conformar el grupo para que la cooperativa funcione, entendernos, comprender la forma en que funciona la cooperativa. Son cosas que en este tiempo permitieron afianzar el grupo", relataron.
Siempre se presentaban para ofrecer sus servicios como "Mujeres Emprendedoras" y eso las ayudó mucho para poder desempeñarse en el servicio de limpieza de clubes, salones, la municipalidad de Frontera, la escuela siempre en todo lo vinculado a la limpieza".
Esa tenacidad las ha llevado lejos. Ahora su objetivo es más amplio porque buscan ampliar las actividades para ofrecerse en trabajos de mantenimiento o albañilería. Eso les abriría más puertas a ellas y quizás en un futuro a los hombres.
Ser nadie en su propia ciudad
Les costaba encontrar trabajo, menos uno fijo. Los rechazos variaban desde los tácitos hasta los explícitos. "Ahora se frenó todo, pero estábamos muy conformes con los resultados", precisaron.
Fue muy fuerte la frase que expresaron y donde todas coincidieron: "Antes de la cooperativa no teníamos nada". Ese vacío era de oportunidades y se sustentaba en la discriminación por el lugar de residencia.
"No nos avergonzamos de donde vivimos (la mayoría son de barrio San Javier, otras de Eva Perón y Estación Frontera, Bertha Puzzi). - afirmaron - Siempre nos echaron a la misma bolsa a todos a pesar que hay mucha gente buena"
Esa discriminación sucedía del lado de San Francisco, pero también estaba muy presente en su propia ciudad de Frontera, es decir, que las rechazaban en su propia comunidad donde todos comparten la misma identidad social.
"Muchos no tienen experiencia o el secundario completo y presentarse como cooperativa cambia porque se supone que hay más responsabilidad, da mayor respaldo y confianza para la contratación de servicios. - especificaron - Nosotras sabemos hacer de todo y si no sabemos aprendemos. Nos ofrecemos para trabajar en lo que sea".
Agradecidas
Hace bastante tiempo pidieron información en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) y ahora están ante el desafío de afianzar el grupo y que todas estén de acuerdo.
"De la municipalidad nos ofrecieron su ayuda para el trámite con la provincia. Es difícil cuando cambia el gobierno, las formas cambian sobre todo por la parte de Desarrollo Social. Como mínimo debemos ser 10 personas y si no las tenés se retrocede para tener que volver a empezar", cerraron.
Desde ese momento en que Leonor empezó con la idea de formalizar la cooperativa pasó mucho tiempo. Las circunstancias han cambiado y pese que ahora parece difícil ellas deben saber que una gran barrera se rompió porque animarse a romper con la discriminación y las distancias sociolaborales no es poca cosa.
Habitualmente las personas suelen decir que "el trabajo dignifica, sin embargo, la dignidad es una atribución humana que todos llevamos desde nuestro nacimiento. Podría decirse en realidad que el trabajo nos realiza como seres humanos, nos motiva, nos da esperanzas, nos permite soñar como a estas mujeres.
Otro valioso antecedente
Cruzando el camino Interprovincial, en San Francisco en 2011 comenzó su actividad el grupo de recicladoras de La Virgencita. Su tenacidad y éxito los llevó a consagrarse como la imagen de la colecta de Cáritas Argentina en 2014.
El año pasado por fin terminaron con todo lo necesario para constituirse formalmente como cooperativa y 25 personas sirvieron como piedra basal. Su actividad es la recolección y reciclado de cartones, que en la calle se nombra como "cartoneo".
Sus integrantes dieron un paso hacia la formalidad al tener su monotributo y poder acceder a otros beneficios sociales.