Un éxito por el que pocos apostaban
El reconocimiento de todos los líderes mundiales a la organización de esta cumbre distó mucho de ser expresión diplomática. Por ello, el mayor mérito es haber cambiado la imagen a una semana del bochorno. Es verdad que no alcanza. Pero no es poco a la luz de los antecedentes cercanos y mediatos.
Los pronósticos eran agoreros. Una semana
antes el escándalo del fútbol sembró todas las dudas que se podían suponer.
Llegaban los principales líderes del mundo y en la Argentina había sobradas
sospechas de que no se pudiese estar a la altura. Y de que la violencia y la
falta de seguridad acabasen imponiéndose.
La Argentina dio por finalizada su presidencia del Grupo de los 20 países industrializados y emergentes (G20) con una cumbre que pudo reunir a todos sus participantes en torno a una declaración final de consenso a favor de revitalizar el comercio, sin mayores incidentes, con una seguridad estricta pero exitosa y con acuerdos bilaterales, hoy por cierto todavía intangibles, que podrían servir de base para la instauración de mejores condiciones de vida para nuestra población.
Se dijo que no se iba a alcanzar consenso para una declaración común. Sin embargo, los líderes del grupo afirmaron que el sistema comercial multilateral actual "no cumple con sus objetivos y hay espacio para mejorar", por lo que apoyan la "necesaria reforma de la OMC (Organización Mundial del Comercio) para mejorar su funcionamiento". Los presidentes reivindicaron que "el comercio internacional y la inversión son importantes motores de crecimiento, productividad, innovación, creación de empleo y desarrollo" y reconocieron "la contribución que ha tenido el sistema multilateral de comercio hecho para este fin".
Se aseguraba que la violencia iba a dominar las calles. Quienes se manifestaron lo hicieron en orden y en paz. Y los pocos que tuvieron intenciones de generar daño fueron detenidos, en una tarea preventiva que merece destacarse. Aquí cabe también resaltar la postura de la oposición política, incluso la más dura contra el gobierno, que expresó su disconformismo, pero no apeló a otros recursos como en el pasado. Es un signo de madurez esta conducta.
La gala del Teatro Colón emocionó no solo al presidente de la Nación. Fue una muestra de calidez y de variedad cultural que siempre ha sido orgullo argentino. Mostró lo mejor de este bendito país y así se vio reflejado.
El reconocimiento de todos los líderes mundiales a la organización de esta cumbre distó mucho de ser expresión diplomática. Se pudo observar que se trató en varios casos de sinceras manifestaciones de agradecimiento. Por ello, el mayor mérito es haber cambiado la imagen a una semana del bochorno. Es verdad que no alcanza. Hacen falta numerosos cambios aún. Pero no es poco a la luz de los antecedentes cercanos y mediatos.