Ultraje que agravia
Militantes oficialistas terminaron por demoler cualquier saludable intención de reunir a la sociedad argentina en el recuerdo a las víctimas del Covid. No existe la más mínima intención de empatizar con los miles de compatriotas que perdieron a sus seres queridos.
Durante la celebración del Día de la Lealtad peronista, un grupo de participantes de ese acto en la Plaza de Mayo agravió el precario monumento en memoria de los fallecidos por el coronavirus que se erigió en ese simbólico escenario. Las piedras y las fotos que habían sido depositadas durante la denominada segunda marcha de las piedras, fueron pisoteadas y arrancadas por militantes oficialistas.
Las imágenes viralizadas despertaron generalizado repudio. Se trata de un ultraje, una ofensa que agravia la recordación y que deja expuesta que ni siquiera la vida humana, el valor más sagrado, queda fuera de la grieta ideológica que partió a los argentinos. La imagen de varias personas removiendo con desprecio las fotos de las personas muertas y pisoteando las piedras expresa con elocuencia el grado de disgregación en el que vivimos, azuzado por una campaña electoral en la que las bajezas predominan. Por fortuna, algunos importantes dirigentes y funcionarios oficialistas condenaron el accionar de estos fanáticos violentos y pusieron algo de sensatez en esta trama tan dolorosa.
No obstante, el episodio requiere de análisis más profundos y de reflexiones que no se queden en elegantes formas de disculpa que, a la hora de la acción, se desvirtúan. Porque la memoria de los cientos de miles de fallecidos por la pandemia así lo exige. Y porque el respeto a los familiares de quienes han sufrido estas pérdidas es una obligación. No es posible admitir que este doloroso asunto ingrese en el marco de una embarrada contienda política con aristas que rozan lo ridículo.
Lamentablemente, no lo fue así meses atrás. Basta recordar que el 16 de agosto los familiares de las víctimas del Covid rindieron un primer homenaje a sus seres queridos, dejando las piedras en el monumento a Belgrano. Horas después, el gobierno las removió del lugar y las colocó dentro de la Casa Rosada, esgrimiendo que se construiría con ellas un monumento. Pero lo hizo sin acordar con los familiares. Entonces, una segunda movilización volvió a colocar las piedras, esta vez con fotografías de los fallecidos y algunas consignas reprobatorias de la acción oficial frente a la pandemia.
Lo cierto es que aquella intención de evocar la memoria de nuestros muertos se trastocó en una nueva evidencia de la grieta política y social. El ultraje cometido por los militantes oficialistas terminó por demoler cualquier saludable intención de que las piedras fuesen un elemento tangible para reunir a la sociedad argentina en el recuerdo a las víctimas del Covid. En verdad, no existe la más mínima intención de empatizar con los miles de compatriotas que perdieron a sus seres queridos.
De este modo, casi con seguridad quedó definitivamente sepultada la idea de la erección de un sitio conmemorativo que ayudase a cerrar las heridas, aliviar el dolor y recrear la narrativa de este tiempo trágico.