Trilogía "Before": Antes del anochecer: las sombras del amor
A mediados de los '90 el director estadounidense Richard Linklater largaba Antes del Amanecer, primera entrega de la saga "Before", que a la fecha completan las secuelas Antes del Atardecer (2004) y Antes de la Medianoche (2013).En el marco del Día de los Enamorados (o San Valentín), recomendamos esta trilogía para suspirar, ilusionarse, reír, sufrir, llorar o pensar. Soñando con nuevos episodios de esta pareja que ya es patrimonio de la humanidad cinéfila.
¿Tragedia griega? Todo ser que desde pequeño se empacha de finales perfectos y perdices probablemente se haya preguntado alguna vez qué es lo que hay tras la digestión del "y vivieron felices". Bien, "Antes de la medianoche", tercera y hasta la fecha última parte de la trilogía "Before", brinda algunas respuestas.
Ya atravesamos el amanecer y el atardecer. Lo que nos queda es el anochecer, las sombras del amor. Si usted no vio la película, el paso recomendado es dejar esta columna para después de hacer los deberes y disfrutar de una entrega magistral del séptimo arte. No diga que no se lo advertimos. Porque la tercera pieza de este gran baile construido por Richard Linklater muestra el tropezón en la tierra griega de Zorba.
Allí, en Peloponeso, Jesse y Céline evidencian el paso de los 9 años que han transcurrido entre la película anterior y este presente que los tiene como pareja consolidada. La respuesta al interrogante de "Antes del atardecer", sobre si Jesse tomará el avión de regreso a Estados Unidos, se resuelve rápido, ya que lo vemos en un aeropuerto griego despidiendo a su hijo (quien vuelve a su casa de Norteamérica para reunirse con su madre) y a la salida se encuentra con Céline, con la cual se ha establecido en París y comparte dos hijas.
La familia retorna en auto hacia Peloponeso, donde han pasado el verano junto a algunos amigos, y ya esta escena, un plano continuo de unos diez minutos, puro diálogo entre ambos mientras las niñas duermen, va mostrando lo mejor del guión armado en conjunto entre el director y los protagonistas. Va sacando a luz también los primeros indicios del derrumbe. Jesse se lamenta por tener a su hijo viviendo en otro continente y se queja de no compartir suficiente tiempo con él.
"La gente empieza a terminar así", replica ella. Ya junto a los amigos que los esperaban, ocurre una de las mejores escenas del filme, que es un almuerzo entre todos estos personajes, donde el amor y la eterna guerra de los sexos es tema excluyente. El diálogo es imperdible, palabra por palabra, con esa cadencia que logran poco maestros, como Woody Allen o Quentin Tarantino. Los contrastes están bien marcados: hay una pareja joven y ardiente que representa las primeras luces del amor. Cuentan el modo en que se conocieron como si fuera la mejor historia de amor. Y luego Jesse y Céline hablan a pedido sobre su historia, claramente mucho más romántica, pero resumiéndola en pocas palabras como si fuera una anécdota cotidiana y aburrida.
Claro está, 9 años más tarde, el idilio ya no es un cuento de hadas, es una relación llena de altibajos. A continuación, los protagonistas aceptan la invitación de sus amigos para dejar las hijas a su cuidado e ir solos a pasar la noche a un hotel del pueblo. En ese punto nos encontramos con la dinámica esencial de las películas anteriores, con ellos caminando y charlando en un sitio paradisíaco de Europa, pero veinte años después.
El declive de una pareja que acumula magullones de varios años de relación estable se condensa al arribar al hotel, con Jesse apurado por desnudar a su partenaire y ella diciéndole, por ejemplo, que nota que le desapareció el rojo de la barba, que era una de las cosas que más la atraía de él. El tiempo pasa...
Entre lo bizarro y lo patético, una frase lleva a otra, los tonos se elevan, el encuentro íntimo se posterga y se produce una pelea en donde los reproches están a la orden del día. Después de preguntarse durante toda la película qué se cambiarían, si volverían a bajar juntos del tren, si seguirán juntos hasta la vejez, el cataclismo aparece al final de una frase de Céline, quien tras varias arremetidas filosas le dice a Jesse que no está segura de seguir amándolo.
En un nuevo paisaje de ensueño, ambos comprenden que no son los de ayer. Él intenta un par de juegos para recuperar la magia, pero el público exigente que tiene enfrente no acepta cualquier truco y lo obliga a bajar los brazos. Jesse elige entonces las palabras claves, el abracadabra para su otrora cuento de hadas y lo que en definitiva le puede ofrecer a su pareja: "Es la vida real, no es perfecta, pero es real". Un chispazo bien dirigido y ya estamos de vuelta en el juego, dejando la puerta entreabierta para imaginar cualquier desenlace.
La película, que decepcionó a muchos fanáticos que esperaban una nueva historia radiante de amor e ilusión, guarda su mérito justamente en atreverse a cambiar la receta y tratar las sombras del anochecer, la vida misma, cruda y despojada (temática que Linklater profundizará luego con otra cinta recomendada: Boyhood). Así termina el tercer número del espectáculo. ¿Final feliz? O mejor formulado: ¿Final? Eso parece, al menos hasta 2022.