Tres lugares que le dan respiro a la ciudad
Estas áreas verdes actúan como pulmones que renuevan el aire, relajan y nos alejan del hormigón.
Antes que el hombre pisara estas tierras no había mucho más que árboles y plantas "guachas". El progreso y los edificios transformaron - como en todos lados - el paisaje convirtiéndolo de natural en urbano.
San Francisco se caracteriza por combinar el gris del cemento y el verde del ecosistema de la forma más saludable posible, de hecho los vecinos se involucraron en reiteradas ocasiones para que esto se respete.
La ambientalista Ernestina Saravia, consultada por LA VOZ DE SAN JUSTO, explicó: "En la ciudad hay muy poca gente que tenga en sus viviendas espacios naturales así como bosquecitos o hay algunos que ni siquiera saben que lo tienen y cómo lo podrían aprovechar".
Saravia afirma que "los árboles - así sea uno solo - cumplen una función muy importante pero no se aprovecha. La ciudad está quedando sin forestación" y señala que "el centro es una zona crítica".
Pese a esto, todavía existe cierta resistencia al "cemento". Así algunos vecinos recrearon viejos espacios naturales, mientras que otros fueron abandonados y en el sur de la ciudad, sobrevive uno muy particular, que conserva el espíritu de su creador.
En el Archivo Gráfico y Museo
recrearon un monte nativo típico
Pequeño gran monte
Detrás de donde se erige la sede del Archivo Gráfico y Museo de la Ciudad de San Francisco y la Región (AGM) hay un monte. Sí, en un espacio de 900 metros cuadrados. Los miembros de esta entidad decidieron "revivir la historia" y emular una porción del "viejo" San Francisco.
María Teresa Milani, del AGM, quien coordina las visitas en este espacio, explicó su finalidad: "este es un monte recreado por nosotros ante la falta de espacios verdes en la ciudad y particularmente, de montes nativos. Lo mostramos a los visitantes y a los chicos para graficar cómo era el paisaje hace 130 años".
"Acá los chicos ven lo que sucede con la planta autóctona de esta región cuando florece; conocen para qué sirve y la utilidad que tienen y tuvieron".
Ese monte es testimonio para las nuevas generaciones de que los árboles "no sólo son para hacer leña", sino que solucionan problemas de la erosión del suelo, combaten las inundaciones y nos proveen de aire para respirar.
"Lo que hicimos fue hacer este montecito de 900 metros cuadrados donde plantamos semillas que nos dieron en la Agencia Córdoba Ambiente. Las empezamos a cuidar, regar y seguimos haciéndolo con las nuevas en la ampliación", describió María Teresa.
En expansión
El monte nativo del AGM se expandirá hasta llegar a los 1500 metros donde se plantarán más ejemplares que requerirán del cuidado de toda la comunidad. También se anexará un vivero didáctico para enseñarle a los visitantes cómo crecen estas plantas y se crían en el monte. Todo esto se complementa con el banco de semillas que está disponible para que quienes quieran cuidar un árbol puedan hacerlo y después donarlo al AGM.
Los eucaliptus componen parte
del paisaje a la vera de Av. Maipú.
Los eucaliptus resisten
A la vera de la avenida Maipú, se observa una importante cortina forestal de eucaliptus. Su largo, ramas y forma son imponentes.
Años atrás, en dicha avenida su presencia se extendía por kilómetros hasta que cuando comenzó a expandirse la ciudad fueron disminuyendo en cantidad. Sin embargo, una buena porción sobrevive, pero con la pérdida también se perdió el uso que los vecinos solían darle.
"Treinta años atrás íbamos a pasar la tarde y comer un asado mientras pasaban los camiones y los autos", comenta Marta, quien vive del otro lado de la ruta, pero igual aprovechaba este lugar como esparcimiento. En el lugar - cuentan los abuelos - también había "parejitas" que lo utilizaban como sitio de encuentro.
Hoy esos eucaliptus chocan contra un campo y como si supieran, esperan el avance de la urbanización. Entre este cordón y la llanura hay una improvisada "bici senda" por donde circulan diariamente motos y bicis.
La sombra de estos árboles también es usada por los viajantes como un recreo. Los árboles se convirtieron en refugio para un viejo Gauchito Gil que se lo llevó el viento y en los huecos se visualizan las cenizas de un asado reciente que alguien disfrutó.
El jardín de Avelino Sufía resiste el tiempo a pesar de que
su creador ya no está.
El rincón de "Tofito"
Al lado de las vías donde coinciden Jonas Salk y French y Berutti, hay un jardín que tiene flores y árboles. Ahí pocos rayos de sol pasan y la maleza se mantiene corta y prolija. En frente vivía Avelino Sufía, un entrañable y reconocido vecino que fue asesinado hace tres años en su domicilio. "Tofito" era profesor, amante de las plantas y los árboles, sus amigos guardan el mejor recuerdo de las horas que pasó allí armando un lugar que se resiste al olvido.
"Empezó con esto cuando se jubiló, para él era su ejercicio", comenta Leonardo Costa, vecino. A algunos residentes del sector no le gustó la idea que llevaba a cabo Sufía, pero Avelino se encargó de que la vía del ferrocarril y sus adyacencias no fueran por algunos metros un lugar común.
Cuando "Tofito" dejó este mundo, dejó una huella imborrable en sus vecinos y fueron ellos los que a su manera "impidieron que con una moto guadaña cortaran todo".
Así como fue responsable a lo largo de 30 años como docente, también lo fue con su jardín. Este espacio luce sagrado, todos saben que fue de Sufía, aunque Costa sostiene que nunca nadie sabrá cuidarlo como él: "Avelino sabía en qué momento había que colocar las plantas, podarlas, el riego que era necesario".
Ya pasaron tres años pero el jardín de "Tofito" sigue en pie, igual que los eucaliptus en la ruta o el monte nativo del Archivo Gráfico, atestiguando todo lo bueno que puede hacer el hombre.