Trabajo, “empalme” y subsidios
Han pasado varios años desde la crisis de 2001 y muchos excluidos de aquella situación penosa que atravesó el país continúan siéndolo por obra y gracia de la prórroga de medidas asistencialistas que se prolongaron a una nueva generación.
Los medios nacionales dan cuenta de las repercusiones del sistema de "empalme" que anunció el presidente de la Nación para que los beneficiarios de planes sociales se vayan insertando paulatinamente en el mercado laboral. En efecto, si bien todavía faltan precisiones, la idea es que en un plazo de dos años los subsidios se transformen en empleos, con lo que se reduciría notablemente el monto que eroga el Estado en este tipo de ayudas sociales.
Desde lo conceptual, la iniciativa es irreprochable. Nadie puede estar en contra de que el trabajo digno reemplace a un asistencialismo desvirtuado en sus principios por el abuso del clientelismo y los regímenes compuestos por prebendas destructoras de la cultura laboral en el país. No obstante, algunas sombras todavía persisten y deben ser aclaradas.
En este punto, el apoyo de las organizaciones sociales y piqueteras, así como también de los empresarios, es parcial. Muchos observan con cautela estos anuncios, señalando que estamos en un año electoral y que posiblemente no rinda frutos hasta que la economía no muestre una reactivación importante. Sin un crecimiento de la producción es difícil que haya generación de nuevos empleos. Y esto determina la posibilidad de que el subsidio estatal a personas y familias en situación de riesgo social se transforme en subsidio a las empresas privadas.
No obstante estas sombras que se ciernen, en el país existen planes similares que han tenido algún éxito, más allá del marketing político con el que se los promociona. El caso del Programa Primer Paso en la provincia de Córdoba es una muestra real de que es posible insertar laboralmente a personas desocupadas, aunque es verdad que en tiempos más florecientes de la economía su impacto fue mayor.
Han pasado varios años desde la crisis de 2001 y muchos excluidos de aquella situación penosa que atravesó el país continúan siéndolo por obra y gracia de la prórroga de medidas asistencialistas que se prolongaron a una nueva generación. La visión correcta de que el Estado debe asistir a quienes viven en condiciones de vulnerabilidad social se desvirtuó al extremo de que hay familias enteras en las cuales los niños no han visto nunca trabajar a sus mayores.
En este marco, la idea del "empalme" es positiva siempre y cuando su implementación suponga la consolidación de trabajo seguro para muchas familias y, asimismo, el renacimiento de una cultura laboral que se perdió en las últimas décadas. Por cierto que los desafíos pasarán por la capacitación en oficios y por la reactivación de la producción. Es de esperar que el plan termine con el triste proceso de desgaste social y permita por un lapso prudencial que muchos beneficiarios de planes sociales consigan un empleo en blanco que les devuelva la posibilidad de tener una vida más digna.