Sombras sobre la institucionalidad
La agresión contra el fiscal Cartasegna en la ciudad de La Plata fue el culmen de una serie de amenazas que venía recibiendo este funcionario judicial y que, por lo que se observa a la distancia, quizás no fueron atendidas como corresponde. De lo contrario, no se explica cómo no se había incrementado la seguridad para un magistrado que recibió hasta castigo físico en una ocasión anterior.
Un fiscal de la provincia de Buenos Aires fue atacado en su despacho, atado de manos y amordazado por al menos un sujeto que luego se dedicó a dejar mensajes mafiosos en el lugar y huir, sin que nadie reparase en semejante acto delictivo.
La agresión contra el fiscal Cartasegna en la ciudad de La Plata fue el culmen de una serie de amenazas que venía recibiendo este funcionario judicial y que, por lo que se observa a la distancia, quizás no fueron atendidas como corresponde. De lo contrario, no se explica cómo no se había incrementado la seguridad para un magistrado que recibió hasta castigo físico en una ocasión anterior.
Lo ocurrido no tiene antecedentes en la historia reciente argentina. Salvo el caso del fiscal Alberto Nisman cuya muerte aún no ha sido aclarada y es un manchón negro para la República, los hechos sucedidos en los tribunales de la capital bonaerense constituyen una de las más flagrantes advertencias contra la institucionalidad del país.
Sombras oscuras, tenebrosas e impunes parecen haberse visto tocadas en sus intereses y comenzaron a reaccionar, sabedoras de que sus tentáculos llegan hasta recónditos sitios de poder que les otorgan protección. No es casual que el fiscal atacado tenga bajo investigación causas resonantes vinculadas con corrupción policial, trata de personas, barras de fútbol y narcotráfico. Los cuatros delitos citados tienen protagonistas "pesados" y muchos de ellos quizás formen parte de bandas mafiosas cuyos negocios se insertan en esos ámbitos del hampa.
Hace años que se viene hablando de la "maldita policía" de Buenos Aires. Muchos comisarios forjaron posiciones económicas muy sólidas, sospechadas de ser alcanzadas gracias a los negocios mafiosos que la connivencia con la delincuencia genera. También hace años que se denuncia la complicidad de barrabravas de fútbol con policías, jueces y políticos. No hace menos tiempo que el narcotráfico y las redes de trata de personas sentaron raíces en el país por más que se intente negarlo desde algunas visiones ideologizadas de la vida nacional. La osadía extrema del o los atacantes del fiscal Cartasegna es una muestra cabal de que las mafias existen en la Argentina. Y de que no están dispuestas a ceder terreno ni a dejar sus "conquistas" de lado. Tienen estructuradas redes de complicidad que les permiten actuar evadiendo cualquier barrera y control.
Lo sucedido en La Plata es de suma gravedad. Porque atenta contra los principios básicos de la República, contra las instituciones del país y sume en el desconcierto y la conmoción a la ciudadanía que observa cómo las mafias se han apoderado de algunos resortes esenciales del poder. Es vital encontrar un antídoto para esta enfermedad que puede ser terminal para la Nación. Es hora de que las palabras y los parches sean reemplazados por las más decididas acciones en pos de esclarecer el ataque al fiscal y, además, poner en retirada a los mafiosos que jaquean la institucionalidad.