Severo Avaro: el hombre que hizo de su camino recorrido metáfora y realidad
En abril se cumplen 38 años de la vez que fue envenenado.
Por Juamps Lídiam
Severo Avaro es hoy en nuestra ciudad uno de los personajes más reconocidos, hablar en él de camino recorrido es metáfora y realidad: ejemplo de superación ante la adversidad y pies que verdaderamente sintieron la dureza de las rutas argentinas.
En una entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO Severo hace un repaso de su vida y confiesa que el ánimo y la fe en Dios le permitieron superar adversidades.
Un hombre sentado en una silla en la vereda de su casa viste prendas deportivas. No, no piensa salir a correr como antaño, sólo escucha la radio y ve pasar a la gente. Sin necesariamente reconocer a quienes se acercan, saluda complaciente. Una sonrisa se dibuja en su cara, nada de severidad hay en ese rostro.
Ante el pedido de acceder a una nota contesta que sí, que cómo no. Sonríe para la foto y luego le pide al periodista que se busque una silla: un modo de dejar entrever que para escucharlo es necesario sentarse porque hay mucho que contar.
Para quienes no lo recuerdan, cuando Severo llegaba a la cuarentena de edad fue envenenado con una sustancia para matar ratas.
Al sentir los primeros síntomas se hizo analizar, pero los resultados no arrojaron nada aquella vez. En una segunda, se comprobó que el agua de un termo contenía veneno para ratas en alta dosis. "En abril se cumplen 38 años de cuando caí agonizante. A mí no me gusta hablar de eso, mi mujer fue sentenciada por la Justicia pero yo dije que nunca vi quien puso el veneno. Ella era una buena madre de mis hijos y la Justicia le terminó dado la pena mínima. Yo no podía hacerme cargo de mis hijos (en referencia a la complejidad de su estado). A mucha gente eso no le cuadró pero yo me pude superar, si hubiera hecho lo que hace la mayoría estaría muerto", comenta.
Tras el envenenamiento Severo sintió la alteración de su sistema nervioso y su capacidad de visión se redujo al 10%. De esa ceguera aduce ver bultos sombríos sin forma. "Allá por ejemplo veo un bulto que parece un árbol, allá un palo (de luz), eso es lo que veo a cinco metros. Es como si estuviera siempre en la neblina", sostiene.
El comienzo de una nueva vida
Dada la alteración de su sistema nervioso, Severo buscó un camino de superación y se dedicó a correr. Su memoria no falla con las fechas, su primera maratón fue el 1º de julio de 1982, una cuyo trazado fue desde el Club de Cazadores hasta Plaza San Francisco. "Llegué último- confiesa Avaro- pero fue por el poco entrenamiento. Después comencé a entrenar bien. Y me pude ir a correr a Río Cuarto, llegaba a los 5.000 metros, después a los 10.000. Quería correr 42 kilómetros y lo pude hacer en Buenos Aires el 2 de octubre de 1988".
Sin embargo, Severo padecería un nuevo revés, un camión choca a un auto y este último lo embiste. "Es como si hubiera nacido de vuelta, perdí cuatro dedos del pie pero me recuperé y a los cinco meses ya estaba corriendo de vuelta".
Un dato que no muchos saben es que Severo debía ir en cada travesía acompañado por un móvil de la policía. "Llegaba aproximadamente a las 11 de la mañana al edificio municipal de cada pueblo y les recitaba un poema que inventaba en el momento para ganarme el almuerzo y a veces un lugar para dormir por una noche si al otro día me iba para otro lado. Iba un poco corriendo, un poco caminando. O me agarraba del auto para hacer un poco más rápido. Y así llegué a recorrer todas las provincias argentinas".
Ahora las travesías sólo están en su recuerdo, aunque no por ello pierde el anhelo de seguir. Y habla proyectando: "A veces me voy caminando hasta la terminal o hago ocho cuadras para un lado o para otro. Quiero Seguir con el deporte. Me gustaría que desde el municipio me ayuden a ir a Córdoba, o también a Santa Fe. Aquí vivimos en el corazón del país, podemos girar por las provincias cercanas".
La nota llega a su fin y Severo señala qué lo llevó a seguir adelante. "El ánimo y la fe en dios me ayudaron mucho. Siempre fui un agradecido".