Seguir los pasos de mamá
Si hay algo que enorgullece a las madres es ver a sus hijos felices, pero también que vean en ellas un espejo en donde mirarse en la vida. En el Día de la Madre, destacamos tres historias de un lazo que es para siempre. Liliana Rufino y Candela Chiosso las une la pasión por la danza española; a Lorena Menesterolo e Ileana Lanza, la lucha por los derechos de las mujeres; y a Lucía Puppo y María Candela García, el compromiso por el rescate de los perros desprotegidos.
De niñas idealizamos a nuestras madres; en la adolescencia, peleamos con ellas; cuando somos jóvenes, las valoramos y cuando nos convertimos en mamá, deseamos haber aprendido todo de ellas.
Cercanía y lejanía. Admiración y rechazo. Empatía y desencuentro. La relación madre e hija siempre es intensa, pero un vínculo para siempre, inquebrantable.
Su imagen nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida; a la par de nuestra propia historia. Es sin dudas una de las relaciones más lindas y genuinas que experimentemos, así como también una de las más pasionales y complejas.
Esta relación es aún más especial, cuando la vocación, la pasión y la convicción es compartida. En el Día de la Madre, el testimonio de Lorena e Ileana; Lucía y María Candela y Liliana y Candela.
Ellas al rescate
Alba es una cachorra de mirada intensa. Detrás de esos ojos celestes, hay una historia difícil, de maltrato y abandono. Es la perra de María Candela García, una joven de 26 años rescatista que sabe del compromiso y la responsabilidad para con los animales, sobre todo, con los más vulnerables.
Esta virtud la heredó de su mamá Lucía Puppo, una de las fundadoras de la Asociación Civil Refugio de Mascotas.
Lucía y María Candela, madre e hija, junto a Alba, fruto de su amor por los perros.
El rescate es juntas, en cada momento. "Candela me llama todo el tiempo. Cuando ve un perro me dice dónde está, cuál es la situación y enseguida le digo que lo cargue en el auto y lo lleve a una veterinaria para que lo atiendan. Si estamos juntas y vemos a un perro, empezamos a pensar si está perdido, si lo sacaron a dar `la vueltita´, si tiene dueño", expresa Lucía.
Enseñanzas
"¿Qué les dice siempre mamá?", interrogó Lucía a María Candela. "Que los perros están en la misma línea de amor que nosotros porque son parte de la familia", responde la joven.
Otras enseñanzas de Lucía están presentes en la mujer de 26 años: "La bandera que mi mamá lleva y la que yo también sostengo es la de la adopción, la de no comprar perros y la de ayudar a los que necesitan".
Anita, el primer rescate
El primer rescate de María Candela fue cuando tenía 13 años. Se trata de Anita, una perra que arrojaron en el viejo local comercial que tenía la familia la cual un desalmado había bañando con insecticida. "La perra estaba envenenada. La llevé a la veterinaria, luego a casa pero mi papá no quería que se quedara. Mi mamá sabía que ya teníamos varios pero en el fondo, deseaba que Anita fuera parte de la familia. Recuerdo tirarme en el suelo del patio llorando con el perro para que se quedase". Hoy, la cachorra recatada es una hermosa mestiza de 14 años.
"Es un orgullo que mis hijos sean así porque no solo aman a los animales sino que siempre están atentos a cada situación injusta", expresa Lucía.
Un amor heredado
El amor por las mascotas es cosa de familia. "En mi casa materna (en Las Parejas) mi mamá Nilda tenía un montón de perros, de teros, de palomas. Teníamos de todo".
Cuando Lucía se enamoró del papá de María Candela, se mudó a nuestra ciudad y desde entonces siempre trabajó en el rescate de los canes. "Hace 30 años que estoy acá y desde siempre me preocupé por los perros de la calle".
Junto a la recordada Blanca Collino, Lucía formó la Asociación Civil Refugio de Mascotas aunque antes el grupo se llamó Patitas Frías.
"Creo que nací con un cachorrito al lado", bromeó María Candela. "En casa no faltaban los animales rescatados, los que tenían en tránsito o los que venían a comer".
"Recuerdo que Candela tenía 6 años y mi hijo Juan Cruz, 8, y ya me acompañaban a los rescates. Cuando mi marido viajaba, cargaba a los chicos en el auto y salía a buscar a los perros".
"Que un hijo se críe con perro, lo hace diferente. El pediatra de Candela, el doctor Eduardo Abecasis siempre me decía: `Mamá, estos chicos tienen que tener perro, pero no de peluche, sino de verdad´", recuerda Lucía.
"Con los perros desarrollé una sensibilidad diferente y eso lo hizo posible mi mamá", finaliza su hija.
Juntas en la militancia
Ileana y Lorena. "El honor de ser hija de una mujer militante es muy grande".
La lucha se siente en las calles más que nunca. Las nuevas generaciones alentadas por otro contexto social, le ponen voz a temas que antes parecían tabú, como la despenalización del aborto; la separación de la Iglesia y el Estado; la violencia de género y más.
Pero todo eso no fue de un día para el otro y es parte también del legado de muchas mujeres madres que hoy ya no callan lo que antes no podían decir, cuando eran jóvenes, como hoy lo son sus hijas, pero el régimen dictador recortaba libertades.
La militancia de Lorena Menesterolo en aquella época era la lucha contra las injusticias, la búsqueda de la sociedad soñada. Ileana Lanza, su hija, en 2018 lucha por lo mismo y ella está ahí, a su lado,resistiendo y acompañando. Militando.
A los 21 años. Ileana asegura que milita por convicción propia, personal e ideológica, aunque su mamá le enseñó el camino.
"Tener una madre militante puede significar muchas cosas, en mi caso, la mamá que me tocó tiene la más sincera militancia por la revolución, la que llevamos dentro de nuestro corazón por suerte y con mucha honra compartimos. Nos moviliza las otras mujeres; los desaparecidos y asesinados en la dictadura y lo que falta por luchar aún en la democracia, los de abajo, la de la clase trabajadora, la de los pueblos originarios; la emancipación de los pueblos, de la naturaleza y el medio ambiente; la diversidad sexual, los oprimidos y explotados; la cultura y el arte, los jóvenes, los `todes´", cuenta Ileana.
"Una siempre trata de transmitir valores a sus hijos como toda madre, en mi caso, siempre quise que fueran personas de bien, con empatía y eso me enorgullece -dice Lorena y la emoción le sale por los poros. Ileana lleva la bandera de la justicia social en cada uno de sus actos y eso me hace pensar en que algo hicimos bien junto con su papá (el referente del Movimiento Socialista de los Trabajadores -MST- en San Francisco, Fernando Lanza)".
"El honor de ser hija de una mujer militante es muy grande y esos domingos que dejamos los almuerzos familiares fueron para salir a conquistar nuestros derechos codo a codo, juntas y con un amor incomparable como es el de madre e hija", recalca la joven.
De la cacerola a los pañuelos
"La imponente forma de pelear" de Lorena es la mayor virtud que heredó Ileana de su mamá. La vio gritar frente al micrófono y levantar banderas en protesta por la desigualdad. "Ver a mi mamá con la pasión de lucha como mujer y activista en la calle me nutrió en mis conductas", expresa.
La primera vez que marchó Ileana tenía cuatro años. Mientras muchos niños jugaban en casa, ella escuchaba golpear las cacerolas. "Fue en el 2001 cuando todo el país estaba convulsionado, el año de la revolución social en la Argentina. Me acuerdo que la ciudad llenó sus calles de gente y ahí estaba ella a cocochito de su papá, con un jarrito y una cuchara de madera, 'caceroleando'", recuerda Lorena.
"El feminismo nos unió"
Hoy llevan el pañuelo verde por la Legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y también el naranja, que identifica la "Campaña Nacional por un Estado Laico" y reclama la separación efectiva entre la Iglesia Católica y el Estado Argentino.
"El feminismo nos unió más que nunca. Mi hija me enseñó muchas más cosas que yo a ella en lo que se refiere a diversidad sexual, por ejemplo, algo que todavía a muchos les cuesta reconocer", acota Lorena.
"Luchamos juntas pero ella tiene mucho más coraje y muchos menos prejuicios. Estoy muy tranquila porque el futuro llegó y son ellos, ellas y `elle´", reflexiona.
"Agradezco a los que me mostraron el camino de la revolución pero más aún que mi mamá haya sido la primera", concluye Ileana.
La danza refuerza un lazo eterno
Bailaolas. Liliana y Candela comparten la misma pasión
Por la sangre de Candela Chiosso y su mamá, Liliana Rufino, corre la danza española. La jovencita heredó de ella la pasión de una verdadera bailaora y hoy juntas son profesoras y defensoras de esta danza.
Candela es hija alumna de una de las referentes de la danza española, pero Liliana nunca hizo diferencias con el resto de las alumnas. "A veces es más estricta conmigo pero no lo hace a propósito. Creo que capaz sea yo la que busca la perfección", reveló Candela.
"En el momento que pisaba una clase, no era mis hijas, era una alumna más. Con eso logré que se convirtiera en mejor bailarinas. Mi hija es excelente bailaora. Con su postura y creatividad me supera en talento y eso es bueno", aduce Liliana.
"Siempre compartimos opiniones, ella aporta la frescura y yo la experiencia", añade.
Entre ellas no hay competencia, al contrario, juntas asisten a cursos de capacitación a todo el país. "Es común ver a madres con sus hijas en los encuentros de danzas españolas porque esta es una pasión que se hereda", contó Candela.
El tablao en casa
Las castañuelas, los zapatos y los vestidos siempre estuvieron en la vida de Candela porque "de chiquita, crecí escuchando la música española y con los trajes de mamá".
"Desde el momento que la tenía en mi vientre deseé que siguiera mis pasos, que aprendieran lo que yo amo que es la danza -recuerda Lili-. De chiquita, no faltaba oportunidad para que le colocara a ella y a mi otra hija, Macarena, rosas en el cabello como una verdadera bailarina de español. Y apenas empezaron a caminar, enseguida empezaron clases de danza".
Candela sostuvo que su pasión es verdadera. "Sé que amo la danza porque de chiquita me iba a dormir con el vestido puesto y toda mi infancia la viví en las escuelas de danza, viendo bailar a grandes y chicas ¿Cómo no iba a querer ser bailarina?".
"Mi hija mayor Macarena abandonó la danza pero Candela sigue al lado mío. No sé cómo será para otras madres que su hija haga lo mismo que ellas, pero para mí lo es todo", confiesa con el pecho inflado de orgullo de madre.
Como profesora y directora de la Escuela Municipal de Danzas Españolas de la municipalidad y de la Escuela Superior de Danzas Españolas "Liliana" que funciona en la Sociedad Española, Liliana es de las primeras mujeres que instalaron esta danza en la ciudad. "Es un orgullo que mamá haya hecho todo esto y lo mantenga vivo", expresa Candela.
"Yo ya eché las raíces, será ella la encargada de mantener viva esta tradición", le da la posta Liliana. Candela, que cursa el Profesorado de Educación Física, planea seguir los pasos de mamá y perpetuar su trabajo. "La Educación Física es un complemento para la danza y siento que tengo un compromiso con el logro de mamá".